26 diciembre, 2005

La trola del clon

Pues ahora resulta que eran patrañas lo del científico coreano que aseguraba que podía clonar paisanos por un tubo. Se lo inventó todo y manipuló los datos experimentales, mas sigue en sus trece de que si la cosa no salió fue porque no salió, pero que era tan buena que cualquier día sale. Sí era buena, sí, la trola que el sujeto le endilgó a toda la humanidad. Andaba la Iglesia haciéndose cruces con el tema y los ricachones del orbe ahorrando unos milloncejos con los que contratar al amarillo para que los perpetuara de tres en fondo. Y todo mentira, hay que jorobarse.
Con cada noticia de ese jaez me pongo cachondo, lo reconozco humildemente. Humanum sum; nihil a me alienum puto. Pues eso, que me dan mucha risa estas cosas de los tahúres sociales pues, como ya he contado aquí un par de veces, en mis viajes por todo lo largo y ancho de las universidades he encontrado unos cuantos boleres de éstos, capaces de decir sin inmutarse que ellos han ido a la luna y se han cepillado allá a todo un harén de selenitas tal que así. Sobre todo conozco a tres. Uno andaba por Oviedo en mis tiempos, y allá sigue, al parecer, más ancho que las doce tablas. Otros me los topé después en lugar distinto. No hace mucho estuve de comida con uno que se empeña en que le quito las novias. Es el rey de los amores virtuales. Un día cuento cosillas de éste pobre diablo.
Pero prefiero hacer ahora la tercera entrega sobre el mejor de todos, el campeón mundial de la jeta embustera. El subcampeón es el coreano clonador. Allá por el 19 de octubre coloqué aquí un post dedicado al especimen fabulador, y era continuación de otro de julio que se titulaba "Mentirosos compulsivos". Doy, pues, al sujeto por presentado y entro de lleno en la narración de sus hazañas.
Hace un par de semanas un alumno se me aproxima al acabar la clase y me dice que él está muy interesado en hacer algún trabajo o comentario sobre los problemas legales y morales de la eutanasia. Albricias. Sorprendido, le pregunto que cómo así. Y me cuenta que hace unos cursos el profesor T (llamemos así a nuestro personaje, por lo de trola y tal) le prestó su tesis doctoral sobre ese tema. Mamma mia. Tuve que apretarme la hernia para reírme a gusto. Aun así, me descojoné un buen rato. T. nunca hizo una tesis sobre ese tema ni escribió nada. Sí hubo una compañera que se doctoró sobre tal materia y no me cabe duda que T. fue capaz de cambiarle las pastas al trabajo y presentarlo como suyo.
Llueve sobre mojado. Una vez un estudiante me preguntó si podía entregarle yo a T. un texto que éste había dejado a sus alumnos para fotocopiar. Digo que sí y ojeo el escrito. Tenía un título que me sonaba y como autor figuraba T. Comienzo a ojear y rápidamente identifico la fuente. Era copia literal de un trabajo bastante famoso de un conocido autor extranjero que lo publicó en España traducido. T. se había tomado la molestia de mecanografiarlo entero para poder ponerle su nombre y presentarlo como suyo. Un campeón nuestro T., que tiemble el coreano cuando pase a la biología, cosa que, por lo que he observado, les encanta a estos tramposos. Pero lo del biólogo de pega lo cuento otro día. Palabra.
En lo de inventarse textos y doctorados hay más. Con estos oídos pecadores escuché yo mismo a T. decir en una prueba pública y en público, hace años, que él había hecho su tesis doctoral sobre el tema X. Y yo sabía que el tema real de su tesis no era ni este de la eutanasia que cuenta ahora ni aquel X que para la lucida ocasión se estaba inventando. Oigan, pero cuando sueltan esas cosas se quedan tan a gusto. He leído que es porque ellos mismos se lo creen mientras lo dicen. Ni te cuento lo que deben de disfrutar cuando narran que se tiran a varias modelos a la vez. Como si lo estuvieran viviendo, caramba, no como usted y yo, que ni modelos ni memoria ni gracia para contarlo.
Pero termino este nuevo capítulo donde suelo, insistiendo en que no son ellos los peores ni los más culpables. En esa ocasión última de la que acabo de dar cuenta, cuando se inventó su tesis doctoral sobre el tema X, estaba presente su maestro. Su maestro académico, digo, pues no me consta que lo de las mentiras descomunales se lo enseñara él. Aunque vaya usted ha saber, con la que está cayendo. El caso es que su maestro lo convocó a capítulo urgente y yo fui testigo accidental de la conversación. No le dijo el maestro lo que se supone de un maestro o una persona cualquiera de bien, esto es, que se fuera a la mierda con sus invenciones o que se buscara urgentísimamente una buena pareja de loqueros. Le dijo más o menos esto: mira T., así nunca vas a llegar a lo más alto, pues con la manía de decir mentirijillas siempre va a haber alguien que te cace y que no haga justicia a lo que tú vales.
Fin del capítulo. Continuará. Recuerde solamente el lector, para no perder el hilo del conjunto, que T. es uno de los profesores más queridos por todos los equipos de gobierno que han sido, son y serán en la universidad en la que dicta sus falsedades. Yo creo que es por sus habilidades orales.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ilmo sr catedrático, es legítimo que un científico se equivoque porque no nace sabio. Pasarán trescientos años para que la clonación sea posiblemente posible como la reconquista de España con los Reyes católicos.
Lo que pasa sr catedrático que dentro de la profesionalidad científica como en cualquier rama laboral y la rabia y la envidia de ciertos personajillos hacia las personas científicas que viven solamente de su trabajo, sin preocuparse de lo que hace Evo Morales, como Fidel Castro y Hugo Chávez en compañía del sr ZP les dejaran por 24 h el poder mundial y económico ¿se arreglaría el planeta tierrra?
Sr catedrático esto es como el intento científico de crear clones.

Ricardo Chao Prieto dijo...

Peor que lo de este científico fue e l anuncio de los bebés clonados de la secta de los raelianos: todos los periodistas picaron como tontos, y dieron una fabulosa publicidad gratuita a un grupo de estafadores sin escrúpulos. Pero el piriodismo es asín.

Anónimo dijo...

A lo mejor habría que empezar por poner a T nombre y apellidos y número de DNI. En voz alta; delante de todo el mundo. A su T y a la multitud de T's que campan a sus anchas. No servirá para que cambien, porque a los T's les da igual que les pillen en una o en quinientas trolas: se montan otra mayor que explica las anteriores y ya está. Pero, al menos, los que vayan tropezándose con ellos sabrán qué tipo de tipos son.