13 noviembre, 2006

Las guerras de los abuelos.

Breve y conciso, que ando con la cabeza a pájaros después del vuelo desde Bogotá –esta vez en clase turista, sin concesiones de Iberia, maldición- y de que el tramo a León acabara en Valladolid, por la niebla.
Ya conté aquí alguna vez que a un tío mío, llamado Valiente, hermano de mi padre, lo fusilaron los franquistas durante la guerra, al parecer. Injusto, lamentable, triste. Todos cuentan que era un buen hombre. Era soltero y no dejó hijos. Bien, ¿y qué hago?, ¿le pongo una esquela a estas alturas ciscándome en quienes lo mataron? ¡SETENTA AÑOS DESPUÉS!
Me sumo a los que lamentan todo este juego simbólico incitado por esos buenisísimos que, en su ansia infinita de paz, andan reticentes a que se anulen juicios o se concedan pensiones, pero aplauden que se envenenen recuerdos y se reediten odios.
Me viene esto a la cabeza en este momento porque un amigo me escribe y me hace reparar en el texto que en La Nueva España, de Oviedo, publica hoy David Ruíz, historiador bien conocido en mi tierra, creo que catedrático universitario ya jubilado, vinculado fuertemente a la izquierda y, si no estoy en un error, antiguo cura. En mis tiempos en Oviedo sólo coincidí con él una vez, en una reunión de algo. En cuanto nos presentaron me soltó: "ah, el famoso García Amado, he oído que eres arbitrario y déspota". "¿Y eso?", pregunté yo. "Pues una amiga mía me dijo que la habías mandado a paseo cuando fue a reclamar por su muy injusto suspenso", me explicó con cara de muy pocos amigos. Le pregunté el nombre de la chavala. Al día siguiente miré el examen y tenía una nota de uno (sobre diez, claro). Y también recordé que yo la había tratado con corrección, como procuro hacer siempre. Eso sí, la niña era monilla. Sería sobrina suya, supongo.
Pues en su breve texto de hoy sale el veterano historiador en defensa del abuelísimo, de ese fusilado tan insigne que un día de estos va a dejar pequeño a Lorca. Hago mal, sí, en gastarme chanzas con el tema. Descanse en paz aquel capitán Lozano que murió a manos de los facinerosos que se alzaron contra una República legítima. Pero es que anda su nieto con cierta pasión necrófila y agitando los muertos de todos, seguramente para su propio beneficio, pues es hombre que no repara en gastos cuando es hora de atropar votos. Lo que pasa es que, como esto siga así, hasta los muertos se le van a amontillar un día.
Defiende David Ruiz al abuelo zetapense de la acusación que ya muchos habíamos oído por aquellas tierras astures, la de haber empleado mano bien dura contra los mineros en la represión de la revolución del 34. Un día, no hace mucho, un señor mayor, conocedor de la historia y las historias, dijo: al capitán Lozano lo mataron los nacionales porque lo cogieron antes, pues si lo llegan a pillar los mineros después de lo del 34... Quién sabe. Como quiera que sea, estimula ver que un historiador de los que mucho simpatizan con los poco constitucionalistas revolucionarios del 34 asume ahora la defensa de un simple capitán de los que tuvieron que reprimirlos a sangre y fuego.
Andamos en plena promiscuidad de legitimidades contradictorias. ¿También sería defendido lo que hizo en el 34 si no lo hubieran fusilado después del 36? ¿Y si...? Ah, la historia, qué gran ciencia.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Confieso que no he leído nada de D. David Ruiz, y que aun dando por cierta su simpatía con los revolucionarios del 34, desconozco si se trata de una mera simpatía hacia los correligionarios de antaño, o de que comparte los argumentos con los que justificaban su insurrección los propios insurrectos. En el primer caso, su opinión no debería ser tomada como la de un historiador profesional, sino como la de un nostálgico de pasadas utopias revolucionarias, sin mayor relevancia. Pero en el segundo caso, resulta esquizofrénico justificar la insurrección contra el orden republicano y, a la vez, la defensa de la república mediante el aplastamiento militar.

Esta esquizofrenia, sin embargo, no solo no es rara, sino que constituye una de las características del pensamiento de ZP, quien se autodenomina socialista y practica una política capitalista: según los datos de la contabilidad nacional, la participación de las rentas del trabajo en el conjunto de las renta nacional ha disminuído en los dos últimos años, mientras que se ha incrementado la participación de las rentas del capital. Y para qué hablar del incremento de las desigualdades territoriales (en inversiones del estado, en transferencias presupuestarias, etc. etc.) que conlleva las cesiones a los nacionalismos, especialmente al vasco y al catalán, en virtud de las cuales los que más tienen son los que más reciben. Puro socialismo.

Y en cuanto a la triste guerra civil de nuestros ancestros, lo reamente penoso es que los nietos de los vencidos se quejen cuando la causa de su derrota fué, precisamente, la incompetencia de sus padres y abuelos, su sectarismo, su incapacidad política, su división y su miseria ideológica. Debería darles vergüenza recordar tanta ineptitud.

Tumbaíto dijo...

Se dice que el abuelito de nuestro queridísimo presidente fue muy competente matando pobres en Asturias.

¡Si hasta el franquismo pudo hacer cosas buenas!

Anónimo dijo...

Calificar a los legionarios como tropas mercenarias, como lo hace este D. David, es indigno, yo como ex-legionario no me identifico con el calificativo, nunca fuímos mercenarios porque nada pedimos, ni yo ni mis compañeros de armas, que no fuese el servicio permanente, mientras a la Legión pertenecimos.
Cuestión distinta, es que yo ahora, si tuviese que servir a la patria en caso de conflicto armado, seguramente lo hiciese como guerrillero y no encuadrado en el Ejército. Pero un buen recurdo de La Legión siempre tendré.