20 enero, 2007

Premio por narices. Por Francisco Sosa Wagner

Por estas tierras y por otras más allá de nuestras fronteras castellano-leonesas hay galardones que premian a las narices finas, a los profesionales que, a través del olfato, saben identificar los vinos, su calidad, su procedencia, su música, los versos que traen en sus colores límpidos, las esperanzas que suscitan ... Hay premios preciosos: la “nariz de oro”, ¿a quien no le gustaría ser nariz de oro? Sabemos que la nariz es símbolo, lenguaje, no hay nada sin la nariz y todo se vuelve tenebroso sin el olfato que nos acerca a los altares de los olores, a la intimidad de las flores salvajes, a un tiempo alivio y agasajo. Si esto es la nariz ¡qué no será la nariz de oro! A dos jóvenes leoneses, vinculados al restaurante Formela de la capital, les han dado un premio merecido en Cataluña por su habilidad para interpretar el secreto de los vinos.
Creo que estas pericias son cosa fina y por eso debería haber el “cervantes” de los olores pues Cervantes dejó algunas ideas muy concertadas sobre olores y narices. Como Quevedo, para quien “el de narices meñiques y romas, llamadas nariguetas ... ya en vida empiezan a hacer diligencias para calaveras” y “a un hombre de gran nariz” le dedicó el mismo poeta unos versos que justamente pasan por ser de grandísimo y fino ingenio. O sea que las narices son capitales para andar por la vida con un cierto empaque y aplomo, nadie con buenas narices ha de temer por su papel en la sociedad pues a buen seguro que será destacado. En un cuento de Gogol, que se llama precisamente “la nariz”, a un funcionario se le cae su nariz y al chocar contra el suelo hace un ruido como de corcho: esa es la nariz que ha de ser evitada porque es la que lleva a la frustración y al abandono estéril y censurable. Luego Shostakovitsch hizo una ópera que se ha representado el año pasado en el Auditorio de León y que es buena dentro de lo que es la ópera que se hizo en el siglo XX.
La nariz de Cyrano de Bergerac resulta de gran empaque literario porque es de las más solemnes y a quien haya seguido las anotaciones de Proust sobre sus encuentros con personajes de la literatura, recordará que, cuando conoció a Anatole France, anotó: “tiene una nariz roja que parece la concha de un caracol”.
Las narices han de ser hermosas, grandes, de rasgos destacados y firmes, no es gratuito que los alemanes asocien en su lengua la envergadura de la nariz con la capacidad y la potencia en el acometimiento sexual.
Si, encima, la nariz se utiliza para oler vinos como es el caso del sumiller, estamos ya ante las glorias corporales más envidiables. Porque el vino ostenta también un prestigio en las letras muy destacado, Goethe, que escribió sobre vinos, era un consumidor tenaz y por su obra conocemos sus preferencias, hace poco se han publicado en castellano sus “Conversaciones” con Eckermann que están llenas de referencias a su afición al bebercio.
Esta vinculación entre vino y literatura no sorprende porque, si hay un ámbito donde se está engendrando un lenguaje creativo, es el que proporciona el actual trasiego con los vinos. Cuando proliferan las jergas profesionales, a cual más abstrusa, cuando cada día somos víctimas de unos sublenguajes lastimosos, cuando adoptamos sin inmutarnos el lenguaje de los terroristas, ofreciéndoles ya la victoria de la palabra sagrada, resulta que la enología es la única ciencia que crea idioma con galanura. Por eso nos habla de vinos “con orgullosa expresión tánica”, “complejo aroma seco y amplio”, “sincero en nariz y noble”, “aterciopelado y carnoso” y otras lindezas afrutadas y cálidas que nos evocan además colores púrpura caldera, granate con tonos violáceos o yodados, caoba luminoso... Solo un fino poeta, de esos que aún quedan que no son cazadores de premios, podría emplear las imágenes con mejor propiedad.
El sumiller, el vino, la nariz, los aromas, el misterio ...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

... Enfin parodiant Pyrame en un sanglot
"Le voilà donc ce nez qui des traits de son maître
A détruit l'harmonie ! Il en rougit, le traître !"


(Y van dos con el mismo...).

IuRiSPRuDeNT dijo...

Bueno pues na, el chorizo asado fresco de vacuno lo acompañaré con un carmerere chileno a ver que tal me sienta, no se si podre afinar la nariz. Será la primera vez que pruebo un vino chileno.