26 octubre, 2009

Ahorro parlamentario

Cada vez que alguien nos canta las cifras de lo que cuesta la Administración y lo que se nos va del presupuesto con los políticos y sus acólitos alucina uno. Cuestan mucho más de lo que valen, eso seguro. Aunque más de uno dirá que la difusión de esas cifras sólo sirve a la reacción, al neoliberalismo, a la globalización y a la úlcera de duodeno. Pues será, pero vaya tela.
Me he puesto a reflexionar sobre los costes de la democracia parlamentaria y creo que he descubierto la pólvora. Y coste que me apunto al bando de los demócratas, sección mal mucho menor. Pero, con todo, algo habrá que reformar para que la función se cumpla idénticamente y los costes se reduzcan. Además, está cantado que ni somos ni vamos a ser una democracia de tipo anglosajón, donde, al menos en teoría, el diputado se relaciona con los votantes de su circunscripción y se mueve con cierta libertad a la hora de levantar la mano o pulsar la tecla en el Parlamento.
¿Por aquí qué tenemos en lo que a democracia representativa se refiere? Pues que los diputados y diputadas actúan bajo el yugo de una disciplina que ya quisiéramos inglesa. No, es disciplina pastueña, al grito de si no votas lo que manda el jefe te quitamos el álbum de los cromos, no te volvemos a poner en las listas de los tontos y te vas a hacer cola al INEM, a ver quién es el guapo que te contrata para fregar platos. Para colmo, los reglamentos parlamentarios respaldan el desaguisado representativo con previsión de sanciones para los insumisos. O sea, que cuando el jefe del grupo parlamentario o cuadra respectiva levanta un dedo significa todos los de esta manada van a votar sí, cuando levanta dos hay que abstenerse y cuando saca tres deditos, después de contarlos detenidamente, toca votar no. Un prodigio de coordinación. Total, que si un partido tiene un cuarenta por ciento de diputados, ese cuarenta por ciento va a votar lo establecido, y si tiene el veinte o el diez, pues igual, lo que ordene el que ordena. No hay margen de duda ni esperanza de desacuerdo, salvo que a alguna señoría se le peguen un día las sábanas o pierda el avión. Las cuentas salen siempre, clavaditas.
Así que de cajón: con un diputado por grupo basta y sobra. Si hay sociedades unipersonales por qué no van a existir grupos parlamentarios de un sólo miembro o miembra. Sería muy sencillo. ¿Que un partido ha obtenido el cuarenta y dos por ciento de la representación en el Congreso? Pues el voto de ese partido, solventemente representado por uno o una que ha sido designado para ese estricto cometido, vale en esa proporción. Y así todos. Vota fulano que sí. Pues doscientos votos por ahí. Con diez o quince tipos allí reunidos nos arreglamos. Menudo pastón se ahorra.
Sé que habría que resolver algunos problemas importantísimos. Por ejemplo, el de los aplausos y los abucheos. Pero eso se soluciona con unas grabaciones, como las risas enlatadas que ponen en las series de televisión para dummies. Habla el representante único del PSOE, por ejemplo, y se calcula cuánto pueden patalear tropecientos diputados del PP y se saca el ruido correspondiente por los altavoces. Lo mismo con los aplausos y los gritos de entusiasmo, siempre en la debida proporción. ¿Y cómo representamos a los diputados dormidos? Muy fácil, con unos maniquíes yacentes con sus manos en las partes.
El problema mayor sería para la empresa concesionaria del bar, pero eso se arregla con una buena subvención y que los cafés y los pinchos correspondientes se donen a la Cocina Económica o a alguna ONG tipo Diputados sin Fronteras. Otro tanto habría que hacer con las compañías aéreas y con lo que haga falta, más que nada para que no aumente el paro. Pero, con todo y con eso, se ganarían unos millones de euros.
¿Que qué iba a ser de los actuales diputados si no tuvieran su empleo? Hombre, pues algo tendremos que rescatar de aquellos viejos ideales de cuando en la juventud militábamos en cosas chuscas. A mí lo más bonito me parece lo de la Revolución Cultural de Mao. A plantar cebollinos en el Kurdistán, mismamente.
¿Y con los parlamentos autonómicos qué hacemos? Huy, no sé, ésos son tan importantísimos que no me atrevo a proponer nada.
(Ilustración: Camilo Uribe)

2 comentarios:

Carmen dijo...

jajajajaja
Lo siento, soy de carcajada fácil ¿o no?

Un cordial saludo.

roland freisler dijo...

¡Excelente!