18 noviembre, 2005

HIJOS Y GENERACIONES.

Recibo hoy un correo electrónico de mi hijo. 22 años. Está en un país nórdico, buscándose la vida y sin gastar de los dineros públicos que nunca ha usado y que tanto preocupan al comunicante anónimo que días pasados escribió algo aquí mientras se miraba en el espejo y añoraba certezas sobre la identidad de su propio progenitor.
El caso es que me tienta colgar el mensaje entero, pese a que ni siquiera le he pedido permiso aún a su autor. Es así:
Buenas, buenas,
Aprovechando el mandarte lo que te mando, unas pocas líneas para ponerte al tanto: no mucho nuevo. Sigo bien y cada vez más centrado (ie, ya le voy cogiendo el ritmo a cómo trabajan aquí). En menos de un mes ya los dos exámenes que tengo (jauja, comparado con Viesques).
Hace un frio QUE PELA. El otro dia al ir a hacer la compra tuve que volver a entrar en casa a por agua caliente porque el candado (de la bicicleta) se habia congelado y la llave no giraba. Ya hay hielo en todo y a ver cuándo empieza a nevar. En general no me puedo quejar de nada.
Y el grueso del email, algo que tiene más gracia para mí que para ti, pero que por lo buenisimo que me ha parecido, te paso. Para algunas cosas que describe era yo demasiao pequeño (23f, p. ej.) pero es la mejor descripcion que he visto de "mi infancia". ¿Es mala señal empezar a mirar asi para atrás? Para empezar, ya puedo hablar de periodos de esos que tienen nombre, mal asunto. O no.

Ahí va.
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"El objeto de esta misiva es la de reivindicar a una generación, la mía, la de todos aquellos que nacimos entre los 70 y principios de los 80 (año arriba, año abajo), la de los que estamos currando de algo que nuestros padres ni podían soñar, la de los que vemos que el piso que compraron nuestros padres ahora vale 20 o 30 veces más, la de los que estaremos pagando nuestra vivienda hasta los 50 años.

Nosotros no estuvimos en la Guerra Civil, ni en mayo del 68, ni corrimos delante de los grises, no votamos la Constitución y nuestra memoria histórica comienza con las olimpiadas del 92. Aunque no nacimos en una dictadura, siempre hemos tenido una conciencia democrática. Por no vivir activamente la Transición se nos dice que no tenemos ideales y sabemos de política más que nuestrospadres y de lo que nunca sabrán nuestros hermanos pequeños y descendientes.

Somos la última generación que hemos aprendido a jugar en la calle a las chapas, la peonza, las canicas, la comba, la goma o el rescate y, a la vez, somos la primera que hemos jugado a videojuegos, hemos ido a parques de atracciones o visto dibujos animados en color. Los Reyes Magos no siempre nos traían lo que pedíamos, pero oíamos (y seguimos oyendo) que lo hemos tenido todo a pesar de que los que vinieron después de nosotros sí lo tienen realmente y nadie se lo dice. Se nos ha etiquetado de generación X y tuvimos que tragarnos bodrios como Historias del Kronen o Reality Bites, Melrose place o Sensación de vivir (te gustaron en su momento, vuélvelas a ver, verás qué chasco). Lloramos con la muerte de Chanquete, con la puta madre de Marco que no aparecía, con las putadas de la Señorita Rottenmayer; nuestra primera canción del verano fue "Los Pajaritos" (1981) Somos una generación que hemos visto a Maradona hacer campaña contra la droga, que nos reímos de un anuncio que decía que si el Madrid era otra vez campeón de Europa, que durante un tiempo tuvimos al baloncesto como el primero de los deportes.

Hemos vestido vaqueros de campana, de pitillo, de pata de elefante y con la costura torcida; nuestro primer chándal era azul marino con franjas blancas en la manga y nuestras primeras zapatillas de marca las tuvimos pasados los 10 años. Entramos al colegio cuando el 1 de noviembre era el día de Todos los Santos y no Halloween, cuando todavía se podía repetir curso, los últimos en hacer bup y cou, los pioneros de la E.S.O. Somos los primeros en incorporarnos a trabajar a través de una ETT y a los que no les cuesta un duro echarnos del curro.

Siempre nos recuerdan acontecimientos de antes de que naciéramos, como si no hubiéramos vivido nada histórico. Nosotros hemos aprendido lo que era el terrorismo contando chistes de Irene Villa, vimos caer el muro de Berlín y a Boris Yeltsin borracho tocarle el culo a una secretaria; los de nuestra generación fueron a la guerra (Bosnia, etc., cosa que nuestros padres no hicieron; gritamos OTAN no bases fuera, sin saber muy bien qué significaba y nos enteramos de golpe un 11 de septiembre. Aprendimos a programar el video antes que nadie, jugamos con el Spectrum, odiamos a Bill Gates, vimos a Perico Delgado anunciar los primeros móviles y creímos que Internet sería un mundo libre.
Somos la generación de Espinete, Don Pimpón y Chema, el panadero farlopero. Quién diría entonces que años más tarde, con España integrada en la UE, aquella niña morena habría de enseñarnos sus vergüenzas (Ruth Gabriel). Somos Los que recordamos a Enrique del Pozo cantando con Ana (abuelito dime tu...), los del incomparable "Planeador abajo" de Mazinger Z, los de Ulises 31 y Comando G (que nunca acabó de gustar a nadie). Somos la generación que fuimos al cine a ver las películas de Parchís, y que durante años creímos que el de rojo (como quien dice el de en medio de los Chichos) era Enrique Búmbury. Los que crecieron escuchando a Europe y a ese grupete de imitadores que les salió, unos tal Bon Jovi. Los de la explosión del Challenger, la cantada de Arkonada, los mundos de Yupi y las pesetas rubias. Nos emocionamos con Superman, ET o En busca del Arca Perdida. Comíamos Phosquitos y los Tigretones eran lo mejor, aunque aquello que empezaba (algo llamado Bollycao) no estaba del todo mal. Somos la generación del Tocata, La Bola de Cristal (solo no puedes, con amigos sí), el "Enano Rojo", "El coche fantastico", "Oliver y Benjí", "la abeja Maya", El hipnótico "Planeta Imaginario", Los Toreros Muertos, La Orquesta Mondragón, el abrazafarolas del Butano y el Misissipi de Pepe Navarro con su inimitable Pepelu. La generación de la quinta del buitre, de Hugo Sánchez, de Biriukov, del Corral, Corbalán, Romay, y que nos traumatizamos con las muertes de Fernando Martín y Petrovic (¿quién coño juega hoy en el Madrid de baloncesto?).

El 600 era el utilitario normal, el 124 un coche familiar y el 131 una berlina de lujo. El 23F nos pareció un buen día porque no hubo clase y ponían películas por la tele. Nuestro grito de guerra fue "Tigres, Leones, todos quieren ser los campeones", "como estan ustedes" y descubrimos a las mujeres gracias a tirantes de una tal Miriam Diaz Aroca. La generación que se cansó de la de ver las mamachichos. La generación a la que le entra la risa floja cada vez que tratan de vendernos que España es favorita para un mundial. La última generación que veía a su padre poner la baca del coche hasta el culo de maletas para ir de vacaciones. La última generación de las litronas y los porros, y qué coño, la última generación cuerda que ha habido.

La verdad es que no sé cómo hemos podido sobrevivir a nuestra infancia!!!!
Mirando atrás es difícil creer que estemos vivos en la España de antes: Nosotros viajábamos en coches sin cinturones de seguridad traseros, sin sillitas especiales y sin air-bag. Hacíamos viajes de 10-12h con cinco personas en un 600 o en un Renault 4 y no sufríamos el síndrome de la clase turista. No tuvimos puertas con protecciones, armarios o frascos de medicinas con tapa a prueba de niños. Andábamos en bicicleta sin casco, ni protectores para rodillas ni codos. Los columpios eran de metal y con esquinas en pico, y jugábamos a "lo que hace la madre hacen los hijos", esto es a ver quién era el más bestia...
Pasábamos horas construyendo nuestros "vehículos" con trozos de rodamientos para bajar por las cuestas y sólo entonces descubríamos que nos habíamos olvidado de los frenos. Después de chocar con algún árbol aprendimos a resolver el problema. Jugábamos a "churro va" y al pañuelo y nadie sufrió hernias ni dislocaciones vertebrales. Salíamos de casa por la mañana, jugábamos todo el día, y solo volvíamos cuando se encendían las luces de la calle. Nadie podía localizarnos. Eso sí, nos buscábamos maderas en los contenedores o donde fuera y hacíamos una caseta para pasar allí el rato. No había móviles. Nos rompíamos los huesos y los dientes y no existía ninguna ley para castigar a los culpables.
Nos abríamos la cabeza jugando a guerra de piedras y no pasaba nada, eran cosas de niños y se curaban con mercromina (roja) y unos puntos y al día siguiente todos contentos. La mitad de los compañeros de clase tenía la barbilla rota o algún diente mellado, o alguna pedrada en la cabeza... Tuvimos peleas y nos partíamos la cara unos a otros y aprendimos a superarlo. Íbamos a clase cargados de libros y cuadernos, todo metido en una mochila que, rara vez, tenía refuerzo para los hombros y, mucho menos, ¡¡¡ruedas!!! Comíamos dulces y bebíamos refrescos, pero no éramos obesos. Si acaso alguno era gordo y punto. Estábamos siempre al aire libre, corriendo y jugando. Compartimos botellas de refrescos y nadie se contagió de nada. Sólo nos contagiábamos los piojos en el cole, cosa que nuestras madres arreglaban lavándonos la cabeza con vinagre caliente. No tuvimos Playstations, Nintendo 64, vídeo juegos, 99 canales de televisión, sonido surround, móviles, ordenadores e Internet. Si acaso, alguno tenía un Spectrum o Amstrad con el que jugabamos cuando le dejaban, pero nos lo pasábamos de lo lindo tirándonos globos llenos de agua y arrastrándonos por los suelos destrozando la ropa. Nosotros sí tuvimos amigos. Quedábamos con ellos y salíamos. O ni siquiera quedábamos, salíamos a la calle y allí nos encontrábamos y jugábamos a las chapas, a la peonza, a las canicas, a la lima,al rescate..., en fin tecnología punta... Íbamos en bici o andando hasta su casa y llamábamos a la puerta. ¡Imagínense!, sin pedir permiso a los padres,
¡nosotros solos, allá fuera, en el mundo cruel! ¡Sin ningún responsable! ¿Cómo lo conseguimos?

Hicimos juegos con palos, botellas y balones de fútbol improvisados, y comimos pipas y, aunque nos dijeron que pasaría, nunca nos crecieron en la tripa ni tuvieron que operarnos para sacarlas. Bebíamos agua directamente del grifo de las fuentes de los parques, agua sin embotellar, donde chupaban los perros!!! Íbamos a cazar lagartijas y pájaros con la escopeta de perdigones o con el
tirawebos, antes de ser mayores de edad y sin adultos, DIOS MÍO!! En los juegos de la escuela, no todos participaban en los equipos. Los que no lo hacían tuvieron que aprender a lidiar con la decepción. Algunos estudiantes no eran tan inteligentes como otros y repitieron curso. ¡Que horror, no inventaban exámenes extra! Y ligábamos con las chicas persiguiéndolas para tocarles el culo y jugando a beso, verdad y atrevimiento, no en un Chat diciendo :) :D :P. Éramos responsables de nuestras acciones y arreábamos con las consecuencias. No había nadie para resolver eso. La idea de un padre protegiéndonos, si trasgredíamos alguna ley, era inadmisible, si acaso nos soltaban un guantazo o un zapatillazo y te callabas. Tuvimos libertad, fracaso, éxito y responsabilidad, y aprendimos a crecer con todo ello.

¿Tú eres uno de ellos? ¡Enhorabuena! Pasa esto a otros que tuvieron la suerte de crecer como niños, antes de que todos estos niñatos que hay ahora, que se creen algo y no tienen respeto ni educación por nadie, destrocen el mundo en el que vivimos. Un saludo a todos! cuidaros y que os vaya bien!!"

2 comentarios:

Lorenia dijo...

Precisamente me llegó ese mismo correo electrónico anoche. Jajaja. Me ha causado gracia que, a excepción de algunas cosas, no es endémico a la juventud española, sino, globalmente hablando, a esa generación. Claro que nosotros no tuvimos ni Espinete ni BUP ni COU, pero se asocia con otras cosas.

Muy bueno el correo.

Anónimo dijo...

Mi biografía compartida!!! Casi todo lo que ahí aparece es eso, mi infancia, mi adolescencia... Joder, ¡qué buenas fueron! Gracias (a usted y a su hijo) por recordármelo.