25 julio, 2006

Qué memoria me importa más.

No debe una sociedad decente perder la memoria, pero es muy complicado recuperar los recuerdos y transmitirlos ecuánimemente. Las políticas de la memoria colectiva son un terreno abonado para la manipulación y está siempre presente el riesgo de que sucumban ante estrategias interesadas, partidistas, políticas de memoria selectiva, de memoria parcial o fragmentaria, que son de desmemoria. Ya hemos dialogado aquí algo sobre el empeño de las fuerzas parlamentarias hoy dominantes para rescatar la conciencia de lo que fue la II República o la guerra civil, y no quisiera repetirme. A este propósito, sólo pretendo volver a resaltar que tales remembranzas sólo se justifican por el afán de hacer justicia a las víctimas y por el de aleccionar a las generaciones actuales sobre las consecuencias de determinadas maneras de entender la lucha política y el debate social. Propósitos nobles ambos, pero que requieren el esfuerzo de la equidad, de dar a cada uno lo suyo y, sobre todo, de no convertir ese plan en baza electoral o en revancha de despiste. Nada más contraproducente que reabrir heridas y fomentar maniqueísmos so pretexto de traer el pasado al presente. Tanto el silencio como el grito militante y furibundo contaminan de ilegitimidad un designio necesario. No debe importar tanto quién mató más o quién tuvo mayores culpas de aquellos atentados contra la libertad y la dignidad de las personas como enseñar a todos, y sobre todo a los que aún pueden aprender, qué procesos de demencia colectiva y de fanatismo amenazan a las comunidades que no profesan fe bastante en las reglas del juego democrático. En mi opinión, la reflexión sobre nuestro pasado ha de enseñarnos ante todo que una sociedad no imbuida de la convicción liberal, en el sentido político más noble de este término, es una sociedad potencialmente cainita, siempre al borde del abismo y tentada por el exterminio del otro. Debemos mostrar a la juventud que el rival político que juegue en buena lid no es jamás un enemigo, menos aún un demonio o un apestado, sino un compañero en la empresa común del gobierno, alguien que nos propone alternativas y las somete a nuestro juicio libre, ya se exprese éste en las urnas o en el debate social. Poco se percibe de semejante filosofía política en las agresivas proclamas de los partidos actuales, todos, sea cual sea el campo en que se enfrenten, incluido aquel de la llamada memoria histórica.
Personalmente me interesaría aún más una política, a ser posible pactada y leal, orientada a explicar a la juventud cómo fue la vida bajo el franquismo, atendiendo en particular a la vida ordinaria, al día a día de las gentes. Mi personal y bienintencionado ajuste de cuentas lo quiero con aquella época oscura, cutre, triste. De la República sé por los libros y me sumen en sana perplejidad intelectual las polémicas de esos historiadores, de acá y de allá, que tienen más de militantes que de científicos sociales. De la guerra conocí por mis padres y otros de su generación historias de espanto de todos los colores. Ellos mismos me narraron muchas veces los horrores de la primera postguerra, la prepresión que mi padre contempló, aún como soldado, en el penal de Burgos, el hambre desesperada de toda la familia de mi madre, que salía a los caminos y a los campos a mendigar restos de comida o a buscar simples hierbas con las que poder hacer una sopa aguada para no morir de inanición. Y he leído bastante de lo que en aquellos años cuarenta escribía un miserable hatajo de intelectuales del régimen, paniaguados que iban cambiando los tonos de su discurso a medida que se modificaban las circunstancias del régimen, primero con acentos abiertamente hitlerianos y después tejiendo aquella perversa síntesis de autoritarismo personalista y de lectura sesgada de los clásicos del pensamiento tomista y de la Escuela Española de Derecho Natural. La vileza de arribistas cultos, representados de modo eminente por un Legaz Lacambra, por citar un solo caso, debería quedar como testimonio indeleble de nuestra historia nacional de la infamia. Pero hablar, todavía hoy, de estas últimas cosas sigue resultando problemático, pues ahí aparecen, con sus miserias al aire, muchos de los que fueron maestros y parientes de más de uno de los que todavía cortan el bacalao, ya sea en el parlamento, la academia o los medios culturales. Alguna vez he pensado publicar una antología de aquellos escritos, en colaboración con alguno que fue doctorando conmigo y trabajó a fondo estos temas. Ya veremos.
Sí tengo recuerdos personales de la vida bajo la dictadura, pues murió Franco el mismo año en que comencé mi carrera. Me sorprende lo ajenas que mis vivencias juveniles les suenan a los muchachos de hoy. Y me gustaría que entre muchos fuéramos capaces de mostrarles, a ellos que piensan que la libertad es gratis y la democracia una institución natural y espontánea, cómo era la vida bajo una dictadura, bajo una dictadura represora, obtusa y confesional.
Puede que a muchos de los que vamos siendo mayores nos atenace una especie de amnesia deliberada. Enternece ver a padres y abuelos adaptarse con el mejor espíritu a los aires de tolerancia y libertad que barrieron de nuestro país, después del setenta y cinco o del setenta y ocho, los recuerdos de aquel oprobio, de aquella vida domesticada, de aquel miedo. A las buenas gentes las posee una especie de pudor, de vergüenza, de sano deseo, también, de mirar hacia adelante y de recuperar en lo posible el tiempo perdido en temores, conformidades y forzadas oraciones. Y muchos de los que nos gobiernan, a un lado o a otro, tienen poco interés en destapar esa parte más inmediata del pasado, pues habría que explicar dónde estaban o qué hacían sus propios parientes, o ellos mismos.
Comprometámonos los que podamos a relatar, del modo que sea y en los foros a los que logremos acceder, cómo era la vida en aquellos tiempos oscuros de la represión y la censura. No con ánimo meramente justiciero, con designio aleccionador más bien y para que por contraste se perciba cuánto vale esta libertad, que no es una libertad natural, sino un muy frágil equilibrio entre las presiones de tarados y trepas de todo pelaje.
Fueron muchos los muertos durante la guerra y durante la persecución que la siguió, y bien está recordarlos y lavar su nombre cuando fueran inocentes vilmente ajusticiados y torturados, sin duda. Pero hace falta también rendir homenaje a todos los que siguieron viviendo en medio de aquel poder asfixiante que vigilaba todos sus actos y castigaba al que se saliera de la ortodoxia, en la calle, en la casa, en el bar, en el trabajo, hasta en la cama.
Otros días iré, como modesta aportación personal, sacando aquí mi pequeña memoria de tantas pequeñas cosas de aquellos tiempos indignos. De aquella abuela que tenía catorce hijos y se volvió loca, mientras el cura de su parroquia le decía que era una puta y se condenaría si no seguía dándose a su marido y pariendo toda la prole que dios le enviara. De la guardia civil multando a mi padre por segar en domingo las hierba que habrían de comer sus vacas. De mi mismo, con mis trece o catorce años, psicológicamente torturado por aquellos curas que aseguraban que poseían prueba científica de que se nos secaría la médula espinal y nos quedaríamos inválidos si nos masturbábamos. De esto no hace setenta años, hace treinta u cuatro, solamente treinta y cuatro.

31 comentarios:

Tumbaíto dijo...

Una sociedad liberal jamás permitiría que su gobierno fuese el motor de la "memoría colectiva".

En Cataluña, estamos viendo qué es la memoria colectiva: la opinión de aquellos tan inútiles que permitieron que Franco gobernase durante cuarenta años. Y su memoria, no es menos inútil que ellos.

Conozco gentes de mi derredor que hasta hace poco hablaban con toda normalidad del franquismo, pero... Las cosas cambian.

Anónimo dijo...

inútiles? sospecho que no era cuestión de inutilidad, sino de libertad(es).

Tumbaíto dijo...

Ninguno de los dos bandos creían en la libertad.

Anónimo dijo...

Hombre profesor y entre tortura y tortura referida a la masturbación, algo de literatura, historia y matemáticas le ensenarían los curas (y paso bastante de ellos).
Lo que llama la atención, siempre que sale el tema, es como semejante "asesino" muriese en la cama sin ser derrocado. Fidel Castro debe saberlo, pues lleva el mismo camino.

Anónimo dijo...

La cuestión de la memoria no es nueva. Lo que hizo el franquismo, entre otras cosas, fue construir una memoria -la que le interesaba. Entonces no se llamaba memoria histórica, se llamaba historia de la Cruzada, pero el concepto no era tan distante. Ahora toca acercarse un poquillo a los temas cuidadosamente ocultos -obviamente, los más asquerosos. Pero no creo que lo haga el PSOE, que más allá de ciertas manifestaciones escogidas por sus asesores de imagen es esencialmente conformista y conservador. Lo tenemos que hacer entre todos.

Tumbaíto dijo...

¿El franquismo construyó una memoria? ¿Usted cree que las creencias de los españoles acerca de la Guerra Civil son franquistas?
Mire... El franquismo tiene carencias tan impresionantes que lo hacen incapaz de crear un acervo de opiniones más o menos respetable sobre aquellos hechos.

Lo que podría pasar es que jamás se llegara a dar cuerpo a un acervo de opiniones sobre la Guerra que fuese referencia entre la gente culta.

Ahora bien, lo que quieren crear "UNA memoria histórica" son políticamente muy peligrosos, y los que opinan que existe "UNA memoria histórica" más cortos de miras que un topo.

Hay infinidad de visiones y, la desgracia, es que esas visiones nunca serán literatura histórica. Pero no dudo de que las mejores perspectivas serán las venideras.

Sólo podemos convivir si las visiones descollantes son consecuencia del "genio español"; o sea, si somo capaces de identificar en esas visiones descollantes la huella de nuestra nación.

Y, a todas luces, cualquier Ministerio de Incultura no puede hacer eso.

Anónimo dijo...

Como simple botón razonado de muestra del conservadurismo (¿fascista, en última instancia?) que parece mantener el actual gobierno de España.

http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=6&idioma=CAS&idnoticia_PK=325429&idseccio_PK=472&h=060726

Los juicios de la dictadura

Resulta imposible legitimar los procesos militares sumarísimos que hubo en el franquismo


JOSÉ ANTONIO MARTÍN PALLÍN
MAGISTRADO EMÉRITO DEL TRIBUNAL SUPREMO

Uno de los más eminentes juristas de la historia contemporánea, Gustav Radbruch, decía, muy plásticamente, que una orden es una orden y eso está muy bien para mantener la disciplina militar, pero un jurista no puede conformarse con una máxima tan esquemática. La ley no es todo texto escrito que figure en los periódicos oficiales de los diversos regímenes que en el mundo han sido y que, por desgracia, todavía se perpetúan en diversos lugares.
Mantener esta postura le ocasionó al profesor alemán la persecución del régimen nazi y su exilio en Oxford, donde siguió dándonos lecciones sobre el papel de los juristas como buscadores del equilibrio entre los valores irrenunciables del Estado de derecho y los textos legales, más o menos rígidos, que contienen las hemerotecas jurídicas.
Si la ley se reduce a una tabla pétrea, promulgada por el que se arroga la exclusividad de la razón y la representación de los ciudadanos, sin tener en cuenta su origen y su contenido, debemos advertir que estos rupestres argumentos fueron laminados de forma irrefutable en los procesos de desnazificación que culminan en los tribunales de Núremberg y, especialmente, en el juicio que inmortalizó la película de Stanley Kramer Vencedores o vencidos (1961), sobre las condenas impuestas a los altos responsables de la magistratura alemana que aceptaron o miraron hacia otro lado ante leyes que constituían verdaderos crímenes contra la humanidad.
Si los fervientes seguidores de la seguridad jurídica elevan su salvaguarda a la categoría de dogma intocable, incluso ante un sistema penal brutalmente represivo, deben llegar a sus últimas consecuencias y extender esta teoría a toda clase de leyes, procedan de donde procedan y sea cual sea su contenido.
Desbocados por esa pendiente, tendrán que admitir que la esterilización de los asociales y la solución final de Hitler que dio paso a las cámaras de gas son el producto legal de la voluntad de los gobernantes, imposibles de anular.
Según las tesis que se escuchan últimamente, tengo la sensación de que anular todas las decisiones amparadas en estos monstruos legislativos afectaría, también, a la seguridad jurídica. ¿Se han tomado la molestia de repasar los bandos de guerra y las normas posteriores que regulaban los consejos de guerra sumarísimos?

A LA VISTA de las posturas, públicamente insinuadas por altos responsables del Gobierno sobre la imposibilidad de anular los consejos de guerra sumarísimos del franquismo, se me ocurre plantear algunas cuestiones:
¿Se puede mantener en la Europa comunitaria y en el mundo civilizado que un proceso con jueces designados a dedo por su fidelidad al fascismo debe ser respetado frente a las exigencias del Estado de derecho? ¿Pueden sostener que se garantizaba un juicio justo y con todas las garantías, el derecho de defensa y la igualdad de oportunidades entre el acusador y el acusado? ¿Tenían la posibilidad de utilizar medios de prueba de descargo? ¿Podían exigir que la sentencia razonase las causas por las que se imponían, una tras otra, innumerables condenas de muerte? ¿Se puede afirmar que existía alguna vía para recurrir a un tribunal superior que revisase la condena? ¿Se puede sustraer a la opinión pública que la última instancia era el caudillo de España que, como señor de la vida y de la muerte, confirmaba la ejecución o la conmutaba por 30 años de reclusión?
Los que, desde el anonimato, asesoran al Gobierno sobre la intangibilidad de estos traumáticos e inasumibles sucesos del pasado tienen que exponer sus argumentos. Las decisiones políticas no nos competen a los juristas, pero, en mi opinión, existen alternativas más adecuadas a las respuestas que está dando la comunidad internacional a los crímenes de las dictaduras militares.
En el debate jurídico, toda postura está sometida a contradicción. Es posible que esté equivocado, pero el horror y la ignominia que supone para una sociedad ignorar estos planteamientos puede marcarnos para el futuro y perpetuar una aspiración de todos los fascismos: que los ciudadanos sientan el temor de expresar sus opiniones con libertad. Espero humildemente, y con la promesa de admitir mis errores, que alguien sostenga, con argumentos jurídicos, que no es posible anular los juicios sumarísimos de un régimen totalitario.

CONFÍO EN que no repitan la fundamentación que se asumió en algunas resoluciones de la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo y del propio Tribunal Constitucional. Parece que los asesores legales invocan la doctrina del Tribunal Constitucional que considera las sentencias omo "pronunciamientos judiciales" emanados del poder político constituido. El argumento final de una simple resolución que declara la inadmisión de un recurso de amparo debe ser conocida: "La dura realidad de la historia no puede soslayarse en lo jurídico con procesos de revisión indefinida".
Creo, con todo respeto, que despachar un recurso de revisión contra sentencias recaídas en consejos de guerra sumarísimos con el argumento de que, al fin y al cabo, era el ordenamiento jurídico vigente en la época, es incompatible con las normas del Derecho Internacional de los derechos humanos. Nos ha costado sangre, sudor y lágrimas construirlo en medio de continuos fracasos. Por favor, no fracasemos una vez más.

Tumbaíto dijo...

Y qué hacemos con el Decreto de Nueva Planta?

Anónimo dijo...

Tumbaíto : a qué se refiere con lo del Decreto de Nueva Planta? Podría matizar lo que ninguno de los dos bandos buscaban la libertad?

Tumbaíto dijo...

No, no es matizable; los dos contendientes eras liberticidas.

Su propósito era reducir la libertad hasta el punto de que sólo cupiese la realización de sus propósitos anti-liberales.

Anónimo dijo...

No me ha respondido a lo del Decreto de la Nueva Planta.
Respecto a lo de la libertad, se que la definición podría dar para jubilarnos aquí pero , somos libres ahora?

Tumbaíto dijo...

Si anulamos decisiones judiciales que desplegaron sus efectos en el pasado en la medida en que si los desplegasen ahora sería un desplegamiento nulo. Entonces los nacionalistas pedirán que se declare nulo ese real decreto. Lo que implicaría que los actos que se ejecutaron, dejaran de tener como referente un texto legal.

Eso depende de la concepción de cada uno, yo creo que soy libre cada vez que consigo vislumbrar una opinión moral capaz de ser referente de mi comportamiento.

Anónimo dijo...

Tumbaíto :
i)Gracias por la aclaración, buenísimo el razonamiento auqnque algo corto, más explicado creo que sería impepinable.
ii) dice : "...yo creo que soy libre... de mi comportamiento" aunque estuviese Vd en la cárcel? , si está en la cárcel ya no es libre aunque vislumbre.

Tumbaíto dijo...

Se puede ser libérrimo, vistiendo el hábito de san Bruno. Entre -si le apeteciese, claro- en la página de la Gran Cartuja; es un lindeza de la arquitectura.

Esos señores practican el silencio y la vida eremítica. En vez de celdas -como en la mayoría de monasterios- tienen casitas adosadas con jardín.

Le quiero decir con eso que su vida es más dura que la de un preso y, sin embargo, son libres.

Anónimo dijo...

Tumbaíto :
Le cacé admítalo, porque el cisterciense o el cartujano, me da la impresión que si se quiere marchar se marcha del lugar. El preso si se escapa, cosa que cada< vez está más difícil, pero puede ser se le pone en busca y captura.
Pero es igual, entiendo perfectamente lo que me quiere Vd significar.
Me gustaría más que aumentara más su perfecto, en mi opinión a salvo de otra más docta, razonamiento anterior. Si es tan amable.

Tumbaíto dijo...

Mire, desde niño, en todos mis exámenes podemos leer:

Demasiado escueto.
En clase se dijeron más cosas.
Debío extenderse más.
Su padre se puede permitir que gaste bolígrado.
Demúestrenos que sabe escribir.
etc.

¡Dígame usted que cree que falta!

Anónimo dijo...

Tumbaíto,
es Vd el que ha hecho el razonamiento, yo creo que ha desmantelado Vd de un plumazo el intento de anulación de juicios en consejo de guerra sumarísimos.
Simplemente me gustaría que matizara, por ejemplo : Si se declara nulo el Decreto de Nueva Planta, afirma Vd que ello implicaría que los actos que se ejecutaron habrán dejado de tener como referente un texto legal.
Entonces si se anularan los consejos de guerra de marras, que implicaría que se dejase sin referencia el texto legal que los justificó?

Tumbaíto dijo...

Significaría que en la medida que el Decreto de Nueva Planta -que no fue uno, pero me refería al que tuvo como objeto Catalonia- era el referente de un desplegamiento efectivo, en esa medida, quedaría desamparado.

Ahora bien, cualquier mente mínimamente amueblada sabe que el parlamento español puede declarar nulo ese decreto tanto como puede declarar nula la carta magna británica.

En el manual de García de Enterría hay un texto oscurísimo, en concreto: cuando habla de la costumbre en derecho administrativo -creo- en la que explica como textos jurídicos pueden quedar apartados de la realidad jurídica.

Anónimo dijo...

Me da la impresión de que estáis resbalando por la tangente; lo que se niega es la mayor, es decir, que los esperpentos sumarísimos fueran decisiones judiciales. Eran actos de fuerza de quien había usurpado el poder.

Desde este punto de vista, en lo concreto de la represión de la postguerra, los actos que se ejecutaron nunca tuvieron como referente un texto legal.

En cuanto al Decreto de Nueva Planta sobre Cataluña, algo más lejano en el tiempo, no hace falta declararlo nulo, porque de hecho la evolución jurídica y administrativa se lo ha comido -último acto digestivo, por ahora, el pasado 18 de junio.

Último inciso, aunque yo no entre en esa parte de la discusión: da también la impresión de que estáis hablando de dos tipos de libertad (por lo menos), con lo cual será difícil que lleguéis a conclusiones. Sugerencia: aclarad las definiciones y diferenciad términos, o bien ponedles subíndices o superíndices, y seguid en el loable empeño.

Salud,

Tumbaíto dijo...

Dice Vd: "la evolución jurídica y administrativa se lo ha comido", cierto. Igual que la "evolución" jurídica y administrativa que afloró en 1936, cocinó una nueva realidad jurídica para España.

Qué los acaecimientos conllevaron un cambio en la realidad jurídica de España es innegable, porque la constitución republicana nunca fue derogada y, sin embargo, no rige la realidad social.

Naturalmente, si la realidad social no hubiese sufrido ninguna alteración, entonces la constitución republicana hubiese tenido que ser derogada para que dejase de regir.

Por ende, creo que el Poder Judicial post-comunista gozaba de referentes legales que tenían, a su vez, sólido asiento en la realidad social.

Y, llegaría más lejos, negados los referentes legales que legitimaban aquellos tribunales, nuestra actual realidad social quedaría sin cobertura legal.

Anónimo dijo...

i) Para un amigo y ii) para Tumbaíto

i) Sobre la libertad (positiva y negativa) ya nos ilustró sabiamente no hace tanto garciamado aquí en el blog. Yo simplemente charlaba con Tumbaíto acerca de por qué le parecía a él que los dos bandos de la "Guerra" eran liberticidas y nos fuímos un poco al divague. Siento si le aburrimos.
ii) por qué ,si negamos los referentes legales que legitimaban aquellos tribunales, quedaría sin cobertura legal nuestra actual realidad social?

Anónimo dijo...

Acepto el uso del verbo cocinar.

Pero ya que vamos de verbos te sugiero que reflexiones sobre la diferencia entre digerir y regurgitar.

Salud,

Tumbaíto dijo...

Creo que es una cuestión sociológica: porque de esta sociedad -pero de aquel entonces- son esas leyes.

Si declarásemos nulas las leyes que fueron referente legal de aquellos primeros momentos, se quedara sin referentes legales uno de las etapas-creadoras de nuestra sociedad.

Aunque claro... es más sencillo ser buenos en el pasado que en el presente que hay que hacer cosas.

Anónimo dijo...

Es tan sencillo, tan sencillo, tan sencillo ... que nadie se atreve.

Supongo pues que hablamos de universos paralelos.

Tumbaíto dijo...

¿universos paralelos?

Anónimo dijo...

un amigo
la memoria histórica de la que habla, no la conocemos ya? No es que Franco era malvado y que coartaba las libertades y que los juicios sumarísimos y tal. Qué se olvida que no se "sepa" ya?

Tumbaíto dijo...

No se sabe que el asesino gobierno republicano que quiso someter al Pueblo de España a modos de subsistencia como los de Ucrania eran angelitos.

Anónimo dijo...

Tumbaíto
En las encuestas que aparecen en el Mundo un 57% de los preguntados opinan que la República hubiese llevado a una democracia "como la nuestra".
En lo demás no les hace falta memoria : en lo de Franco que asesinó y tal...

Tumbaíto dijo...

Más del cincuenta por ciento de la población cree en la generación espontánea.

Anónimo dijo...

Sí y también más del ochenta por ciento quiere endurecer las penas para un pobre desdichado que se ve en la necesidad de robar con violencia y más del noventa por ciento van con el carnet del PSOE en la boca para enchufarse en la administración.
¡que crezcan rápido la generación de mi hijo!

Anónimo dijo...

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