30 diciembre, 2007

¡Al fin contamos con un modelo! Por Francisco Sosa Wagner

Llevamos años meditando sobre el Estado, su organización territorial, los Estatutos de autonomía, nuestra condición de nación o de cáfila, hasta el nombre de España nos empieza a parecer cateto y anticuado ... Andamos desasosegados, inquietos, no damos con la fórmula, esperamos que el Tribunal Constitucional saque los demonios de nuestras dudas de las entrañas, el gobierno idea fórmulas y anuncia reformas, todo es un ir y venir, bien intencionado, pero donde se nota cierta improvisación y un poco de despiste. Miramos a Alemania y no nos gusta, estudiamos el caso de Canadá y tampoco encaja, de los Estados Unidos ¿para qué hablar? unos fachas sin remedio, acaso Bélgica parece que anda en el buen camino, Kosovo tampoco ofrece malas trazas ... Todo es en definitiva un echar mano al mapa del mundo para encontrar el zapato a la medida de nuestra descompuesta idiosincrasia y de esta pluralidad nuestra, tan rica, porque ¡mira que hemos salido plurales los españoles! Nos ganarán en el extranjero en invenciones y patentes, pero a pluralidad no nos gana nadie. ¡Qué honra y qué gustirrinín!
Estando en estas cavilaciones, se produce el magnicidio en Pakistán, nos zarandea como es lógico el terrible acontecimiento, nos conmueve y ello nos lleva a mirar en aquella dirección, hacia a aquel Estado. Y descubrimos que es allí donde está la solución a nuestros problemas, allí, justo en aquel rincón de Asia que tan descuidado teníamos.
Porque resulta que Pakistán es un Estado multicultural, plurinacional y plurilingüístico, organizado sobre la base de cuatro provincias, dos territorios y algunas otras unidades administrativas con amplias cotas de autonomía. Alguna de esas provincias tiene aspiraciones de independencia como es el caso de Belutschistan que quiere tener su propio Estado con sus cabezas más o menos pensantes pero por lo menos con sus cabezas nucleares. Pues ¿y lenguas? Hasta cincuenta han contabilizado los especialistas aunque en esto de la riqueza lingüística no tienen las ideas muy claras los pakistaníes pues andan intentado, a través de la escuela, generalizar el uso de una de ellas (que se llama Urdu) y, por supuesto, el inglés, que lo habla fluidamente todo pakistaní culto. En vez de mimar y cultivar ese rico patrimonio, andan asesinando lenguas o, peor aún, dejándolas morir lentamente, sin darse cuenta de que están violando a la mismísima Unesco y, encima, mofándose de Mayor Zaragoza que es quien sabe de estos achaques.
En punto a religiones, aunque la mayoritaria es la musulmana, disponen de un rico surtido de otras creaciones del espíritu humano, así que tampoco pueden quejarse en punto al cultivo de espiritualidad.
Se verá pues que el camino que nosotros estamos recorriendo, a trastabillas, hacia el multiculturalismo, la multinacionalidad y el plurilingüismo, allí ya lo tienen andado e instaurado. ¿Qué dificultad existe entonces para dejarnos instruir por ellos? ¿qué esperamos para acudir a Pakistán a tomar apuntes? Solo a punible pereza puede achacarse que no estemos tomando ya las maletas para Islamabad.
Tan solo nos faltan un par de ingredientes: las etnias y las tribus. Pero es cuestión de ponerse a ello con buena voluntad. Si somos tan plurales y plurilingües ¿por qué nos vamos a arredrar por no disponer de etnias diferenciadas? Las inventamos y a otra cosa. En cuanto a las tribus, lo tenemos más fácil pues ya contamos ya con la de banqueros, con la de rectores, catedráticos, notarios, obispos, neocons y progres ... No está mal para empezar a abrir boca.
Pakistán, nuestra musa; Pakistán, nuestro destino.

28 diciembre, 2007

Yo también quiero ser muy humanitario.

Está uno harto de buenas obras para nada. A veces me recuerdo a uno de mis “maestros”, hombre tan pío como putero, que resolvía la aparente contradicción entre esos dos extremos mediante una síntesis perfecta de inocencia y equilibrio mental. Suele pasar así. Que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda y todo eso. Y si eres zurdo, mejor. Mientras no te quedes manco todo marcha a pedir de boca; y de lo que sea. A ese santo varón un querido compañero y yo lo oímos una vez hacer un comentario de esos que son dechado de sabiduría y enseñanza sempiterna. Volvía de misa de una y nos contó que ya nunca daba limosna a los pobres que pedían en la puerta de la iglesia, pues tales óbolos no desgravaban para la declaración de la renta y no hay derecho. Tal cual. Otra vez, se levantó a las cuatro de una comida de mucho compromiso en la que estábamos todos, argumentando que tenía urgentísimamente que dormir la siesta porque estaba agotado. No nos dijo con quién. Pero a la media hora el azar hizo de las suyas y lo pilló otro colega entrando sonriente en una casa de putas. Así se hace la ciencia nacional.
Se me ha ido la olla. Estábamos en que yo también me canso de buenas obras que no me rentan nada, ni siquiera buena fama y aplauso general. Creo que me pasa por (intentar) ser buena gente a secas. El aplauso se reserva para el cabrón con pintas que un día tiene un detalle o te guiña un ojo con cara de ir a joderte, pero de otra manera, esta vez sin violencia. Con esos sí se negocia y a esos sí se les da las gracias y se les paga una copichuela. Por ejemplo, tú matas a tres porque te va la marcha y nadie te mira a la cara ni te dice qué tal si quedamos en Suiza. Pero te cepillas a mil en nombre de una patria o una matria y te invitan a un final negociado de tu violencia y te ofrecen un sueldo y participación ventajosa en el putiferio estatal. Así paga Roma a los más traidores, generosamente.
Observo con perplejidad el montaje que se traen las FARC, esa narcoguerrilla colombiana especializada en matar campesinos y gentes que pasaban por allí, con ocasión de la puesta en libertad de tres de sus rehenes. Creo que al único que no han llamado al guateque es a Z(P), y ya me extraña, pues por allí va a andar la flor y nata de la liberación de los oprimidos. Supongo que será la liberación de los oprimidos secuestrados. La orquesta la dirige Chávez con el pito, pero el compás lo marca Marulanda, alias Tirofijo, uno de los más eximios intelectuales de la izquierda narcocapitalista idiotamericana. Al parecer, el último en incorporarse a la celebración es Néstor Kirchner, ahora que ha dejado a su santa al mando de ese garito lleno de modestos argentinos. Se troncha uno de risa al leer en la prensa que don Néstor debe de estar en este instante en la selva, metido en esos menesteres rescatadores. Habrá ido con Mowgli y Baloo y estará a punto de encontrarse con Kaa armada de un AK47, yo qué sé. Las pijadas que hay que oír y leer.
Pensé que era un chiste de argentinos, pero no. Resulta que este mediodía oí en un informativo radiofónico unas declaraciones en argentino, creo que del propio Kirchner, en las que hablaba de esta importante “acción humanitaria”. La tal acción humanitaria es, por lo visto, la que realizan las FARC al soltar a tres de sus secuestrados. Tienen cientos y cientos, pero con liberar a tres ya quedan como reyes y fíjate qué detalle tan navideño. Seguro que hasta el Papa les dedica una frase amable desde el balcón de San Pedro, que es un balcón con muy buenas vistas ecuménicas.
Ya sé cómo me lo voy a montar para quedar como Zeus ante el mundo mundial y que venga hasta Evo Morales a sobarme el lomo y decirme que olé mi bonhomía. Por cierto, ¿por qué no ha ido también Evo a la selva a echar un baile con los muy generosos y filantrópicos guerrilleros? También escuché en la radio hoy que las FARC habían nacido para luchar por la justicia social. Ésa es otra. Un día de éstos me va a dar por luchar por la justicia social y me liaré a tiros con el que me lleve la contraria, aunque sea un fontanero que no tenga nada que ver ni con el capitalismo ni con el butanero por el que me eché al monte. Y de paso me hago con la concesión del costo y me forro. Para que en la radio hablen de mí como un prohombre y un mecenas del copón.
Tiene bemoles lo de la acción humanitaria de las FARC. Liberan sólo a tres, que llevaban años secuestrados, y medio planeta aplaudiendo con las orejas. Worldcapullez total. Pero ya he pillado el sistema y allá vamos. Ofrezco la idea a todos los que aspiren a premios Nobel de la paz o beatificación mediática. Se trata, por ejemplo, de robar a cien incautos. Luego vas y devuelves lo de tres y llamas al presidente de alguna república bolivariana para que ponga los fuegos artificiales y la piñata. Verás como todo quisque elogia tu desprendimiento, lo generoso de tu gesto y lo considerado de tu procecer. Luego, con lo que te quede de los otros noventa y siete atracos te compras unos fusiles y unos morteros y te cargas a los primeros que pasen. Y cuentas que es tu forma de luchar contra la opresión, la globalización, las multinacionales y el picor de güevos. Eso sí.

Asturias, paraíso sobrenatural

Echo un vistazo a la prensa de mi tierra asturiana y compruebo con fruición el alto nivel de los políticos que allí manejan el cotarro. Andan entre Aristóteles y Chiquito de la Calzada, entre Cuarto Milenio y Fray Gerundio de Campazas. Arden en fiebres metafísicas, oyen voces, les nacen estigmas y socavones y se abandonan al discurso desconcertante, tipo niña de El Exorcista. Cabe que estén poseídos por algún espíritu celta, que hayan sido abducidos un buen rato por alguna nave de extraterrestres cachondos o, simplemente, que se hayan pasado estos días con la sidra El Gaitero, famosa en el mundo entero.
Vean. Nuestro Presidente de allá, que se apellida Álvarez Areces (doy esta información para los lectores murcianos, pues yo tampoco tengo ni idea de cómo se llama el presidente de Murcia, nada menos; ríete tú de la lista de los reyes godos) y es hombre amplio de miras y encajado en su sillón sin salida posible, ha declarado que “Asturias está percibiendo la alta velocidad”. Percepción extrasensorial, sin duda. Como se entere Íker Jiménez, le dedica un monográfico. Aunque a los de mi quinta nos hacía más gracia aquel Jiménez del Oso de cuando Álvarez Areces ya comenzaba a encastrarse en la poltrona.
Resulta que los asturianos han percibido la alta velocidad ya con la llegada de ese tren a Valladolid. De Valladolid el tren no pasa, pero el asturiano las pilla al vuelo. Es como un runrún aquí dentro, debajo de la boina. Una cosa así como si la Carla Bruni ya sintiera en sus entrañas el refrote sarkoziano cuando el pequeño emperador aún no se le había acercado a menos de trescientos kilómetros, una pasada de sensibilidad a flor de piel y un pedazo de radar en salvas sean las partes. Pues los asturianos igual, notando el regustillo de la velocidad cuando aún están más quietos que una neurona zapateril en conferencia de la ONU. Le dice Xuan a Xosefa: ¿Qué sientes, oh? Y ella: Ay, Xuanín, noto como si todo me temblara, debe de ser el AVE de las diez, que ta llegando a Valladolid. ¿Y préstate? Ay, como lloca me pongo.
Bien está que el Presidente de la noble nación asturiana esté a la altura (y a la anchura) de las circunstancias, pues lleva tiempo la gente de por allí percibiendo lo que no tiene, levitando mayormente y con la oreja puesta para pillar lo que ocurre en otras partes. Se acabó la minería, pero los mineros todavía cobran, las vacas son de cuota, aunque sea láctea, promocionamos el turismo como si lloviera menos que en el desierto de Atacama, y sentimos que avanzamos a toda velocidad subidos al casco de un tal Alonso, que se fue a vivir a Suiza para percibir mejor los encantos de nuestro paraíso natural.
Se ve que es política de todo un gobierno y no que Areces haya estado poseído un rato o que se indigestara con el pavo relleno. Pues ayer mismo declaraba también la Consejera de Medio Ambiente lo que sigue: que la presencia de manchas en la ría de Avilés se debe a una concatenación de hechos. Prodigio de prodigios, es la primera vez que se descubre tal cosa, la primera ocasión en que alguien cae en la cuenta de que son hechos concatenados los que causan algo tan complejo como el que una ría esté hecha una mierda. Deberían organizar un congreso de filósofos de la ciencia para profundizar en el hallazgo epistemológico de la Consejera. Un auténtico cambio de paradigma se avecina; que tiemble Thomas Kuhn, porque uno tan gordo como éste no se había visto. Ríete de Kepler, Galileo o Einstein. Ahora añadiremos a la lista de las eminencias tales a doña Belén Fernández, que no es la propietaria de una administración de loterías en una calle avilesina, sino la nueva experta en materia de causalidad científica.
Posiblemente doña Belén va a alterar también la cosmología al uso, pues lean lo que ha declarado además, para colmo de nuestra estupefacción de legos: “La situación de la ría no es hoy distinta de la de hace un año, la zona ha mejorado mucho”. Así pues, caben mejorías sin que nada cambie. La próxima vez que su señora de usted le diga que por qué sigue llegando borracho a casa una vez sí y otra también, ya sabe lo que ha de responderle: su situación de usted no es distinta de la de siempre, pero está mejorando muchísimo. En una de éstas hasta cuela, si su contraparte sabe algo de metafísica posmoderna y lodos de ría y ría. Y añada: Querida, antes de que yo saliera del bar hace un rato tú ya deberías haber percibido que estoy mucho menos bebido que otras veces.
Ya tenemos el nuevo lema turístico que hará furor: Asturias, paraíso sobrenatural.

27 diciembre, 2007

Mujercitas y mujeres

Si yo fuera mujer, además de feminista, ya estaría echando pestes contra la Bruni y maldiciendo a las féminas que hacen de florero caro para mayor lucimiento de mandamases variados y habitantes de palacios públicos o privados. Pero como soy varón, meteré la pata y volveré a quedar como machista por cualquier pendejada con doble sentido que se me escape. En este país el único tío feminista de verdad es Z(P), eso ya se sabe. Y así le va al feminismo, claro.
Si yo además de ser feminista fuera mujer, estaría en este instante escribiendo la más encendida oda a esa mujer valiente que hoy ha sido asesinada por no resignarse a ser sumisa en una cultura de falócratas sangrientos y cobardes con bomba adosada al alma. No sé si al idiota suicida e hijodeputa que se llevó por delante a Benazir Bhutto y a los que lo ayudaron y jalearon los llamarán insurgentes los tontitos y progres de pacotilla de por aquí. Igual sí. Tampoco sé si el muy feminista Z(P) aliaría nuestra civilización con la suya, supuesto que la suya sea una civilización y no un estercolero lleno de barbas, alfanjes y un Dios al que aquí le deberíamos aplicar todas las leyes antimachistas si fuéramos medianamente coherentes en lugar de ser multiculturalistas de baba y quinientos euros por la conferencia.
Ahora que por fin han conseguido asesinar a Benazir Bhutto, los periódicos hablarán maravillas de ella y dirán que los islamistas fanáticos que la mataron merecen un tirón de orejas y una reprimenda sin cachetes, como nuestros hijos a tenor de la nueva legislación civil y tan así, hija. Pero será ese homenaje flor de un día y luego seguiremos pensando que allá se las compongan aquellos cabrones con Alá y a sus mujeres que las jodan. Precisamente. Porque para problema grave el de la violencia doméstica de aquí, de eso no cabe duda. Hija. Y para pasar el rato mola mucho más darle vueltas a lo de la Carla Bruni y el Sarko.
Son tan emocionantes esas historias de amor fou. A mí me encantan esas mujeres de buen ver y cuidadísimo diseño que de pronto se enamoran como locas, sin cálculos ni condiciones, pura pasión descontrolada, encendidísimo arrebato, arriesgadísima obnubilación. Las admiro y hasta las temo, pues pienso que un día puede pasarme a mí, que puedo yo mismo convertirme en el niño de los ojos de una Carla Bruni y que de pronto me persigue, me atosiga con sus atenciones y me baña en las olas encrespadas de sus mimos. Pues por qué no, si vemos que mujeres así de repente se ciegan sin reparar en gastos ni en consecuencias. Lo que pasa que a los periódicos llegan sólo los casos en que la feliz víctima de su esponjoso corazón es un tipo famoso, como Sarkozy, un jeque o algún banquero con mando en Nueva York. Pero igual que la toman con ellos puede el azar llevarlas a pirrarse por mí, e imagínense qué compromiso, a ver cómo me lo monto y, sobre todo, cómo esquivo a los paparazzi y a mis amigotes envidiosos.
La vida va enseñando a uno que las relaciones sociales no son tan ríspidas como el pueblo llano cree. Malditos escépticos, insensibles de minúsculo corazón y alma cazurra. En mi aldea y por allí decían que la única manera de hacérselo mínimamente guapo con una chorba que no fuera de la misma parroquia o de la de al lado era pagando de una manera o de otra; o sea, soltando la mosca en billetes sobre la marcha o haciéndose rico para que la contraparte se beneficie por ósmosis. Mentira cochina. Eso ya no pasa y, si pasara, el feminismo no lo consentiría. Así que ninguna duda me cabe de que lo que la Bruni le ha visto al Sarko son más que nada los valores interiores, la sensibilidad y eso; ah, y que la hace reír, que eso siempre puntúa de lo que más. Cuando dos medias naranjas se encuentran van a pelo, no se andan en cuentas de éste qué oficio tendrá o ésta qué tal me quedará para las fotos del París-Match. No, si Carla Bruni y Nicolas Sarkozy se aman, es porque están hechos el uno para el otro, predestinados, y se habrían querido igual aunque él hubiera sido conductor de autobús o camarero de un bistrot. Que sí, hombre, que sí. La única diferencia sería que habrían tardado unos meses más en irse juntos a Egipto, entre que juntas el dinero, colocas a los niños y tal. Pero en lo demás lo mismito.
Así que, querido amigo varón, ándese usted con ojo, porque cualquier día se encapricha de usted una modelo y cantante, hija de buenísima familia de banquero y pianista y hermana de actriz, persona afable, cultivada y sensible, amén de con un revolcón de menéate. Aunque sea usted una piltrafilla. Esas cosas pasan. A fin de cuentas, el Sarko y es más bien pequeñajo y eso a Carla no le importó. Y el día que a usted lo acometa una Carla Bruni, a ver cómo lo cuenta en casa. Vaya mentalizándose.
Eso sí, si nota que pasa el tiempo y sigue todo igual, hágase una buena loto. Por si cambia la suerte. Que las alegrías nunca vienen solas.

26 diciembre, 2007

Los últimos serán los últimos

Se suele hablar de la erótica del poder, a secas, pero alguien debería glosar con mimo la erótica del poder decadente, del poder flácido, del poder que se desapodera. Me refiero a ese poder que va a menos, que se apaga y va dejando olor a cera quemada, un olor más intenso ya que la misma luz que del poder emana. Alguien tiene que ser el último, alguno debe cerrar la puerta al salir y tirar la llave al río, alguna persona habrá de pronunciar las palabras de despedida, declamar lo de que fue bonito mientras duró, pero que nuestras vidas son los ríos y tal. ¿Les gustará ese papel a los llamados a desempeñarlo? ¿Preferirían no haber estado allí, haberse quedado en el anonimato para siempre en lugar de alcanzar ese brillo efímero, ese mando que se agosta y que los hará pasar a la Historia como los últimos de una lista que empezó con glorias y acabó con semejantes penas?
¿Qué habría decidido don Rodrigo, el último rey godo, si le hubieran dado a elegir entre ser un humilde campesino sin posteridad o ser ese monarca que le cerró los ojos al reino muerto? O Boabdil, que después de pelear por el trono con padre y tío hubo de rendir su reino a las tropas cristianas que entraban en Granada como Pedro por su casa. Dice la leyenda que cuando se iba con la música a otra parte, compuesto y sin corona, su madre le espetó aquello de “no llores como mujer lo que no supiste defender como hombre”. Ya no quedan madres así, salvo la de Tony Soprano, amantísima dama que mereció parir reyes mismamente.
Habrá de todo y más de uno de ésos a los que el destino apeó cruelmente de los oropeles y el cargo se habría quitado de en medio previamente, si hubieran sabido lo que se avecinaba. Pero otros seguramente prefieren figurar aunque sea en papel tan innoble, vivir con plenitud esos lisonjeros momentos previos al derrumbe último, quedar como los desamparados por los dioses, pero merecedores en el fondo de suerte más favorable. O que hablen de uno, aunque sea mal. Al fin y al cabo, ¿quién se acuerda de cuál fue el sexto rey godo? En cambio, el último ya ven, a la posteridad, aunque sea de culo.
A lo mejor algún amigo ya lo estaba sospechando, y así es: tan sesudas reflexiones me las inspira Zapatero, ese abotonado genio que nos preside y para el que todo el año es navidad. El espíritu navideño a un servidor también lo vuelve melancólico y medio gilipollas, y me da por pensar cómo se contarán las hazañas de nuestro feliz cantamañanas en los libros de Historia de dentro de cien años, si es que para entonces queda títere con cabeza. Que si todo iba bastante bien, que si la transición había sido como un milagro, que si gran progreso económico durante dos décadas, que si una Constitución que casi todo el mundo quería, que si unos consensos básicos entre los partidos políticos, que si una sociedad tolerante y disfrutona, que si un europeísmo bien alegre… Hasta que llegó él. Él. Algún malparido metió al tonto del pueblo en la sala de mandos y éste se puso como loco a sobar todos los botones rojos y a sentarse en las palancas . Suele pasar. Con los tontos, digo.
Contará la leyenda que mientras todo saltaba por los aires y la gente gritaba y del cielo llovían fuegos y los campos ardían y las nubes pasaban de largo, el tonto sonreía. Se deslizaban las babillas por su mentón y se regodeaba con el calorcito del pipí que se le escapaba en el pantalón. Sus amiguitos arriaron la bandera, desencastraron la caja fuerte y se fueron a organizar otro circo. El enano éste ya no les servía.
Sigo colmado de espíritu navideño, no lo puedo evitar. Ya se me pasará.

24 diciembre, 2007

Para pensar: artículo de Antonio Elorza en El País

En El País de hoy publica Antonio Elorza la siguiente "tribuna". Debe de ser muy mala gente este hombre, pues critica a Zapatero, a los nacionalistas y a Rajoy. Un auténtico sin dios, un ácrata temible; y un alarmista. Porque aquí no pasa na, ¿zabe uzté?
Bye, bye, Spain. Por Antonio Elorza.
La respuesta de un seguidor del Gobierno, sea ciudadano o medio de comunicación, frente a alguien que exprese preocupación por el futuro del Estado español consiste siempre en advertir que si hay algún problema, ello se debe a la irritación suscitada por la política de Aznar en el pasado y que además no hay que ser alarmista. Ejemplo: el Estatuto de Cataluña ha entrado en vigor, y España no se ha roto. Prácticamente todo sigue igual. Si Josu Jon Imaz tuvo que irse a su casa por ser razonable, ahí está Urkullu. Si Ibarretxe sigue adelante con su propuesta de consulta popular, puro electoralismo. Lo mismo que si Artur Mas se suma a la fiesta y esgrime el "derecho a decidir" frente a lo que pueda resolver el Tribunal Constitucional. Será por competir con Carod.
Tampoco resulta al parecer significativo para el discurso oficial que 200.000 catalanes se manifiesten en Barcelona con gritos de independencia como protesta por los incidentes en la construcción del AVE, convocados por una Plataforma por la Autodeterminación (por el "dret a decidir"), con los ex presidentes Pujol y Maragall al frente o en sus filas, y no contra el Gobierno y su testaruda ministra de Fomento, sino contra el Estado español.
Ante tal acumulación de síntomas, no hace falta incurrir en predicciones apocalípticas, pero sí tomar conciencia de que en los últimos años ha subido en flecha la cotización del independentismo en Euskadi, y con especial intensidad, en Cataluña. El "desapego", por usar la palabreja del presidente Montilla, es hoy una realidad en tierras catalanas. Al comienzo de la década no lo era. En cuanto a Euskadi, el fracaso de Ibarretxe en las autonómicas de 2005 y la sensación de debilidad de ETA después de la tregua no han servido para que ninguna de las dos ramas del nacionalismo apunte un regreso a la lealtad constitucional.
Al dimitir Imaz, el espejismo de las dos almas se desvanece y Urkullu nos recuerda, en plan de seguidor fiel de Sabino, que el objetivo del PNV es la soberanía vasca, alcanzada mediante el pragmatismo. De las cautelas de Imaz sobre una eventual consulta, nada, y de apoyo a Ibarretxe, todo. Piensa que el PSOE estará dispuesto a ceder después de las elecciones de marzo si necesita sus votos para la investidura, igual que aprobó unos presupuestos con viajes pagados para visitar a etarras con tal de salvar a la ministra de la recusación. Entretanto, curiosa oposición a ETA que Urkullu cree compatible con el rechazo de la ilegalización de ANV, en espera de que PNV y Batasuna, sin violencia, conquisten "todo un mundo". Con la bendición de Setién.
No ha de extrañar así la brutal reacción nacionalista a la sentencia del macrojuicio, al alinearse con quienes ignoran lo que Ibarretxe y Urkullu saben perfectamente, esto es, que las organizaciones condenadas forman parte de ETA. ¿Cómo hay que llamar a quien defiende al criminal, le protege, difama a la justicia e ignora a las víctimas? Porque no otra cosa son hoy los dirigentes jeltzales. Todo sea por presentar una vez más a España opresora de los vascos.
Claro que si en Euskadi la rueda del soberanismo vuelve a girar sobre sí misma, en Cataluña se mueve dando bandazos, pero con un claro sentido de avance, desde que Pasqual Maragall decidiera jugar la baza del catalanismo radical para presidir la Generalitat. Con el tripartito, no se tratará ya de profundizar la construcción nacional catalana, sino de redefinir las relaciones con el Estado en un marco de bilateralidad. Tras una sucesión de idas y venidas, resultó aprobado un Estatuto de dudosa constitucionalidad que no satisfizo a nadie, ni siquiera a quienes lo aceptaron como un mal menor, incluidos el Gobierno de Madrid y el PSC. Todos iban a sentirse cómodos (Maragall); al final la incomodidad fue general.
La situación catalana es preocupante, en la medida que se funden en ella: a) una dura competencia política, que lleva a los partidos catalanes a entrar en una subasta anticentralista de afirmación de catalanidad radical; b) la frustración por la viscosa elaboración del Estatut y, c) como consecuencia de ambas, un espacio abierto para el ejercicio de la xenofobia contra todo lo que huela a español. Los documentos aportados por Albert Boadella en su Adiós, Cataluña, aun prescindiendo de su testimonio personal, nos informan acerca de una atmósfera de totalitarismo capilar, grosero y agresivo en los grupos de acción radicales y en pequeños goebbels de la pluma, bajo la comprensión afectuosa de quienes presumen de demócratas, al modo en que los liberales italianos favorecieron el ascenso del fascismo. Paralelamente, autodeterminación e independencia comienzan a ser aspiraciones que ya no están limitadas a una pequeña minoría, y sobre todo, fruto de la inseguridad y de los debates sobre las esencias nacionales en la gestación del Estatut. La irritación de un sector de la opinión pública catalana que en fecha reciente sufriera la catastrófica gestión de la llegada del AVE a Barcelona, las ha hecho crecer de forma exponencial.
Fue la aventura política de Maragall, al creer en la promesa de Zapatero y en el autocontrol de sus socios, lo que ha generado un conflicto que dista de encontrar solución, ya que si el Tribunal Constitucional rechaza artículos importantes del Estatut sobre la bilateralidad, la financiación o la preeminencia forzada del idioma "propio", lo que la va a plantear la mayoría del arco parlamentario catalán, con CiU a la cabeza, es un ejercicio de autodeterminación puntual, mediante una consulta popular al modo de Ibarretxe. Lectura simbólica: Cataluña frente a España.
Entretanto, ¿qué pensaba Zapatero?, ¿qué pensaba Rajoy? El segundo y sus corifeos han sido bien claros. Tal y como sucediera en el reciente tema de la ilegalización de ANV, no les preocupa la eficacia en la eliminación de los radicales o consolidar un Estatut constitucional, objetivos por los que claman, sino desgastar al Gobierno. De ahí que en vez de reflexionar sobre la reestructuración del Estado de las autonomías, hayan preferido recuperar las formas añejas de nacionalismo español, dando así carnaza a sus adversarios. Al Gobierno esto acaba favoreciéndole, en la medida que le permite desviar todo hacia la aburrida pelea de carneros. Por su parte, a la vista de lo sucedido en la gestación del Estatut y de las fracasadas negociaciones de la tregua con ETA, Zapatero debe opinar que carece de importancia, no sólo lo que suceda a largo plazo, sino cuanto pueda pasar más allá de la formación de un nuevo Gobierno bajo su presidencia.
Por un lado y por otro, en el Gobierno y en el PP, impera la máxima de que lejos de nosotros la funesta manía de pensar algo tan complicado. Campo libre entonces para que progresen las identidades maniqueas, una asesina, otra ensimismada, la tercera vuelta al pasado. Todo ello en una Europa entregada a favorecer los movimientos de separación. Ahí está la UE proponiendo un Kosovo independiente. Conviene recordar que desde el estallido del Imperio Austro-húngaro hasta la partición de Checoslovaquia y la trágica fragmentación de Yugoslavia, la ceguera voluntaria de algunos gobernantes ha sido factor esencial en la destrucción de Estados y en el retroceso de la idea de Europa.

22 diciembre, 2007

Oh, la Navidad

Ay, cuanto gozo nos da la Navidad. Un auténtico aquelarre. Supremo desorden, inversión de roles y funciones, mascarada completa, la Navidad ha sustituido al Carnaval. Ocasión para el exceso, apoteosis de la heterodoxia, la Navidad se diferencia del Carnaval en que no se explica como preparativo para las penalidades y privaciones de la Cuaresma, sino como exaltación y recuerdo del nacimiento del Hijo de Dios. Por eso es mucho más transgresora la Navidad que en estos tiempos se vive, porque no significa la pequeña licencia previa al fervoroso recogimiento, sino la prueba de que no cabe ya recogimiento ninguno, de que la vivencia de la religión se ha carnavalizado por completo y de que, por otro lado, la sociedad, plenamente laica dígase lo que se diga, usa la religión como supremo pretexto para el festejo profano, ya que la imaginación secular no ha sido capaz de inventar alternativas a la fe, ni siquiera a la hora de romper cadenas y afirmar hedonismos. Menos mal que la fe se corrompe a sí misma y la religiosidad la matan los creyentes a base de ponerse como cerdos en homenaje a su dios.
En Navidad los ateos honran a los Reyes Magos, colocan el nacimiento, bien presidido por la Estrella de Belén, conmemoran el nacimiento de Cristo con una muy familiar y armoniosa cena de Nochebuena y acaban por entregarse a un sincretismo religioso hecho de los ritos más heterogéneos y de la acumulación de todas las supersticiones. Por su parte, los supuestos creyentes y practicantes se ponen hasta el culo de langostinos y besugos, aprovechan las reuniones con los parientes para socavar todo lo que pueden esa que ellos llaman célula básica de la sociedad, enseñan a sus hijos que lo bonito de la fe es que te caen regalos a mansalva y se gastan en un par de ágapes lo que alimentaría a una aldea africana durante todo un año.
A mí lo que me gusta particularmente es el respeto a la libertad individual que se vive en estas fechas. Te toca escuchar por bemoles los villancicos pelmazos, sea en la calle o en los comercios, te llenan todo de luces horteras al día siguiente de recordarte que el mundo se va al carajo como te dejes dos días encendida una bombilla casera, las familias políticas llevan en la sonrisa la daga mejor pulida, los hijos adolescentes se ratifican en su vieja impresión de que es agobiante cenar al mismo tiempo que los padres, el cava de tercera ablanda el seso para que el personal engulla los más vomitivos especiales televisivos, en los que aparecen todo tipo de muertos vivientes y sombras de un pasado tan cutre como el presente. También son estupendos esos obsequios que tú nunca te comprarías, por autoestima y porque jamás imaginaste que alguien pudiera verte tan capullo como para ir por la vida con eso puesto. Y esos niños que de los ochocientos regalos carísimos se quedan con el envoltorio que hace fru-fru al apretarlo, en lugar de con esos jodidos juegos que siempre son para edades que ya pasaron y que dan tanta vergüenza si los descubren los colegas del cole.
Bah, no sigo.
Felices fiestas. En serio.

21 diciembre, 2007

Paga y calla

Si me tocara la loto a lo bestia me encantaría subvencionar a amigos y conocidos, hacerles préstamos a fondo perdido, regalarles objetos lujosos a cambio de que me echaran piropos y me dijeran que qué listo y qué majo, financiarles con gesto cómplice algún vicio tan caro como inconfesable; vamos, que sería de un dadivoso que ríete tú de un gobierno en precampaña. Sin embargo, como ni me ha tocado la loto ni es previsible que tal cosa me vaya a ocurrir, me da por el saco que con el dinero que aporto al sostenimiento del garito común se ande haciendo regalitos a la gente por todo el morro.
Hoy el Consejo de Ministros ha aprobado financiar la rebaja del 50% por ciento del peaje de la autopista que une León y Asturias, la conocida como Autopista del Huerna. Viajo entre León y Asturias con mucha frecuencia y hoy mismo lo he hecho. Pero me parece muy mal esa medida. Tendré el día torcido, no digo que no. Para empezar, existe una hermosísima carretera alternativa por la que el viaje entre León y Oviedo dura unos escasos veinte minutos más. Una preciosidad de vía de montaña, en buen estado, no peligrosa y que hasta permite que uno se pare en Villamanín a comprar chorizos y cecina en Casa Ezequiel, en Busdongo a mercarse unas hogazas de pan como el de antes, o en el mismísimo puerto de Pajares a tomar un café y disfrutar de un incomparable paisaje de picos con su toquilla blanca. Yo suelo ir por ahí, salvo que esté malísimo el tiempo, y lo hago así tanto por disfrute como por economía. En el futuro ya veré, pues si alguien me paga la mitad del peaje… No necesito para nada que me inviten a tal cosa, pero si se empeñan…
Paga el Estado, genial. Se ve que el Estado trabaja en algún lado y se saca su sueldecillo, que distribuye magnánimamente, hoy para comprarle a uno esto, mañana para regalarle al otro lo otro. Mentira cochina. Sus dineros nos los saca a nosotros del lomo (a unos más que a otros: al currante de a pie mucho más) y a un servidor le parece rematadamente mal que ande haciendo regalitos por igual a quien los necesita y a quien los dilapida. ¿Ayudas por hijos? Estupendo, pero en función del nivel de ingresos, no a todo votante por el mero hecho de ser votante y aunque le salga el oro por las orejas peludas. ¿Descuentos en los peajes? Pues en función de las necesidades y del nivel de renta de los usuarios, no al buen tuntún y por igual para el cochazo de un Botín que para el vendedor ambulante que pasa camino del mercado de Mieres.
Y es que, aunque uno lo disimule bastante, en el fondo le queda eso que un cura llamaría una señal indeleble, un resto de aquellos ideales sociales, socializantes, socializadores y tal. Y ese resto le dice a uno al oído que repartir a tontas y a locas lo de todos y lo que entre todos ponemos es malgastar y darnos el palo mientras estamos en cuclillas y a lo nuestro; y que la buena política y la que merece apoyos y votos no es la que se dedica a favorecer genéricamente a asturianos, leoneses o leperos, sino la que da más al que más lo necesita, con total independencia de dónde nació el gobernante, de dónde quiere pacer votos o de en qué parte son más lloricas y puñeteros.
Pero, como la felicidad nunca puede ser completa, lo que con una mano te dan, con otra te lo quitan. Y ahora vamos a lo del famoso canon digital. Entiendo poco de eso y no temo arruinarme por los cuatro deuvedés en blanco que me compro al año, pero tiene gracia. Como no hay manera de pillar al pirata malón, se presume, con presunción irrebatible, que piratas somos todos y que entre todos hemos de pagar las fechorías de algunos o de un buen puñado. Ya somos sospechosos habituales. ¿Qué va a hacer usted con ese cedé, vamos a ver? Grabar unas fotos de mis hijos. Ah, so jueputa, falsario, bucanero, ladrón, mentira cochina; usted piensa bajarse la última película de Penélope Cruz y el último disco de Los Changuitos. Que no, que le juro que no, que mire que soy ciego y medio sordo. Nada, nada, déjese de juramentos y hostias y suélteme los tres euros de rigor del impuesto revolucionario…, digo de canon digital.
Aplastante la lógica del canon digital. Socialicemos el ilícito. En lugar de localizar y, en su caso, sancionar al que proceda ilegalmente, multamos a todos por anticipado y hagan lo que hagan. Ejemplar. Además, la víctima se queda la mar de contenta, pues no sólo recupera lo que deja de ganar por causa del pirateo, sino que se saca unos euros extra, y tanto si su obra es de la mejor calidad como si se trata de una caquilla que no vale ni para forrar la pata de una mesa coja. Como las dos terceras partes de las películas -por llamarlas de alguna manera- españolas que se estrenan -supuestamente, pues algunas no llegan ni a salir de la lata- al año en este país nuestro de Jauja, películas que primero han tenido financiación pública –o sea mía y de usted- y luego van a tener premio, también a mi cargo y al suyo de usted, y todo ello aunque no las vean ni tres despistados o pervertidos.
La lógica de lo del canon es aplastante y como se generalice la idea de fondo va a ser cosa de ver. Se trata de que hay gente que copia ilícitamente obras y con ello perjudica a la correspondiente industria y a quienes poseen los derechos de autor. La solución: que entre todos, culpables o no, paguemos para evitar ese perjuicio o compensarlo. Muy bien. Pues resulta que también hay un montón de hurtos y robos cada año, y que no siempre la víctima puede ser resarcida, por unas razones u otras. Pues mira, cada vez que compres un kilo de alubias, que te cobren un euro extra para el canon de hurto. Y así con todo, hasta que lleguemos a conseguir que nadie nunca pierda o deje de ganar nada por ninguna razón. Seguro universal-universal. Y pregunto: ¿alguien saldría ganando algo?
Por cierto, si con el canon ya conseguimos que el pirateo no cause perjuicios a los autores y empresarios, se legalizarán la copia, incluso la masiva, ¿no? Si no hay víctima y el daño ya ha quedado preventivamente resarcido...
Así que unas veces para que estén contentos los asturianos o los de Vitigudino y otras veces para que vivan bien o vayan tirando cuatro(cientos mil) chorras que se lo montan de autores la mar de creativos y originales y que no tendrían donde caerse muertos si funcionara el mercado en lugar del apaño nacional, usted y yo nos pasamos el día soltándole la mosca a papá Estado, a este estado pródigo, putero, cobardica y cretino al que definitivamente deberíamos incapacitar. Para construir luego otro y en serio.
Propongo la instauración del canon político. Cada vez que un ciudadano vaya a votar en elecciones nacionales, autonómicas o locales, que pague seis euros. ¿Por qué? Por el posible mal uso de sus derechos políticos. Porque hay mucha gente que sólo vota a su primo, o al más ladrón, o al que es de su partido y sólo porque es de su partido, aunque rebuzne; o por si ese mismo que vota es candidato, gana y luego se lo lleva crudo. Seamos definitivamente y para todo ciudadanos sospechosos y adelántesenos la pena por si acaso; porque, aunque nada hayamos hecho aún, algo haremos, eso seguro. Vaya pagando sus multas de mañana en cómodos plazos anticipados, so cabrón.

19 diciembre, 2007

La objetividad, ja-ja-ja-ja, me la dio tu amor, ja-ja-ja-ja, etc.

Oye, pues ya están completas y fresquitas las comisiones para hacer titulares y catedráticos de universidad. Ajos, ajos, ajos, compre ajos al por mayor, señora. Tenemos las mejores ofertas, ristras y ristras a un precio increíble, no se lo pierda.
En mi pueblo, que sabíamos más de táctica que el mismísimo Capello, resumíamos el planteamiento de las jugadas ensayadas de la siguiente manera: tuya, mía, cabecina y gol. Se ve que nos han copiado los privilegiados y sesudos cerebelos ministeriales y rectorales. Resumamos el simpático proceso.
La Ley Orgánica 4/2007, que reforma la Ley de Universidades para evitar inconvenientes tales como que un candidato a profesor funcionario para toda la vida tuviera que exponer oralmente unos temitas o defender su ejemplar currículo cuando padecía un repentino ataque de afonía o cuando la cabeza se le quedaba en blanco por sobrecarga, dice en su artículo 57.1 lo siguiente: “El acceso a los cuerpos de funcionarios docentes universitarios mencionados en el artículo 56.1 exigirá la previa obtención de una acreditación nacional que, valorando los méritos y competencias de los aspirantes, garantice la calidad en la selección del profesorado funcionario. El Gobierno, previo informe del Consejo de Universidades, regulará el procedimiento de acreditación que, en todo caso, estará regido por los principios de publicidad, mérito y capacidad, en orden a garantizar una selección eficaz, eficiente, transparente y objetiva del profesorado funcionario, de acuerdo con los estándares internacionales evaluadores de la calidad docente e investigadora”. Así me gustan a mí los legisladores, mojándose a base de bien, garantizando potestades y derechos… del Gobierno. En cualquier caso, el objetivo queda bien señalado: vamos a garantizar “una selección eficaz, eficiente transparente y objetiva del profesorado funcionario”. Por adjetivos que no quede. Y con estándares internacionales, ahí es nada. Para “mérito y capacidad", los del legislador.
O sea, ley en mano no se sabía nada, salvo que el Gobierno iba a implementar (usemos palabras apropiadas para los tiempos que corren) un sistema la mar de guay y nada franquista. Ja. Y llegó el Gobierno y nos atizó el Real Decreto, que es el 1312/2007 (Jesús, qué mogollón de decretos; cómo trabaja esta gente). El artículo cuatro de esta norma ejemplar e internacional a tope dice que la valoración de esos méritos y capacidades de los candidatos la realizarán unas comisiones designadas por el Consejo de Universidades. ¿Cuántas comisiones? Tantas como “ramas del conocimiento” que, al parecer, son cinco. Así, así, ahorrando, que no todo va a ser comer conejo. Los de Derecho ya tenemos ahí una rama de la que colgarnos los méritos y las vergüenzas: Ciencias Sociales y Jurídicas. Dime con quien andas…
Para que no parezca que el Consejo de Universidades, benemérita institución a la que tanto debe el saber en los últimos tiempos, decide a huevo quién corta el bacalao, establece el Real Decreto que elegirá a los miembros y miembras de las comisiones a partir de unas listas que propondrá la ANECA. Los integrantes de la ANECA, como se sabe, también son elegidos conforme al principio sagrado de mérito y capacidad. La ANECA nos invitó a apuntarnos a los que teníamos algunos méritos, más o menos, y allá fuimos casi todos al grito de si tú me dices ven, lo dejo todo. Pitas, pitas, pitas. Pero muchos son los llamados y pocos los elegidos. Aparecieron hace unas semanas esas listas y, oh sorpresa, sólo estaban los que estaban, pues no íbamos a estar todos, eso ya se sabe. ¿Cómo se eligió a los que estaban? Ah, amigo, usted quiere saber demasiado. Los designios del Señor son inescrutables; o inescrotables.
Todavía andábamos rascándonos la ralas cabezas cuando, oh eficacia, oh eficiencia, el Consejo de Universidades seleccionó de entre esos elegibles. Raúl no estaba. Al que el Consejo se la dé, San Pedro se la bendiga. Pero, ojo, aviso para malpensados: el Consejo de Universidades es inmaculada instancia que designa movido nada más que por un incontenible afán de objetividad.
Ciertamente, las comisiones han quedado monísimas y ya pueden los aspirantes a la gloria universitaria dormir tranquilos; o simplemente dormir. Con la inevitable promiscuidad que el Real Decreto garantiza, cegado por nobles afanes de interdisciplinariedad, resulta que los miembros y miembras de las áreas jurídicas que tendrán que juzgar sabiamente son dos de diez, tanto en la comisión para titulares como en la de catedráticos. Ahí tendrán que departir sobre méritos de romanistas, historiadores del Derecho, civilistas, penalistas, administrativistas, etc. con expertos en Didáctica de las Ciencias Sociales, Comunicación Audiovisual y Publicidad, Didáctica y Organización Escolar y maravillas así. Pedagogos habemus. Siento un gustito aquí dentro…
Dicen que ya están también listas las listas de los asesores que, a instancia de esos comisionistas (¿o se dice comisionados?), asesorarán sobre los méritos y las capacidades de los aspirantes. No sabemos quiénes son, ni falta que nos hace, ¿verdad? Sin duda estarán seleccionados con el mismo afán de transparencia. Mire, mire que transparente es esto, ¿usted que ve? Nada. Ah, pues buena señal.
¿Que duda usted de las transparencias? So impío, tenga en cuenta que la ANECA va a publicar en su página güev los currículos de los miembros de las comisiones, para que se vea que son los mejores entre los mejores, el top (no le ponga mayúsculas a esto del top, please). Faltaría más, quién podría imaginar otra cosa.
Ahora en serio. Es muy de agradecer este esfuerzo legislativo y gubernamental en pro de la objetividad, imparcialidad, transparencia y de todo. No perdamos de vista que pudieron estipular reglas muy oscuras y sospechosas y no lo hicieron, por lo mucho que nos respetan y por su amor infinito al saber y la ciencia. Por ejemplo, podrían haber dicho que los miembros de las comisiones actuaran encapuchados, o que se reunieran en un casino, o que calificasen a los candidatos y candidatas por el ancho de cadera o por cualesquiera otros atributos también objetivos, pero un poquito menos objetivos. También podrían haber colocado en las comisiones a algunos representantes del sindicato de estibadores portuarios, por el bien de la conexión entre universidad y sociedad. Pero no, han procedido con exquisitos patrones patronales.
A mí, particularmente, lo que más me ha gustado de esta decisión del Consejo de Universidades, así como de la previa de la ANECA, es la excelente y rigurosa motivación que las acompaña. Así no hay lugar a dudas sobre intenciones y apaños, y descartado queda todo móvil torticero. ¿Acaso motiva el Papa la elección de cardenales? No. ¿Acaso Dios convocó elecciones para seleccionar al Pueblo Elegido? No. ¿Acaso Nerón designaba a los senadores por sorteo o baremando como un pringao? No. Pues por qué vamos a ser menos nosotros (o sea, ellos), dígame usted.
Y, para acabar, éste que suscribe lanza el guante y hace una oferta bien sincera: si hay un grupito de colegas de cualquier disciplina que se anime a poner un pleito por falta de motivación, arbitrariedad, oscurantismo, desviación de poder, inconstitucionalidad, discriminación y olor a caca, sé de uno que se apunta, pone sus dineros para el recurso y se cisca en quien haya que ciscarse: un servidor. Nos llamarán fachas, ya sé; pero se asume.
¿No sería más justo y equitativo que cada año se sortearan cien, doscientas o mil titularidades y otras tantas cátedras entre todos los aspirantes que pasaran un reconocimiento psiquiátrico y juraran por su powerpoint guardar fidelidad eterna a su escuela? Vendría a ser lo mismo, a fin de cuentas, pero aún más objetivo, transparente y acorde con el espíritu de Bolonia y el de los antepasados.
Para acabar, un ruego: que no se me ofenda ni se altere quien se haya visto agraciado con su jefe en la comisión. Sólo queremos socializar la suerte y organizar mejor las rifas.

18 diciembre, 2007

¿Qué hacer con el Consejo General del Poder Judicial? Por Francisco Sosa Wagner

La Justicia es una señora embarazada permanentemente de problemas. Testimonio acaso de su fecundidad, pero lo cierto es que todos le agradeceríamos una cierta contención. A veces, sin embargo, del parto sale una criatura rolliza. Tal es el caso de la sentencia de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo del pasado 27 de noviembre por la que se anulan algunos nombramientos de magistrados en ese Alto Tribunal. Como se sabe, la promoción a esa elevada categoría dentro de la carrera judicial se alcanza por el nombramiento del Consejo del Poder Judicial, refrendado por el ministro de Justicia, constituyendo ésta su atribución más importante, pues las demás del Consejo podrían ser asumidas sin dificultad por otros órganos del Estado (tal ocurriría con la potestad disciplinaria o la de formación de jueces).
La singularidad de la nueva sentencia radica en que se ha erigido la falta de motivación en un vicio irremediablemente anulatorio. Algún ingenuo podría preguntar: ¿pero es que en España se designa a un magistrado del Tribunal Supremo sin motivar las razones de tal nombramiento? Por raro que parezca, así es: el acceso de un magistrado a una plaza en ese Tribunal -plaza codiciada por varios al mismo tiempo, como es lógico-, se puede llevar a las páginas del BOE sin explicar por qué se prefiere a uno y se posterga a otro.
El asunto viene de lejos. Ya una sentencia del mismo Tribunal Supremo de 30 de noviembre de 1999 abordó esta cuestión. Se trataba entonces de cubrir la vacante de la Presidencia de una Audiencia Provincial, a la que concurrían tres magistrados. El Consejo nombró a uno de ellos sin más motivación que la referencia escueta a sus propias competencias contenidas en la ley. Fue precisamente la Asociación Jueces para la Democracia la que interpuso entonces el recurso, invocando la exigencia de que los actos discrecionales debían ser motivados. El Tribunal Supremo lo desestimó porque los nombramientos de carácter discrecional se fundan en motivos insusceptibles de control jurisdiccional, ya que «la simple expresión del ejercicio de la facultad discrecional es el verdadero fundamento o motivación de aquél».
Esta forma de razonar -tan de brocha gorda- no pasó desapercibida en medios profesionales solventes, y así, Mariano Bacigalupo le propinó un enorme varapalo desde una revista especializada propugnando que en tales nombramientos se exigiera la acreditación de los fundamentos formales y materiales de la resolución adoptada.
A tales críticas hay que agregar las que se han formulado, ya con mayor amplitud y alcance, en algunos libros capitales dedicados en los últimos años a la Administración de Justicia en España, como es el caso del demoledor -y acaso por ello bastante silenciado- de Alejandro Nieto El desgobierno judicial (Trotta, 2004). A la voz y a las denuncias de Nieto se hallan unidas las bien sonoras de los catedráticos Francisco Rubio Llorente y Ramón Parada Vázquez, o la del magistrado Andrés Ibáñez, entre otras.
Es muy probable que sea en parte el humus producido por estas reflexiones poco complacientes las que hayan llevado al Tribunal Supremo a rectificar (a mi juicio, in melius) su doctrina anterior en la sentencia de 29 de mayo de 2006, reiterada en otra posterior de 27 de noviembre del mismo año (no referidas al ascenso al Tribunal Supremo, sino a otros nombramientos discrecionales). El argumento ha sido en todos estos casos el de que «precisamente porque el margen de actuación del Consejo es amplísimo no puede ser ilimitado, pues son límites de su actuación la observancia de los trámites procedimentales, el respeto a los elementos objetivos y reglados, la eventual existencia de una desviación de poder, la interdicción de los actos arbitrarios y los que incidan en una argumentación ajena a los principios de mérito y capacidad...». De otro lado, el Tribunal Supremo recuerda algo elemental, y es que el artículo 137.5 de la Ley Orgánica del Poder Judicial establece que «los acuerdos de los órganos del Consejo siempre serán motivados».
Llegamos así a la última de estas sentencias, la del 27 de noviembre, relacionada ahora con magistrados de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo. Se anulan de nuevo los nombramientos realizados por el Consejo tras una meritoria argumentación que concluye señalando: «Una importante meta constitucional debe ser disipar cualquier sombra de sospecha sobre que la proximidad ideológica, partidaria o simplemente asociativa, pueda ser el componente principal de las decisiones que sobre nombramientos judiciales ha de adoptar el Consejo General del Poder judicial; y que la justificación y objetivación de los nombramientos judiciales, en los términos de profesionalidad que han sido apuntados, es el mejor camino para ahuyentar aquellos riesgos de sospecha y fortalecer esa confianza social en la Justicia sin la cual no puede hablarse de verdadero Estado de Derecho». La sentencia contiene algunos votos particulares de especial relevancia por el prestigio profesional de quienes los firman. Pero sus razonamientos, a mi juicio, no logran desvirtuar el núcleo esencial del bien trabado fallo de la mayoría.
Aunque éste no será el final del camino, pues la polémica continuará, pienso que esta doctrina se irá perfilando con el tiempo para adquirir contornos más precisos y seguros. Lo indudable es que no se podrá volver a los nombramientos en puestos clave de la organización judicial construidos sobre esos conceptos flexibles y de escaso rigor tantas veces empleados por el Consejo como los de «amplia cultura jurídica», «dilatada trayectoria profesional», «elevado carácter técnico de sus resoluciones»...
A la vista de esta evolución, se impone una pregunta. Si tenemos que motivar las decisiones, si tenemos que observar un procedimiento riguroso, si hemos de valorar unos méritos, ¿no estamos en puridad inventando el concurso, aunque la sentencia trate de evitar esta palabra? Porque lo cierto es que lo llamemos como queramos, los argumentos del Tribunal Supremo usados en las sentencias citadas nos llevan a descubrir el mediterráneo del concurso o, si se prefiere, un sucedáneo bastante logrado. ¡A estas alturas! Y ¡a tales horas!, podría añadirse como don Quijote a la vista de los leones.
Por ello, la forma más sencilla de evitar embrollos sería rectificar el artículo 326 de la Ley del Poder Judicial que dispone que «la provisión de destinos de la carrera judicial se hará por concurso... salvo los de presidentes de las Audiencias territoriales, Tribunales Superiores de Justicia y Audiencia Nacional y presidentes de Sala y magistrados del Tribunal Supremo». Con suprimir la salvedad, bastaría para acomodarse a las exigencias del Alto Tribunal. En el concurso o su sucedáneo se establecerán los criterios que han de servir para el ascenso de un magistrado, y en los mismos ha de quedar claro qué es lo que se valora y cómo se valora.
Ahora bien, llegados a este punto surge otra pregunta que ya produce un agobio mayor y una suerte de desazón constitucional. Para resolver este tipo de concursos ¿necesitamos 20 profesionales elegidos por las formaciones políticas en el Parlamento? ¿No sabemos que, como ha escrito Rubio Llorente, «la tendencia a incrementar su propia fuerza está en la naturaleza de los partidos, como está en la de los intermediarios financieros aumentar sus beneficios»? Personalmente tengo el pálpito, desde mi pequeñez provinciana, de que, al final, nos veremos obligados a hacer acto de contrición y reconocer sin más «el fracaso del autogobierno judicial», título precisamente de un libro de Iñiguez Hernández de inminente publicación (en Aranzadi-Civitas).
Ante tantas voces que por aquí y acullá, desde distintos rincones del espacio político, reclaman la modificación de la Constitución, ¿no es el momento de incluir al Consejo entre tales preocupaciones y, llegado el caso, pensar en el alivio que produciría aligerar el organigrama?
(Publicado en El Mundo, 17 de diciembre de 2007).

17 diciembre, 2007

¿Entiende Zapatero lo que lee? Por un nuevo informe PISA

En este país de fariseos andamos rasgándonos las vestiduras porque los escolares no entienden lo que leen. No se sabe si eso es causa o consecuencia de que lean tan poco. Pero de qué nos extrañamos a estas alturas. Menudo descubrimiento. ¿Acaso Zapatero o Rajoy leerán mucho? ¿Qué leerán o habrán leído? ¿Habrán entendido gran cosa alguna vez de sus lecturas? No hace falta más que oírlos hablar para darse cuenta de que el lenguaje no es lo suyo. Recitan lento y entrecortado, salmodia sin gracia ni agudeza, y ponen cara de ir a descubrir la pólvora cuando ensartan banalidades y mensajitos para crédulos y simplones.
Dime quién te gobierna y te diré cómo es tu sociedad. Elegimos a los que más se nos parecen y hemos llegado al no va más: que mande el tonto del pueblo, que es quien mejor nos representa. Y eso sin contar con el don de lenguas y esa facilidad para los idiomas que hace a Zapatero posar con la sonrisa helada en las reuniones de los jefes de gobierno europeos. Como un pulpo en un garaje se le ve al pobre. A su alrededor el presidente finlandés bromea con el letón, el francés le cuenta algo al oído a la alemana, el portugués le ríe el chiste al holandés. Zapatero ni sabe ni contesta: no entiende ni jota. Jaguaryú, jaguaryú, jaguaryú. Y de ahí no salimos. Quizá lamenta que en su infancia no le hayan escolarizado en lliunés. El nuestro debe de ser europeísmo de boina y de discoteca de Benidorm, procacidad tabernaria a base de señas, lengua de botellón y pellizco en el culete de alguna guiri. Total, para qué hablar mayormente, si vamos a lo que vamos.
Para participar en la política como ciudadano, o sea, para votar y punto, tampoco hacen falta mayores luces. Por eso últimamente hasta se suprime la jornada de reflexión. Basta con tener equipo. ¿Tú de cuál eres? Yo del Barça y de Zapatero, ¿Y tú? Yo de Rajoy y del Madrid. Pues ya está. ¿Jugarán Eto´o y Acebes? Por cierto, ¿quién arbitra? La Casas y compañía. Genial.
Puede que la lectura ya no haga mucha falta para moverse en este mundo en el que la fe va sustituyendo a la razón. Antes nos hacían leer el Nuevo Testamento, el catecismo y vidas de santos. Cada vez que se nos ocurría una pregunta medianamente aguda, nos respondían que la razón no entiende de los más altos misterios y que con la fe ya vamos bien servidos. Hoy se ha generalizado el argumento y vale para todo. Ya no se reflexiona ni se milita, se profesan credos, credos políticos, credos sociales. Las consignas y las poses hacen que esté de más el pensamiento libre. Comemos lo que nos manden los ministros, nos apareamos conforme a las cuatro reglas del manual del perfecto orgasmo, votamos al que esté mejor visto en nuestro círculo, recitamos los editoriales de El País o el ABC como si se nos hubieran ocurrido a nosotros mismos semejantes zarandajas. Y a lo que nos dictan los manuales de autoayuda lo llamamos autoayuda, suprema paradoja.
Que los críos y jovenzuelos no le cojan afición a la lectura no tiene nada de particular. ¿Cuántos de sus profesores leen alguna cosa que no sean las instrucciones de la cafetera nueva? Además, me han contado que a los más pequeños ya no se les enseña eso de que la p con la a es pa. Al parecer es retrógrado ese método. Ahora se les muestra un dibujito de un pato y se les hace repetir: pato. Luego se escribe al lado: “pato/pata”. Pero en los periódicos no salen dibujos de patos; en el Quijote tampoco. Eso sí, cuando ven la palabra “pato” se acuerdan del dibujo y sonríen, extasiados ante sus conocimientos. Cómo diablos van a entender luego el término “metafísica” si eso no hay dios que lo dibuje.
Deberíamos comenzar por cambiar las pruebas para ser profesor de primaria y secundaria. Nada de patos, un examen de cultura general. La capital de Estonia, el año de la Revolución Francesa, la fórmula química del agua, de qué pueblo era Franco, los nombres de las carabelas de Colón y el siglo de Carlos III. No pasan ni tres. Y también una prueba de comprensión lectora para los profesores. Sin patos ni leches.
Muchos de esos maestros enseñando a leer y de esos profesores de instituto enseñando literatura recuerdan a los curas en los cursillos prematrimoniales, cuando hablan del placer carnal en pareja. Disertan sobre lo que no saben. Al menos la mayoría. La lectura es ante todo y por encima de todo fuente de enormes placeres. Y en los placeres sólo puede educar quien los ha vivido. Ese placer de leer lo están perdiendo los jóvenes porque lo perdieron primero sus profesores. Pandilla de impostores con Prozac.
¿Cómo van a leer los pequeños si no les dejamos tiempo? Primero a clase, luego tropecientas horas de actividades extraescolares muy útiles para monitores y apas ociosas. Suprímanse las apas y veremos cómo los niños se ponen a leer, aliviados. Durante la semana el niño entrena y los fines de semana tiene competición de tiro con arco, natación y esgrima. Ah, y el cumpleaños de un amiguito. No hay fin de semana sin el puto cumpleaños del amiguito. A la salida de ballet no te olvides de coger las chuches para llevar al cumple de Borja Mario, mi sol. Si hoy es trece de diciembre, este cumpleaños es el de Jennifer Vanesa. Pequeños ejecutivos en comidas de negocios.
Cuando los pedagogos a la violeta ven la colección de acémilas con mochila que han logrado, no se pegan un tiro, como deberían, ni piden perdón ni se ponen a leer para ver qué se siente y qué tal lo hacen ellos mismos. No, afirman que la culpa es de la familia. Y tan campantes se quedan. Pero también tengo entendido que cuando la familia se pone manos a la obra con los pequeños, en la escuela regañan a los padres, pues interfieren en el reconocimiento del pato. Si los mandan a la escuela leyendo ya, el pato se pone triste y el profe se acompleja. Los padres están mejor para ayudar con esos deberes tan majos que se inventan los iletrados con mando en aula: cuenta desde tu ventaja cuántos coches pasan en cinco minutos y clasifícalos por colores; luego escribe tus impresiones sobre la vida en una ciudad. ¿Qué son impresiones papá? Espera, hijo, que voy a buscarlo en el diccionario de Santillana para esta comunidad autónoma que nos recomendó la profe. A ver, a ver, aquí está. “Impresión”: aguda percepción o acertadísima opinión, de los riojanos más que nada; pues ya sabes, hijo. Papi, ¿cuentas tú los coches mientras echo una a la Play? Vale, mi chiquirriquitín, pero acábate la merienda y tómate los anabolizantes, que mañana tienes atletismo.
A mi padre nunca lo vi escribir. Creo que no sabía. Pero tengo muy presente su mayor placer: leer el periódico. A casa el periódico llegaba sólo los sábados, cuando mi madre bajaba a Gijón a vender algunas cosas de la huerta y un par de gallinas y a comprar cuatro provisiones para la semana. Si se le olvidaba llevar el periódico, que era El Comercio, de Gijón, mi padre aullaba de rabia. Se ponía sus gafas y no volvíamos a saber de él hasta que no lo repasaba entero. Yo no iba a actividades extraescolares, pues no se habían inventado aún. Tenía que llevar las vacas a beber a la fuente o que ir a buscarlas al prado o que desgranar maíz para las gallinas. También se jugaba al fútbol, pero por libre, sin entrenador ni padres babeando. Pero eso no eran actividades extraescolares, ya digo. Así que no aprendí ni a tocar el arpa ni a jugar al hockey sobre patines. Y bien que se me notan esas carencias que tantísimo lamento.
Cuando con diez años me mandaron a Gijón, a casa de mi tía Obdulia, descubrí los maravillosos quioscos en los que se podían cambiar comics por dos pesetas o así. Disfruté de lo lindo con Los Cuatro Fantásticos, la Masa y demás estímulos de la imaginación. Luego me cansé de las ilustraciones y pasé a Marcial Lafuente Estefanía, Keith Luger y Silver Kane. Por cierto, lo de Silver Kane lo escribía Francisco Gonzáles Ledesma, de quien estos días leí una novela negra que me gustó poquito.
A los catorce años el padre Corral, que nos daba literatura, pidió que cada uno de la clase comprara un libro y lo llevara al colegio. Todos los días nos daba media hora para que cada uno leyera lo que quisiera de todos esos libros. Yo me fui a la librería del barrio y el librero me recomendó Adios, Cordera. Ni que me hubiera visto la cara de campesino hermanado con las vacas. Nunca más me recuperé del vicio de leer.
Antes nos reprimían otros disfrutes. Ahora todo se alía para que los jóvenes no lleguen a averiguar el intenso placer que causa la lectura. Puede que no tenga mucho de particular todo ello. La plebe nunca leyó gran cosa, pues no tenía tiempo, ganas o capacidad. Las escuelas sirven hoy para producir plebe, votantes sumisos, consumidores de canales de pago, mano de obra clónica, cretinos de lo políticamente correcto. Miles de pedagogos les dicen a los niños “mira, tienes que ser como yo, un cantamañanas; lerdo, pero estiloso”. Y lo consiguen.
Pues nada, nada, lo de siempre: escupe a un pedagogo.
Y el nuevo informe PISA que verse sobre la formación de nuestros políticos, por favor. Verás qué risa.

16 diciembre, 2007

El diputado mudo. Por Francisco Sosa Wagner

Los periodistas parlamentarios, en los cierres de legislatura, acostumbran a publicar unos datos acerca de las intervenciones que los diputados han tenido en los plenos, las comisiones y, en general, en ese trajín que es propio de las Asambleas legislativas. Con nombres y apellidos, como debe ser. Ahí se ve al parlamentario clásico pero también al parlamentario mudo.
Esto del “parlamentario mudo” es uno de los oxímorones de mayor prestigio que existen, mucho mejor que los famosos de la “soledad sonora” o ese de la “dulce derrota” que tanto se maneja con ocasión de las elecciones.
Un diputado mudo es una maravilla por la aparente extravagancia que tiene el hecho de que un señor sea elegido para hablar y no hable. Claro es que aquellas personas conservadoras, a quienes gusta la corrección y que todo circule por el carril de la rutina, preferirán al diputado orador, al que interviene en los debates, redacta enmiendas o alza su voz contra esta o aquella tropelía que vea a su alrededor. Pero se comprenderá que, si todo en la vida estuviera ordenado, el aburrimiento se apoderaría de nosotros.
Lo previsible y predecible es bueno solo para los oficios porque a nadie le gusta ir al odontólogo y encontrar a un magistrado de lo penal o que la caja de ahorros se convierta de pronto en un club de alterne.
Pero lo que vale para ejercer una profesión no sirve sin embargo para el arte. En una novela de Eduardo Mendoza que, según recuerdo, se llama “El laberinto de las aceitunas” aparece un gobierno donde el ministro de marina se encarga de la agricultura y el de asuntos exteriores de la vivienda. Esto es lo que da color al libro pues se comprenderá que nadie escribe una obra imaginativa para poner a un ministro de hacienda que se desplaza con una cartera llena de papeles a las reuniones del Banco mundial y allí pronuncia un discurso. Para eso se escribe un tratado de derecho administrativo que es justamente locontrario de una novela.
No es ninguna casualidad que todos los movimientos artísticos iniciados en el siglo XX estén inspirados por esta idea fecunda que vengo desarrollando y por ello ni a Picasso le salía el retrato de nuestra tía, ni a Stravinsky le salía a derechas una sinfonía. Y, sin embargo, lo que producen es admirable y son precisamente sus aportaciones las que han cambiado nuestro sentido de la estética.
Pues bien, nadie en su sano juicio podrá negar que la política es un arte. En esto se hallan de acuerdo todos los sesudos ensayistas que se han ocupado de ella, desde Platón para acá. Se la llamará el arte de lo posible o de lo imposible, cada uno la adjetiva como quiere pero lo permanente es lo de arte.
Si esto es así y nadie está en condiciones de enmendar la plana a tantos siglos de reflexiones, se comprenderá que en ese mundo de la política lo que debe valorarse es lo inopinado, aquello que de pronto nos asombra. Por ello, en un parlamento, que es un gran taller artístico, encontrar a un diputado hablando es el espectáculo más vulgar del mundo y el más decepcionante porque se asemeja al hecho de confeccionar un merengue a base de batir claras de huevo con azúcar.
No. Lo que verdaderamente resulta meritorio en un parlamento es el diputado mudo. Este es el artista que se sale de los moldes y rompe con la tradición, a la que se atreve a estampar contra el muro de las inercias y de los lugares comunes.
Distinguido así, gracias a mi razonamiento, al profesional del artista se comprende que el diputado mudo tenga tantas oportunidades de permanecer en el escaño y el que habla y se pronuncia corra el riesgo de verse expulsado de él. Yo votaré solo a diputados que me garanticen su silencio a lo largo de toda la legislatura y pido a todos que, callados, contemplemos con admiración su obra de arte.

Si eso es izquierda, yo soy Napoleón

Lea esta noticia, luego esta otra. Reflexione después sobre hasta qué punto hay que ser tonto de baba para considerar que Chávez y Ortega son la izquieda que va a hacer justicia a los pobres y a acabar con la opresión, la discriminación social, el imperialismo y todas esas cosas.
Pues hay quien lo piensa. Y quien lo pensaba hasta hace bien poquito.

15 diciembre, 2007

Muñoz Molina contra los pedagogos modelnos

En el Babalia de hoy viene este texto de Antonio Muñoz Molina. Se titula El libro ilimitado. Me parece estupendo y aquí lo copio:
Voy en el metro a media mañana camino de una de mis librerías más queridas de Madrid y aunque llevo abierto el periódico miro de soslayo con un gesto reflejo cada vez que entra en el vagón alguien con un libro en las manos. No siempre es fácil identificar su título, y hay que tener mucho cuidado para que la curiosidad no se confunda con la metijonería. Es como ser un mirón digno que por nada del mundo quiere verse metido en un trance embarazoso. El libro está a veces en una posición casi horizontal, para que reciba mejor la luz del techo, y no es cuestión de adelantar la cabeza y torcer el cuello queriendo mirar la cubierta desde abajo. ¿Cuál será ese libro de bolsillo tan grueso del que no ha apartado los ojos ni siquiera al dar una zancada desde el andén ese lector que acaba de sentarse frente a mí? Lo ha doblado por la mitad, con riesgo de descuadernarlo, lo aprieta como estrujándolo entre las dos manos. Es un joven de veintitantos años con el pelo encrespado de rizos casi africanos, sin afeitar, con una mochila pequeña a la espalda. Da la impresión de que se levantó de la cama con el libro en la mano y que pasó así con él delante del espejo del baño.
Mantengo la vigilancia mientras leo el periódico. El titular de la primera página es el desastre de los índices escolares de lectura en España. Sólo hace unos días la enigmática ministra de Educación aseguró que ella no ve ningún problema en que los chicos usen el teléfono móvil mientras están en clase. La enseñanza pública se deteriora irreparablemente en España gracias a una conspiración de ignorancia tramada desde hace años por la chusma política y la secta pedagógica y las autoridades ya tienen un culpable: el franquismo. Quién si no. Como mi tierra natal está incluso a la cola del desastre leo que la consejera de Educación de la Junta de Andalucía ha descubierto una causa todavía más lejana: nuestro atraso histórico. A ellos, los socialistas que llevan gobernando en Andalucía un cuarto de siglo, que los registren. Pienso en mis maestros, los que me enseñaron contra viento y marea a leer y a escribir y a amar el conocimiento en años de oscurantismo y pobreza; pienso en tantos profesores vocacionales y derrotados que conozco, en las cartas despectivas o perdonavidas o del todo insultantes de pedagogos y expertos, de enchufados de diverso pelaje, que he recibido sin falta cada vez que he escrito sobre las quejas amargas de mis amigos profesores y sobre lo que yo estaba descubriendo con mis propios ojos con sólo hojear los libros de texto de mis hijos y escuchar las historias que me contaban al volver de la escuela.
A los expertos, a los gurús de la jerga psicopedagógica y a los enchufados no les cabía la menor duda: los que alertábamos sobre la degradación de la enseñanza nos habíamos vuelto de derechas y no sabíamos nada, no entendíamos de nada. Ellos sí que entendían: a la vista están los resultados. Cierro el periódico con asco y el hombre joven que leía frente a mí levanta los ojos de su libro. A mi atención de espía le basta un segundo para descubrir el título: es el Viaje al fin de la noche. Ahora parece evidente que el aire de ligero trastorno que tenía ese hombre desde que entró en el vagón procedía de la lectura de Céline. Vamos en el mismo tren de la línea 4 pero su viaje es mucho más hondo y más terrible, un descenso de fiebre por los espantos del mundo. Yo voy por los túneles del metro de Madrid y por el presente inmediato y más bien desolado del periódico: él por las trincheras de la guerra, por la miseria de los suburbios proletarios de París, por el Nueva York futurista de los años veinte, por las tinieblas coloniales del Congo que ya había roturado para la literatura Joseph Conrad.
Ahí lo dejo, sumergido en el libro, continuando su viaje, con su barba de varios días y su mochila de vagabundo celineano. ¿Cuántos lectores como él no llegarán a existir gracias a la gran conjura de los necios y de los comisarios políticos que ha asolado la educación española? Pero no se trata sólo de esa embriaguez, del dulce vicio que le acompaña a uno en la soledad y le hace gratos los minutos de un viaje en el metro: mucho más grave es que la escuela esté fracasando en su tarea de despertar en cada uno sus mejores facultades, de actuar como palanca de progreso social. ¿Qué porvenir laboral tiene un hijo de trabajador o de inmigrante que a los quince años no es capaz de comprender un párrafo de tres líneas? ¿Qué podrá aprender sobre la complejidad del mundo y la de su propia alma quien no cuenta con la luz de las palabras escritas? El nivel cultural y académico de los padres es factor decisivo, asegura el periódico. Subiendo por las escaleras del metro me pregunto con ira y dolor qué habría sido de mí, de tantos de nosotros, si no hubiera sido por la escuela y por el instituto. Nuestros padres, niños en la guerra, escribían y leían con dificultad. En nuestras casas, donde había tan poco, mal podía haber libros. La escuela nos hizo lo que somos.
Soy lo que he leído. Me gano la vida gracias a que existen lectores. En el escaparate de la librería distingo con expectación impaciente el libro que vengo buscando. Verlo me da tanta felicidad como descubrir en un escaparate de la infancia la cubierta en colores de una novela de Julio Verne. Son Los ensayos de Montaigne que acaba de publicar Acantilado, editados y traducidos admirablemente por Jordi Bayod Brau. Muy pronto el gozo de las manos se añade al de la mirada: sopeso el volumen, paso los dedos por su tapa tan sólida, lo abro y rozo las páginas con las yemas de los dedos, y al hacerlo percibo un olor exquisito de papel y de tinta. Por cualquier página que se abra este libro ilimitado se reconocerá la voz sabia y serena, la inteligencia irónica y voluble, la curiosidad entre erudita y chismosa de aquel hombre feliz que se retiró hace más cuatro siglos a escribir y a leer en la biblioteca circular de su torre. Como Cervantes o Shakespeare si empezamos a leerlo nos acompañará a lo largo de toda nuestra vida, y a medida que pase el tiempo y sigamos leyendo nos enseñará cosas que ni siquiera habíamos sospechado en las primeras lecturas. Como el señor don Quijote de la letanía de Rubén el señor de Montaigne nos asistirá en nuestra diatriba contra los fanáticos y los propagadores de la ignorancia, contra los sinvergüenzas, contra los estafadores de la jerga psicopedagógica, contra los políticos que sólo pueden eternizarse en su parasitismo gracias a una ciudadanía analfabeta y embotada. En el viaje de vuelta soy yo quien entra en el vagón del metro con la nariz hundida en el libro, quien se queda tan absorto leyendo a Montaigne que cuando levanta los ojos descubre que se ha pasado de estación.

14 diciembre, 2007

La pasta de los partidos.

UPyD, el partido que encabeza Rosa Díez, ha distribuido una nota de prensa en la que figuran los sigientes datos, que reproduzco sin más comentario:
Datos sobre la financiación de partidos políticos en España.
1 – La Deuda:
La deuda de los Partidos Políticos con la Banca sumaba 168.015.404 Euros según el último informe del Tribunal de Cuentas para el ejercicio 2004.
Algunos datos en concreto:
BNG: 2.139,012 Euros.
ERC: 2.180,467 Euros.
IU: 15.036,344 Euros.
PSC: 11.909,449 Euros.
PNV: 14.018,854 Euros.
PP: 28.457,376 Euros.
PSOE: 62.717,137 Euros.
CIU superó los 3 millones de euros en donaciones anónimas, seguido del PP, con 2,3 en aquel año 2003 en que se encontraba en el poder. “Nosotros recibiremos condonaciones, pero ellos aportaciones anónimas para financiarse”, se quejó el PSOE, que recibió en ese último año fiscalizado un millón de euros en ese concepto de donaciones.
2 - Deuda condonada por la banca a partidos en el poder:
El PSOE y PSC han logrado acuerdos de condonación desde 2004 por un valor superior a los 40 millones de euros.
La Caixa perdonó 7,1 millones de euros al PSC en diciembre de 2004.
La BBK, 21 millones de euros al PSOE en marzo de ese mismo año.
El Santander perdonó 12 millones al PSOE en mayo de 2006, tras 19 años de impago.
El Santander perdonó 12 millones al PSOE en mayo de 2006, tras 19 años de impago.
ERC se benefició tras el gobierno tripartito de una condonación de la Caixa por valor de 2,7 millones.
Caixa Galicia condonó 2,6 millones al PP cuando éste partido llegó al poder en 1996.

Comamos conejo

El Gobierno recomienda que en Navidad comamos conejo/a. Parece que es una consigna dirigida a controlar la inflación. A tal fin, resulta que lo inconveniente es comer pollo. Una auténtica rebelión en la granja. Serán menos los desplumados y, por contra, esos dulces seres peluditos pagarán los platos rotos por el alza de los precios. Supongo que se trata de genuina política económica. Del género y sus políticas hemos pasado a las especies. Verá la Loles más solicitado su producto. Se pondrá contenta.
Vista la justificación, tal parece que el conejo se estaba cotizando poco en estos tiempos, pues ha declarado un tal Josep Puxeu, que desempeña el apasionante cargo de secretario general de Agricultura y Alimentación, lo siguiente: “es una carne sana, ligera, muy apetecible y barata”. Se refiere al conejo. Y añadió esto: “hay productos que no son típicamente navideños, pero que se encuentran a precios razonables”. Ahora al conejo lo llaman, al parecer, “producto de sustitución”.
No sabe uno cómo tomarse estos consejos de fin de año. Sea como sea, se nota que faltan pollos. Esto se veía venir. Con tanta presión y tanto acorralamiento en el corral, la oferta del pollo se retrae. Normal. Menos mal que los distribuidores de pollo han manifestado que ellos, con tal de contener las subidas, “harán todo lo que esté en su mano”.
De los cerdos no han dicho nada, al menos que yo sepa. Me mantengo a la espera.
Todos tenemos algún día tonto. A mí hoy me ha llamado la atención esta sustanciosa noticia. Pletórico estoy de espíritu navideño.

13 diciembre, 2007

Memoria histórica y políticas histéricas

En días pasados he estudiado un poco la que se conoce como Ley de Memoria Histórica y que tanto revuelo ha levantado. Un buen amigo y muy apreciado colega edita un libro sobre el tema y amablemente me ha pedido una colaboración. No voy a soltar aquí todo el rollo, sino sólo a mencionar algunas impresiones y perplejidades.

Vaya por delante que me parecen muy bien todos los derechos que concede o amplía a las víctimas de la Guerra Civil o del franquismo. También estoy de acuerdo con las obligaciones que para la Administración la Ley establece, a efectos de que se faciliten las exhumaciones de los que fueron inicuamente fusilados o la investigación objetiva y documentada de esa parte del pasado.

Lo que no se entiende sin alguna hipótesis más o menos arriesgada es el temporal que el anuncio y los preparativos de la Ley han desatado. En realidad, en términos de derechos tangibles, efectivos, sólo va un poco más allá de lo que medidas anteriores, algunas muy anteriores, habían previsto en cuanto a pensiones y compensaciones para las aquellas víctimas y sus descendientes, así como para los que en la Guerra Civil lucharon. Y dichas leyes previas no habían levantado semejante polvareda. ¿Por qué?

Muchos estiman que esta Ley se queda corta, sobre todo porque no dispone la nulidad de las sentencias políticas de determinados tribunales que bajo el franquismo ayudaron a la represión de quienes intentaron plantar cara o resistir a aquel régimen mandón y meapilas. No entro en tal asunto, pues para hablar de él con propiedad se requiere una competencia técnica de la que carezco. En cualquier caso, ni quito ni pongo razones al respecto.

Dicha Ley incurre en el vicio, muy habitual en estos tiempos, de sacarse de la manga derechos que ni fu ni fa, derechos puramente nominales, de imposible ejercicio y que son puros brindis al sol, retórica política sin más valor que el propagandístico. Un ejemplo muy claro de esto me parece el que la Exposición de Motivos califica como “derecho individual a la memoria personal y familiar de cada ciudadano”, del cual se afirma que queda en la Ley reconocido. Más adelante, en la propia Exposición de Motivos, se afirma que es “deber del legislador” y “cometido de la ley” “consagrar y proteger, con el máximo vigor normativo, el derecho a la memoria personal y familiar como expresión de plena ciudadanía democrática”. ¿Hacía falta andarse con semejantes zarandajas? Los derechos en la Ley efectivamente reconocidos y garantizados son los que son: ciertos derechos a pensiones, a la nacionalidad, a indemnizaciones o a exhumar los cuerpos de los asesinados y enterrados en fosas comunes. Pero, ¿qué es eso del “derecho a la memoria personal y familiar”? ¿Tengo derecho yo a que el Estado me facilite la averiguación de los secretos de mis antepasados o de algún dato oculto de mi familia? ¿Me garantiza la Ley algún derecho a hurgar en las andanzas de mis ancestros o de los que con ellos tuvieron relaciones? No. ¿Entonces? Entonces no hay tal derecho a la memoria personal y familiar, así, con esos alcances generales. Lo que la Ley contiene son medidas para que quien tenga parientes que hayan sido represaliados o ejecutados por el franquismo, durante o después de la Guerra, pueda aclarar las circunstancias de tales hechos y, sobre todo, recuperar los cadáveres. También para que los descendientes de las víctimas de tribunales y consejos de guerra por razones políticas puedan obtener una declaración puramente simbólica de la ilegitimidad de tales decisiones. Pero un derecho genérico a “la memoria personal y familiar” o a la “memoria histórica” es una tontería, como lo sería que una ley afirmara mi derecho a la digestión satisfactoria, a la reflexión provechosa o al amor romántico. Palabrería. No hay más cera que la que arde ni más derechos que los que pueden ejercerse con sentido frente a posibles obstáculos o impedimentos reales.

Se presenta como memoria histórica lo que es meramente memoria de la represión franquista después de 1936. A algo así de particular y que, desde luego, no critico, se le pone la etiqueta pomposa de un derecho general a la memoria. Puede que incluso se quiera compensar con lo ampuloso del nombre lo limitado de los efectivos derechos.

¿Y por qué ha sembrado tanta polémica dicha Ley? Mi hipótesis es la siguiente. Muchas declaraciones del Gobierno y de los partidos y grupos que en esto lo apoyan son fácilmente interpretables como intentos de dotar de un nuevo fundamento de legitimidad a la Constitución del 78, enlazándola con la Constitución del 31 y presentándola como heredera y desembocadura de la lucha antifranquista. Con ello se pone en duda que el origen de la legitimidad de la Constitución se halle en los pactos de la Transición, en concesiones mutuas de izquierda y derecha y en el borrón y cuenta nueva y los propósitos de mirar sólo al futuro que se expresaron entonces. La Transición estaría empañada por ese silencio acordado, silencio oprobioso para las víctimas del franquismo y para los luchadores antifranquistas. Ese oprobio contaminaría de ilegitimidad a la propia Constitución y haría necesario poner sus raíces más atrás, presentándola como continuación de aquella legitimidad del 31 interrumpida por el golpe de Estado de Franco o como logro y obra solamente del antifranquismo. No es casual, me parece, que la mayor parte de las asociaciones y movimientos sociales que reclaman esa llamada memoria histórica mantengan posiciones muy críticas con la Transición y, especialmente, con la Constitución misma, presentada por unos como continuidad más o menos larvada del mismo franquismo y, por otros, como plasmación de los intereses del capitalismo nacional más conservador e ignominioso.

Es ese cuestionamiento de fondo de la Transición y de la Constitución lo que explica tanta discusión, pues se interpreta que con la Ley de Memoria Histórica o, más aún, con las declaraciones que rodean su gestación, se reabre el debate sobre los fundamentos normativos de nuestra convivencia actual. Si toca remover los pactos de la Transición, cada grupo y cada partido se realinean en sus posturas preconstitucionales y tratan de llevar el agua a su molino. Retorna bajo ropajes fantasmales el viejo dilema entre ruptura y reforma.

En realidad, el régimen de Franco había sido claramente condenado por la resolución aprobada por unanimidad por la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados el 20 de noviembre de 2002, que decía cosas tales como que “nadie puede sentirse legitimado, como ocurrió en el pasado, para utilizar la violencia con la finalidad de imponer sus convicciones políticas y establecer regímenes parlamentarios contrarios a la libertad y dignidad de todos los ciudadanos, lo que merece la condena y repulsa de nuestra sociedad democrática”, o que es “deber de nuestra sociedad democrática de proceder al reconocimiento moral de todos los hombres y mujeres que fueron víctimas de la Guerra civil, así como de cuantos padecieron más tarde la represión de la dictadura franquista”. Si ese acuerdo había sido posible, y también el de ir dando derechos a las víctimas y sus herederos, ¿por qué tanto lío ahora que sólo se trataba de extender tales derechos? Insisto en mi hipótesis: porque por primera vez a este propósito se han puesto en debate, desde el poder gobernante, el prestigio de la Transición y la legitimidad de la Constitución. Revisionismo histórico y cuestionamiento de la Constitución van de la mano en estos tiempos y el primero se coloca al servicio del segundo y de las relecturas constitucionales que a cada parte interesan. Los extremos vuelven a tocarse y coinciden sospechosamente en su creciente deslealtad a la norma máxima. Cierta derecha añora el franquismo; cierta izquierda añora el antifranquismo, trae a colación cuentas pendientes y se declara nostálgica de la República del 31. Unos beatifican a sus mártires, otros destapan ofensas y lamentan amnistías.

Por eso, y sólo por eso, no considero acertado el modo en que se ha usado la Ley de Memoria Histórica, por mucho que me parezcan correctos sus contenidos, al margen de esos vacuos elementos retóricos ya señalados. Para ese viaje tan corto, en términos de reales derechos, no hacían falta alforjas tan amplias.

La izquierda gobernante va camino de prescindir de la Transición y de regalársela a la derecha, igual que antes le regaló cualquier idea de España o el uso de los símbolos constitucionales del Estado español. La derecha más ultramontana ve ahí la ocasión para lavarse el pasado, ya que de memorias históricas se trata y ya que cada uno usa su memoria como quiere o como la tiene. Incapaces o poco deseosos unos y otros para mantenerse en aquellos acuerdos fundantes del presente constitucional, agitan las aguas que parecían calmadas y procuran inestabilidad para el sistema jurídico-político. La memoria histórica es el pretexto mejor, los historiadores propiamente dichos quedan desplazados y se construyen historias para consumo gustoso de cada bando. Aquel pacto de la Transición, que fue un pacto de mero silencio político, pacto para no usar el pasado como arma arrojadiza y como factor de inestabilidad, salta por los aires y se abre la veda para que cada cual ponga sobre la mesa sus muertos y los pretéritos agravios. El afán de ganancia política a base de hacer de las historias pura propaganda partidista acaba imperando sobre cualquier deseo de objetividad. Y hasta sobre la aparente intención de hacer justicia a las víctimas. El ruido acaba siendo mucho más que las nueces. Los acuerdos para reparar rectamente a las víctimas ceden ante el deseo de reabrir debates constitucionales que parecían felizmente sellados.

En la Exposición de Motivos de la Ley 24/2006, de 7 de julio, sobre declaración del año 2006 como Año de la Memoria Histórica se decía lo siguiente: “En el 75.º aniversario de su proclamación, esta ley pretende recordar también el legado histórico de la Segunda República Española. Aquella etapa de nuestra historia constituyó el antecedente más inmediato y la más importante experiencia democrática que podemos contemplar al mirar nuestro pasado y, desde esa perspectiva, es necesario recordar, con todos sus defectos y virtudes -con toda su complejidad y su trágico desenlace-, buena parte de los valores y principios políticos y sociales que presidieron ese período y que se han hecho realidad en nuestro actual Estado social y democrático de Derecho, pero, sobre todo, a las personas, a los hombres y mujeres que defendieron esos valores y esos principios. El esfuerzo de todos ellos culminó en la Constitución Española de 1978, como instrumento de concordia y convivencia para el futuro, y que nos ha llevado a disfrutar del período democrático más estable de la historia de nuestro país”. Y en abril de 2006 el Presidente del Gobierno afirmaba que la Constitución de la Segunda República “iluminó” la actual, que “la España de hoy mira a la España de la Segunda República con reconocimiento y satisfacción", que “muchos de los objetivos, grandes aspiraciones y de las conquistas que imprimieron los mejores valores de aquella época están hoy en plena vigencia y alto grado de desarrollo en nuestro país”, o que los valores de la Segunda República siguen hoy “plenamente vigentes”.

Por entonces Pío Moa y compañía ya andaban haciendo de las suyas. Entiéndase la comparación con todas las reservas necesarias y sólo en relación con lo que estamos diciendo sobre revisionismos y legitimidades.

¿Por qué no se callan? ¿Por qué no dejan a los verdaderos historiadores hacer su trabajo y a nosotros en paz? ¿Acaso era necesario tanto jaleo para acabar en la Ley reconociendo tan pocos y tan simples derechos? Honren los descendientes a sus muertos y dénseles las reparaciones que merezcan, pero no juguemos tanto con las cosas de comer. Que se anulen juicios y sentencias –cosa que la Ley no hace-, por qué no, pero que no sea en nombre del descrédito de la Constitución y con desdoro de la Transición. Ni la Constitución ni los acuerdos previos impidieron que se hiciera antes más y mejor justicia a los inocentes asesinados y perseguidos. Que cada palo aguante su vela y que los historiadores nos expliquen lo que es responsabilidad de cada cual en cada momento.

Estamos en lo de siempre, en lo habitual en los últimos tiempos: hablan de cosas que son puro pretexto para otras que no reconocen a las claras.

Pues eso, que se callen, que legislen lo que haya de ser legislado, pero que no nos alteren más el gallinero y que nos dejen tranquilos con nuestra Constitución. Y el que para ella busque alternativas, que lo diga claramente y ya veremos qué nos parece.