09 enero, 2009

Misterios del pensamiento único

Dicen que tiene que haber de todo, pero me desasosiega encontrar tanta coincidencia, tan poca variedad de posturas y tesis entre la llamada intelectualidad. Que el ciudadano común -no por común menos valioso y respetable, tal vez al contrario- se guíe por tópicos, consignas y fórmulas manidas en las cosas de las que no lee mucho ni entiende gran cosa puede considerarse normal y lógico. Bastante tiene ese ciudadano con buscarse el cocido y correrse alguna juerguecilla cuando toca, cada vez menos. Pero que el personal supuestamene cultivado marque el mismo paso y mantenga opiniones siempre perfectamente previsibles y acordes con la ortodoxia establecida entre los de su casta parece paradójico. De la reflexión libre y la información abundante sería más esperable que se desprendieran posturas originales y plurales debates. Pero no, al redil, pensamiento único, vulgata, dogma.
En verdad, cabe identificar dos ortodoxias que, en terminología convencional, podemos denominar conservadora y progresista. Y todos alineados a un lado o al otro, juego de equipo y para el equipo, hinchada, masa, más que individuos con pensar y decir autónomo. Y mucho me temo que, puestos a detectar indicios de variedad, en estos momentos es más plural el pensamiento conservador o de la derecha. Dentro de un orden, claro. Pero al menos se aprecian ahí variaciones en temas como la relevancia de la religión, los límites del mercado o la relación entre derechos individuales y grupales. ¿Un consuelo? Muy relativo para quien, como el que suscribe, por convicción y por trayectoria personal añora una izquierda menos adocenada y más reflexiva.
¿O acaso la discrepancia se da entre lo que se dice y, sobre todo, se escribe y lo que realmente se piensa? Si fuera así, la conclusión sería más triste: el “intelectual” dizque progresista sería un acojonadillo que en público sólo manifiesta lo que cree que puede gustar a sus conmilitones, pues nada le aterroriza más que el calificativo que la masa de los de su bando/a le puede regalar si se sale del canon: conservador, derechoso... facha. A veces hasta se tiene la impresión de que hay grupos enteros en los que cada miembro, todos y cada uno de ellos, sostiene ante los demás exactamente lo contrario de lo que en el fondo piensa -o pensaría si se atreviera a dar un pasito más-, de modo y manera que existe un acuerdo superficial entre todos en torno a los dogmas de rigor, y un acuerdo de fondo, no expresado y de sentido contrario: todos opinan en realidad lo mismo, que es lo opuesto a lo que proclaman.
A lo mejor esta última imagen es un tanto exagerada, pero uno quiere explicarse por qué ese cambio de actitud de tantos conocidos, según que hablen para la galería o que se quiten la careta cuando se sienten en confianza y se han tomado una copa. ¿Ejemplos? A montones. Si hablamos del problema de la articulación de España como Estado, en grupo casi todos cantan sus recelos frente al españolismo y sus simpatías con la autodeterminación de pueblos y naciones de por aquí; en privado, en cambio, muchos cascan auténticas burradas que dejan en nada los afanes unitarios de la derecha. ¿Y las políticas de igualdad de mujeres y hombres? Cuántos varones progres suscriben con aparente entusiasmo cualquier manifiesto feminista presentado por las colegas y los colegas, pero luego, al segundo güisqui, ponen a caer de un burro la política de cuotas o las discriminaciones positivas, por ejemplo. Podríamos enumerar un largo muestrario de tales desacompasamientos entre lo afirmado y lo pensado, entre lo que se dice para quedar como un pensador sujeto avanzadísimo y lo que se proclama a media luz. Y eso si nos referimos solamente a desajustes verbales, pues si hablamos de discrepancias entre lo que se predica y lo que se vive, para qué. Un alto número de los progres que conozco y que se baten en cualquier foro a favor de la igualdad femenina no dan en casa palo al agua y cargan sobre su mujer todo el trabajo doméstico y familiar sin sombra de remordimiento. And so forth.
El catálogo es muy variado y sería trabajoso elaborar una taxonomía completa. En algunos casos se trata de personalidades simplemente frívolas y acomodaticias, sin gran capacidad para la reflexión de calado y con escasa conciencia de las propias contradicciones. Otras veces tal conciencia existe, pero la vence la cobardía, el terror al rechazo de aquellos cuya estima se busca. Y los hay también que, conscientes por completo, se guían nada más que por el interés: si los que tienen la sartén por el mango en determinadas instancias -académicas, políticas, etc.- dictan ciertas consignas y proponen determinados gestos como identificadores del grupo de “los nuestros”, mejor acomodarse externamente, a ver si se cae algo, un carguito, una recompensa, un premio.
A lo mejor a base de explorar estas cosas se avanza algo en el desentrañamiento de uno de los grandes misterios de nuestro mundo: cómo es que el “pensamiento” va por un lado y la realidad de las cosas por otro, por qué es tan escasa la influencia de los “intelectuales” sobre los acontecimientos sociales. El viejo truco consiste en echarles las culpas al “sistema”. El “sistema” es tan perverso que puede sortear todas las críticas, tan poderoso, que va a su bola, tan denso que se hace inmune a las discrepancias. Pero es de temer que semejante argumento sea nada más que eso, un truco. Porque, a la hora de la verdad, nos encontramos una y mil veces lo de siempre: el supuesto crítico comiendo en la mano del llamado “sistema”, haciéndose su sitio, buscándose su huequecito, trabajándose el chollete. Tal vez ésa es una de las claves del éxito del “sistema”: hacer de la crítica un simulacro, convertir a los pretendidos críticos en rebaño, transformar el análisis social libre y autónomo en su contrario: ortodoxia, disciplina, repetición, mera pose. Que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda, crede fortiter et peca fortius, móntatelo de guay y disconforme e intégrate como uno más. Tonto el último.
Para lo que hacen falta narices es para cantarles las cuarenta a tirios y a troyanos y para sustraerse a los dictados grupales, a los de cualquier grupo. Atreverse a proclamar lo mismo que casi todos no es valentía, es espíritu de rebaño. El test auténtico comienza por esta pregunta: ¿a qué te atreves a renunciar a cambio de expresar lo que piensas?
Dicho lo cual, admitamos que, por supuesto, hay excepciones. Pero pocas. Y así nos va.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo. Querría recomendaros a todos una película en relación con este tema."V de Vendetta" creo que es del año 1996.
Tiene alguna parte despreciable, en tanto en cuanto ,está vacía de conceptos, pero el lenguaje que usa es bastante bueno, además tiene una idea de fondo que es muy buena. Describe algunos procesos que se están dando en la actualidad (la manipulación procaz de los medios de (des)información.) por ejemplo y entre muchos otros.

Creo que merece la pena ser vista, acorde con este tema.

Anónimo dijo...

En lo general, querría observar que "pensamiento ortodoxo" (expresión no citada explícitamente en el post, pero central en su análisis) es un oxímoro.

En lo específico, y mentando la(s) bicha(s), querría mencionar que ni el PP produce un discurso conservador (ejemplos: conservadora no es la intervención militar exterior, conservadora no es la promoción de la destrucción ambiental y del territorio, conservadora no es la oposición a la expansión del instituto más conservador que exista, a saber el matrimonio), ni el PSOE produce un discurso progresista (ejemplos: progresista no es la ayuda opaca a la banca, progresistas no son los mamoneos financieros y de poder con las grandes empresas, progresistas cierto no son los acuerdos con la iglesia católica).

Curiosamente estos dos partidos comparten un rasgo común saliente: aún no produciendo ni remotamente discursos coherentes, autoetiquetan con gran decisión el proprio discurso como de derechas/izquierdas, respectivamente, y confirman entusiastas (y ceñudos, porque lo exige el guión) la etiqueta que se autoasigna la contraparte.

¿No encuentran Vds. que esto invita a pensar? (pensar sin etiquetas)

Salud,

Gaviota dijo...

En cuanto a la política, no me sorprende lo que aquí se dice. De hecho, es deseable, para ser un buen diplomático, saber ofender gravemente a la otra persona, y que en vez de reaccionar mal, dé las gracias. El buen político hace creer que hace lo que los demás quieren, mientras que realmente hace lo que él quiere.

El problema mayor, y que más me ofende, es que en ámbitos académicos es una herejía innovar y una blasfemia contradecir a los "grandes". Como una verdadera recua se busca que actuemos, situación triste y desesperanzadora.

Anónimo dijo...

Quiero propuestas. Para lo demás ya existe la fotografía.