19 septiembre, 2005

Bocetos para un catálogo de pelmazos. II. El capador de conversaciones.

(La escena transcurre en un restaurante, a la hora de la cena. Estás con algunos amigos con los que has quedado para hablar sobre las últimas cosas de la vida de unos y de otros. Al final, no habrá tal conversación, sino un monólogo, pues alguien no está dispuesto a escuchar nada de nadie, y menos si es bueno o grato -puede hacer una excepción durante un rato si cuentas que te ocurrió alguna desgracia-, sino a “colocar” lo suyo, caiga quien caiga).
TÚ (respondiendo a la bienintencionada pregunta de alguien).- Este verano he estado una semana en Buenos Aires y allí la comida...
EL/LA MONOLIGUISTA (interrumpiéndote despiadadamente).- Ay, pues para comida la que tomamos Pepe/a y yo la semana pasada en Torrelodones. Fuimos al Chorry´s, que es lo último. El otro día salía en el dominical de El País, en un reportaje sobre los cinco restaurantes europeos que mejor preparan las alitas de pollo con castaña rusa a la pimienta jamaicana. Increíble. Tenéis que ir un día. Mira, viene primero el camarero con un ponche de pippermint al aroma de cuscús y sólo con ver al camarero ya te das cuenta de todo. Te pone la copa en la misma mesa y te dice...
(El recital se prolonga quince minutos. Sin aliento. En la mesa todos los demás os miráis con desaliento. Tú intentas remediar la situación)
TÚ.- Creo que ha empezado a llover. Acabaremos mojándonos esta noche...
EL/LA MONOLOGUISTA.- Ay, como cuando Pepe/a y yo tomamos el año pasado aquel mojo picón con setas. Eso es lo último en mojo picón y lo llaman pimojo, porque lo empezó a preparar así un cocinero nuevo de La Palma que ahora ha abierto en Madrid, en la zona de Concepción Arenal. El Empty-Monty se llama el local. ¿No habéis ido? Uy, de lo más. Al entrar te recoge el abrigo una chica en patines y luego al sentarte en la mesa te traen una carta que es como un papiro y tienes que pedir primero un aperitivo de apio o de rúcola, porque el maitre te dice que no es comer por comer, sino que hay una filosofía que...
(Veinte minutos más, en los que tú y el resto de los comensales os enteráis en detalle de cosas tan vitales e interesantes como que: a) el maitre es de Logroño, pero estudió en Biarritz y Budapest; b) que dicho maitre se llama Luis, pero los amigos de confianza lo llaman Lu; c) que en el dichoso restaurante comió una vez un primo de Brad Pitt; d) que los baños de caballero tienen unas lámparas retráctiles y los de señora otras muy bonitas, pero que no son retráctiles; e) que sólo con leer en la carta la lista de entrantes ya alucinas, increíble; f) que la carta de vinos no es tan amplia, pero que el sumiller se parece así un poco a un primo de éste/a; g) que a media cena sale el cocinero a preguntar qué tal y que tiene un hoyuelo aquí en el mentón, ¿sabes?; h) que ese día estaba el restaurante lleno hasta los topes, pero que hay días que es peor aún, ¿sabes lo que te quiero decir?; i) que es caro, pero que un día es un día, chico/a, y merece la pena aunque sólo sea por ver cómo te lo ponen; j) que si te llaman un taxi desde la recepción del restaurante llega en un momentito, fíjate...
Ahí, ante las miradas de súplica y los bostezos del resto de la concurrencia, decides hacer un nuevo intento para salvar la noche y que aún resulte un poco civilizada. Para ello tienes que interrumpir al/la monologuista, que en ese momento está contando que el taxista era de lo más enrollado y que tenía un hijo que estudiaba Económicas en Deusto).
TÚ.- ¿Habéis visto la cantidad de incendios de este verano?
EL/LA MONOLOGUISTA.- Ja, ja, como el otro día, que creímos que era un incendio y sólo estaban flambeando unas peras al ron. ¿No las habéis comido nunca? Las ponen en ese restaurante que antes era de Luisi y Carlos y que ahora lo lleva el ex-marido de la que tenía antes el Sota de Copas en Cercedilla. Sí, hombre, que se separaron porque ella era alérgica. Nosotros coincidimos con ellos una vez en La Habana, en el Floridita, y fueron ellos los que nos contaron que si vas en octubre te dan al entrar un vale para un cóctel gratis si vuelves otro día, aunque nosotros nos volvimos, porque al otro día salíamos para Varadero y como llovía el avión se retrasó y mientras esperábamos en el aeropuerto nos encontramos con Charly, un compañero de carrera de éste/a que ahora es el que lleva allí la concesión para papel de imprenta y es el que sirve también el papel de carta a Fidel. Nos dijo que le encanta el papel tamaño folio y que escribe con tinta negra. Él se casó allí con una cubana que ahora tiene aquí una tienda de lencería, pero al parecer no le va bien...
(Y así horas, hasta el fin de la cena. O del mundo. Aunque la experiencia enseña un modo poco menos que infalible de hacer callar a semejante energúmeno/a: levantar la mano hacia el camarero y hacerle seña de que traiga la cuenta. En ese momento el energúmeno/a suele interrumpir su apasionada disgresión sobre los tipos de cebollino con que se aliñan las ensaladas tailandesas que ponen en un restaurante muy fino de Andorra, según información recientemente publicada en el libro Cebollinos con encanto de Andorra (ed. Aguilar), y pasa, sin transición, a decir una de estas cosas:
a) Bueno, voy al baño, que con tanta conversación llevo aguantando dos horas.
b) Bueno, invitarás para celebrar lo bien que dices que te lo has pasado en Buenos Aires.
c) Paga si quieres, pero a condición de que un día quedemos en el nuevo que van a abrir en Chiclana.
d) Ya que no has abierto la boca, si te empeñas en pagar...).

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