05 febrero, 2006

HEINE Y NOSOTROS. Por Francisco Sosa Wagner

Seguir los aniversarios, centenarios etc es muy significativo y da en cierta manera la temperatura moral de una sociedad. Hace unas semanas, encaramado en esta columna, recordaba yo tempranamente el cincuentenario de la muerte de Pío Baroja. Decía entonces que la figura del escritor no gustaba a buen seguro a las mentes ortodoxas y marimandonas que actualmente padecemos, por cierto, con hechuras de plaga de mayor calado que las bíblicas. No tardó enponerse de manifiesto esta premonición y así, en alguna ciudad vasca, se ha vivido una situación bochornosa en la que el nacionalista de guardia quiso equiparar a Baroja con un cuadrúpedo local, ante la mirada pasiva y distante de un progresista de caseta de feria que en las inmediaciones se hallaba.
La única conmemoración que pasa entre triunfos es la de Mozart porque su música inmortal da buenísimos rendimientos a quienes de ella han hecho mercadería.Por el contrario, de Dimitri Shostakovich, que nació en 1906, apenas se habla, acaso porque iba a poner en más de un apuro explicar la persecución que sufrió porparte de aquel benefactor del pueblo ruso y mecenas artístico que se llamó Stalin.
Ciento cincuenta años se cumplen ahora también de la muerte en París de Heinrich Heine, el gran poeta alemán. Para nosotros tiene interés ahora la obra de Heine porque, con su pluma, se desempeñó como un rebelde ante el orden establecido: el alemán, que no le gustaba, y el francés, país al que emigró en 1831. Heine era judío y sufrió la persecución tradicional. Napoleón intentó suavizarla pues, cuando sus ejércitos se asentaron en Prusia, permitió a los niños judíos acudir a las escuelas. Heine se aprovechó de esta circunstancia. Pero la vuelta a la “normalidad” le llevaría a hacerse bautizar por un pastor protestante. Sin entusiasmo, únicamente para tratar de no complicar su futuro. Lo revela su comentario ácido: “antes me odiaban los cristianos, ahora ya me odian los cristianos y los judíos”. Seducido por la Francia del rey burgués (revolución de 1830), Heine se instala en París donde vivirá hasta su muerte (y aun en su regazo pues allí se halla enterrado). Pronto vería también los costurones del régimen instaurado por aquel frivolón que proporcionó negocios pingües a la oligarquía apoyado en el garrotede su ministro Guizot. Como compañía femenina tuvo Heine a Matilde, una analfabeta que jamás intuyó con quien compartía lecho y sexo (hay que hacer un estudio sobre los grandes creadores ligados a mujeres analfabetas). Murió Heine en 1856, cuando ya el escenario se había ocupado de forma imperial por Napoleón III, pero ya no estaba el poeta para bromas pues pasó años sepultado en la inacción de la cama.
Heine tiene actualidad en la España de nuestros días porque supo ver el peligro del nacionalismo con gran perspicacia. Y eso en un momento en el que todavía traía la vistosa vitola revolucionaria, es decir, cuando se hallaba asociado a las ideas democráticas y de libertad, nuevo fundamento de la legitimidad para mandar. Porque, a finales del siglo XIX, la causa“nacional” pasaría de las manos liberales a las de una derecha antirrepublicana, antidemocrática e intransigente (Charles Maurras y compañía). Pues bien, Heine vio bien pronto el peligro del nacionalismo como fuente de odio y de desunión. Por eso fue un europeista convencido, no evidentemente en términos políticos, pero sí en aquellos culturales y de civilización -en la linea de un Schiller- que son los que están sirviendo de fundamento para la actual construcción europea. Heine: irónico, envuelto en distancias profilácticas, disfrutó de los grandes espacios, abominó del tufo del establo cercano.

3 comentarios:

IuRiSPRuDeNT dijo...

Qué cosas: pero este que es el voltaire alemán, o el nostradamus?

“Cuando se rompa el freno de la cruz del cristianismo en Alemania, otra cruz reinará la furia de los antiguos guerreros, La furia hostil de que hablan los poetas nórdicos resurgirá de nuevo. Los viejos dioses de piedra se antarán de las ruinas limpiándose de los ojos el polvo de mil años. Thor, con su mazo gigantesco, se levantará y aplastará las catedrales góticas y cuando eso ocurra, será algo nunca antes visto en la historia"

Pero me va mas este Ernesto heinen:

"No morirá Alemania, mas mi madre
Puede volar al cielo.
¡Cuántos, después que abandoné mi patria,
Besó la muerte con su helado beso!
¡Sangre derrama triste
Mi pobre corazón cuando los cuento!
Y es preciso contarlos; con el número
Aumenta mi dolor, y que los muertos,
Fríos y tristes ruedan,
Creo ¡gran Dios! sobre mi herido pecho.
¡Dios de bondad! por mi balcón penetra
Del sol de Francia el resplandor sereno;
Mi esposa llega, y su sonrisa aleja
Mis patrios melancólicos recuerdos."

Anónimo dijo...

Gracias iurisprudent por los versos, y gracias al Prof. Sosa por sus reflexiones sobre Mozart (hace ya algunos días) y Heine.
En honor al gran poeta alemán y en agradecimiento por la atención que ha dispensado nuestro huésped a mi violento "exabrupto" del viernes pasado (sinceramente sentido, eso sí) cambiaré mi nick de Anónimo II a Rebelde.
Ahora bien, sigo a la espera de que alguien nos proporcione alguna pista sobre la pregunta que lanza al aire García Amado: ¿qué hacer con nuestra rebelión? ¿Cómo canalizarla? Me parece maravilloso ese apunte lanzado por ahí de partido constituido exclusivamente para aglutinar el voto de todos los que nos consideramos "rebeldes con causa".

Anónimo dijo...

Rebelde, en mi opinión la solución no es crear un nuevo partido, ya que enseguida habría que pasar por el aro de lo que garciamado ha llamado "tono de mansa suavidad" en el post titulado Represión.
Soy más partidario de tertulias de pensantes ,o de charlas o conferencias pero no del tipo ONG, no se como denominarlo, como si fuese un master permanente y vitalicio, lo malo es que ¿cómo se organiza eso? y ¿de qué vivimos? porque ya vemos que la sociedad está bastante contenta como está y no nos trataría tan siquiera ni como excéntricos.