03 abril, 2006

Bitácora colombiana

Vuelvo al vicio de contar cosas aquí. Han pasado tres días intensos. El jueves terminé mis clases en Medellín y tuve una conferencia muy estimulante en el Colegio de Jueces y Fiscales de Antioquia. Asistían más cien personas, la mayoría jueces y fiscales. En Colombia la cantidad de gente que asiste a esas cosas marea. En España nadie va a nada ni aunque le paguen. Por eso hay que abrir las fronteras y que nos invadan, bendita sea, todos estos que tienen ganas de aprender, trabajar y superarse. La molicie española será mejor que la vayamos enterrando, si es que queremos sobrevivir en este mundo felizmente global.

Por la noche, invitación, junto con los directivos de ese Colegio, a una fiesta de graduación de la Universidad de Medellín. Mil personas, elegancia desbordante en los muchachos y las muchachas. Cordialidad y ron abundante. A las cinco y media de la mañana me espera el taxi para llevarme al aeropuerto de Rio Negro, cuarenta minutos de viaje. Así que duermo pocas horas. Menos mal que soy especialista en cabezadas de avión.

Bogotá. Me espera el conductor de mi querido amigo J. Dejo la maleta en mi hotel de esta semana y sigo camino al hotel en que se aloja M., mi "hermano" del alma, también en Colombia estos días. Salimos para el aeropuerto y nos encontramos con otros dos grandísimos amigos. Nos vamos los cuatro para San Andrés, isla caribeña. Nos alojamos en una cabaña a la orilla del mar. Conocemos la isla por dentro, sus claves e intimidades, pues nos reciben y agasajan políticos locales. La mayor parte del tiempo los dos colegas españoles somos llevados de acá para allá por lo que sin exageración podríamos llamar supremos representantes de los tres poderes del Estado colombiano, legislativo, ejecutivo y judicial. Aprendemos infinidad de cosas de la política y la vida de este país. Ojalá uno supiera tanto de España.

Por la noche nos invitan a tomar sancocho a La Loma, barrio raizal por excelencia. Conocemos a muchos parroquianos. Todos intentan hablarnos, pero muchos no se expresan en español, hablan solo creol. Un privilegio inusitado compartir unas horas con esa gente. Comemos sancocho, tomamos ron abundante y nos vamos para el hotel.

Al día siguiente navegación en torno a la isla. Comemos pargo rojo en Cayo Heines, al lado del Acuario. Sol, baños y cerveza. Continúa la charla interesante y seguimos averiguando cómo se hace la política por estas tierras.

Pese al optimismo que algunos políticos se empeñan en mostrar, San Andrés se está muriendo, creo, y no conseguí averiguar por qué, eso sí que no llegué a saberlo. Era mi tercera visita. La primera fue hace más de diez años posiblemente. La segunda hace unos cinco. Ya apenas se ven turistas extranjeros. En las playas de San Luis apenas quedan comercios para vender a los veraneantes productos playeros. Por alguna razón la gente se está marchando, o no viene. Está toda la isla llena de mansiones en venta.

Ya no se ve apenas este destino en los catálogos turísticos españoles, y hasta hace cinco o seis años si estaba. Debe de ser el miedo de nuestros ufanos compatriotas. Y la ignorancia, pues se trata de una isla absolutamente segura, prácticamente sin delincuencia de ningún tipo. Y en cuanto a cosas para ver y hacer y lugares para estar es mucho más interesante que otros muchos destinos habituales, como Isla Margarita o Santo Domingo. Pero bueno, que las masas vayan adonde les ordenen, no faltaba más.

El mar es cuestión aparte. Este azul se ve en muy pocos lugares, incluso en el Caribe. Los colores son únicos, el azul tiene intensidades inusitadas.

La semana comienza fuerte. Mañana me esperan seis horas de clase en una universidad bogotana muy querida. Ese régimen dura hasta el miércoles y el jueves me voy para Pasto, departamento de Nariño, abajo, al lado de Ecuador. Hace seis o siete años que no voy por allí. La vez anterior tuve unos días libres cuando andaba por esa parte, cogí mi mochila y me fui en bus hasta Quito, parando de pueblo en pueblo y viviendo aventurillas. Esta vez no habrá ocasión, pero me agradará reencontrarme con el cordial pueblo pastuso.

Continuará.

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