05 julio, 2006

Madre

Diluviaba en Gijón esta mañana, a las once. Cuando llegué, al fin, al lado de su cama en el hospital, no me reconoció de inmediato. ¿Sabes quién soy? El médicu, me contestó. Le dije que no, que era su hijo y trató de abrir un poco más sus ojos, que los años y las dolencias van dejando minúsculos y desorientados.
Está muy débil, su corazón trabaja a medio gas, agotado. De tanto en tanto me observa un breve instante y me pregunta cómo me enteré de que estaba mala. Me llamaron al móvil, respondo yo. Y cada vez ella apostilla: fíjate qué adelantos hay. Estoy contenta de que estés aquí porque yes el mi fíu.
He podido hablar muy poco con ella, se le cierran los ojos, se queda traspuesta, se me va. En uno de esos pocos momentos, me miró fijamente y me dijo: se me está olvidando todo.
Su sueño es muy agitado, se mueve, respira entrecortadamente, murmura palabras ininteligibles, suspira. En la boca entreabierta se le pone una expresión de niña. Me pregunto qué bulle en su cabeza, qué imágenes se le agolpan, qué sueños le quedan por soñar. Puede que sea el momento en que ya sólo queda soñar, la antesala de los sueños infinitos, el eterno batiburrillo de los recuerdos, sin orden ni concierto, piezas del rompecabezas que fue una vida. A lo mejor por eso se le están olvidando las cosas, porque ya los recuerdos abandonan la vigilia y se alistan al otro lado, en los sueños, libres, infinitos, eternos, tan aleatorios en su orden como azaroso fue el acontecer de la vida a este lado.
A mediodía salí unos minutos de su habitación y la dejé sola. Cuando regresé, la enfermera, una amable señora, estaba a punto de darle la comida. Le dije que yo lo haría. Antes de salir, me contó que poco antes había visto en la habitación a una mujer que miraba a mi madre. Ella, la enfermera, le preguntó que si la conocía y era a mi madre a quien estaba buscando. Le respondió que sí, sin añadir nada. Me extrañó, pues pensé que nadie más que yo estaba aún al tanto de su nueva hospitalización. Así que la interrogué sobre su aspecto o cualquier detalle que me diera una pista de la identidad de la dama aquella y de su fugaz visita. No lo sé, me respondió, no la vi entrar ni salir, estaba aquí dentro hace un rato, ahora no sé adónde habrá ido. No he sabido más de ella en todo el día.

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