20 julio, 2005

Pues lo cuento, qué demonios.

Una fábula.

En el país de los ratones había preocupación por la escasa producción de quesos. Así que el Ministerio de Roealimentación convocó un concurso de ideas para conseguir más quesitos, y más ricos. Concurrieron muchos ratones, casi siempre formando equipo y con propuestas variopintas y títulos bien pomposos. Que si “Los quesitos ante el desafío de la globalización”, que si “Terrorismo, seguridad y quesitos”, que sí “El quesito indígena y el quesito imperialista”, que si “El queso de aquí mismo ante los embates del roeliberalismo”, que si “Los quesitos ante el reto de las nuevas formas de familia”, los unos, o “Las nuevas formas de familia ante el reto de los quesitos”, los otros. En fin, que interesantísimos asuntos, pero poco productivos para que aumente el índice per capita (de ratón) de quesitos. Pero esto no fue óbice para que el Ministerio de Roealimentación mandara todas esas ideas a evaluar por un par de comisiones de los ratones más expertos y sesudos. Para presidir esas comisiones el Ministerio nombró a un celebrado ratón del barrio de Quesoaparte, quien designó al resto de evaluadores de su confianza, uno por cada tipo de queso. A todo esto, ese presidente se rodeó de gente de su barrio y su amistad para los tipos de queso que más le importaban, incluido su queso favorito, del que come cada día.

Y llegó el día de la gran reunión de los evaluadores. Cada uno aportó sus calificaciones, se sumaron los puntajes y resultó el hit parade de las ideas sobre la producción de quesitos. Y hete aquí que en el top ten de las propuestas ocupaban los cinco primeros puestos (bueno, ya sé, el top five) otras tantas provenientes del barrio de Quesoaparte, y entre ellas una que presentaba el propio presidente de la Comisión y otras en las que participaban otros de ese barrio que estaban en la reunión.

Esto produjo un importante mosqueo de los ratones evaluadores de otros barrios, como los del barrio del El Castillo o los del barrio del León Quesero. Pero el representante del Ministerio de Roealimentación llamó al orden con convicción y celo, y alegó con verbo sibilino que no debían los ratones presentes perderse la recíproca confianza, so pena de quedar deshonrados por su propia actitud. Cómo va a pensar nadie que haya ratones que quieran roer lo ajeno o que se aprovechen de ser los que reparten la tarta para llevarse la guinda o el trozo más gordo. Por dios. Y todos los concurrentes repitieron: por dios. Y el Presidente dijo: y también por mí. Y los presentes repitieron, aún con más énfasis: y también por ti, por dios.

Y tal que así quedaron las cosas, por dios y por la confianza que unos ratones se deben a otros. Aunque a la salida algunos ratones de los barrios del centro comentaban, en voz muy bajita, que a ver si por fin estos de Barrioaparte se van aparte y nos dejan en paz los quesos.


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