08 marzo, 2007

Medellín, jueves

Es mediodía y en Medellín diluvia. Intentan explicarme los vaivenes del clima de aquí y organizan un lío bárbaro con El Niño y La Niña. Así que no me entero, pero ya quisiéramos toda esta agua en nuestros embalses.
La ciudad está llena de obras y los atascos son importantes. Cuentan que se debe a que es el último año de mandato del alcalde, que resultó un alcalde honrado, y que se trata de gastar todo el dinero que hay en las arcas municipales, para que el siguiente, si sale malo -como es de esperar, dicen- tenga menos que robar. Así están las cosas.
Esta mañana tres horas de clase en una nueva maestría de la universidad pública. El auditorio, como siempre, magnífico. Todos quieren preguntar y opinar y andan sedientos de doctrina. Y un servidor cargándose las pilas y recuperando ánimos a marchas forzadas.
Tras la clase algunos salen corriendo a escuchar a Tugenhadt, el viejo y prestigioso filósofo alemán que imparte aquí unas lecciones. Los acompaño y contemplo encantado cómo diserta el veterano profesor. Habla sobre Kant en español perfecto, lee párrafos de obras kantianas, explica, se para de vez en cuando a reflexionar, dialoga con los asistentes. Está muy sordo y los que le preguntan tienen que acercarse y hablar a grito pelado. Luego comparto coche con él y nos cuenta de sus peripecias de decano en el Heidelberg del 68 y de su compromiso con los jóvenes alemanes de entonces. Se entristece al referir que los estudiantes alemanes de hoy ya no tienen inquietudes ni empuje. Debería conocer a los nuestros para animarse.
Me quedo pensando que quizán la vocación para estos menesteres no depende tanto de lo que uno quiera hacer mañana cuanto de cómo le gusta imaginarse de viejo. Yo lo tengo claro: quiero ser así y conservar el entusiasmo que acabo de verle a Tugenhadt, salvadas todas las distancias que haya que salvar. Otra cosa es que a nosotros nos dejen y no nos coman por completo la moral antes los burócratas y los trepas de nuestro medio. Aunque siempre nos quedará el exilio, aunque sea el exilio interior.
Diablos, enciendo la radio, esperando salsa aborigen o un poco de vallenato, y sale Mecano con Cruz de navajas. Cosas de la globalización.
Esta tarde vuelvo al tajo y no me da ninguna pereza. Es raro todo esto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La universidad de Medellín no es pública sino privada, privadísima diría yo. Por lo demás, al menos a usted la queda la opción del exilio exterior. A otros, solo seguir y seguir, confiando que vendrán tiempos mejores.

Juan Antonio García Amado dijo...

Tiene razón, Anónimo, la Universidad de Medellín que se llama "Universidad de Medellín" es totalmente privada. Pero la Universidad de Medellín a la que yo me refería es la Universidad de Antioquia, que es pública y es, junto con la Universidad Nacional, la más grande e importante universidad pública de Colombia.
El distinto ambiente se nota en muchas cosas. En la universidad pública, como esta de Antioquia, hay estos días muchas protestas de estudiantes contra la visita de Bush a Colombia la próxima semana. En las privadas los estudiantes no dicen ní pío de tal cosa.