09 julio, 2009

Vacaciones

(Publicado hoy en El Mundo de León)
Tengo entendido que usted ya se está organizando para tomar vacaciones e irse de viaje. ¿Lo ha pensado bien? ¿Recuerda que en León las noches son fresquitas y no necesita uno meterse en el congelador para dormir? ¿Se ha fijado en lo bonita que luce en su casa la luz veraniega? ¿Se ha dado cuenta de qué bien se está tomándose unas cañas en las terrazas de la calle Ancha o de Eras? ¿Ha pensado cómo sería su hogar en agosto, sin niños, sin suegros, sin agobios, solos usted y su pareja para retozar y echar unas parrafadas? Sí, ya sé, los niños también tienen vacaciones. Pero, puesto que ya están grandecitos, ¿por qué no los manda a un campamento, a un curso de inglés en Canadá o al pueblo de los abuelos? Usted estaría mucho mejor, habría más paz familiar y ellos se lo agradecerían de por vida.
Pero, por mucho que le diga, usted no me hará caso. Llenará el coche de gente y maletas, se meterá en autopistas ardientes en horas infernales, se gastará una pasta en combustible y en pagar a precio de residencia señorial un apartamento de quinta a siete kilómetros de la playa o media hora en coche, pues hay obras en la villa y se impone un pequeño rodeo, comerá en tugurios que le harán añorar el plato del día en el bar de al lado del trabajo, se preguntará si tendrán gripe A o una tajada de órdago esos ingleses coloradotes que se le caen encima en el chiringuito, mientras usted trata de comprar para los niños unos helados y para su suegra un vaso de limonada que no tienen ahí, pero que la señora quiere sí o sí, porque ya no le gustan los refrescos de toda la vida.
Es posible que todo sea una sutil maniobra del sistema capitalista para que, al llegar septiembre, usted retorne al taller o a la oficina con la sensación de que lo peor ya pasó y de que no hay felicidad como la de trabajar y tomarse unos vinos con los colegas de siempre. Eso sí, habrá que oírle a usted y oír a los demás narrar las maravillas de cada viaje, lo azul que estaba el agua, lo rico y fresco que ponían el pescado y las risas que pasaron tomándose unas copas con unos ingleses de Liverpool que eran saladísimos. Porque, desengañémonos, hoy en día se viaja más que nada para contarlo con exageración. Como antaño otras cosas.

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