22 marzo, 2010

Mi declaracion de finales: paso de todo

Preferiría que bastantes amigos y queridos compañeros no leyeran esta entrada. Sé que más de uno la verá, así que desde ahora mismo solicito su comprensión y su clemencia y confío en que no se me interprete mal. En realidad, lo que voy a exponer no es culpa mía ni de ningún colega, sino de la ola de burocracia que nos invade. Así de simple. No se me tome, pues, a mí por un monstruo malencarado -al menos por esta vez o por esta razón-, sino como una víctima más de lo que a todos nos atosiga. Una víctima muy cansada que se pira a sus palacios (bueno, casitas) de invierno.
He decidido reducir al mínimo imprescindible mis relaciones académicas. Me explico. Siempre me ha gustado organizar eventos académicos, recibir invitados en la universidad, propiciar empresas colectivas y trabajos conjuntos. En la colaboración y el diálogo se hallará la poca luz que a nuestro alcance esté en medio de tantas brumas teóricas. Pero ahora me voy a ir borrando de eso, me desapunto, como dicen los niños. ¿Por qué? Por los papeles. No puedo más. Me canso. Me aburro. Me harto. Lo siento en el alma.
Cada semana, sin exagerar, debo hacer más de una docena de certificados, a veces bastante más. Hoy me espera media docena de ellos. Aparte de certificados, muy a menudo también otros trámites que me son poco gratos: llamar a no sé dónde para interesarme por un papel que se le perdió a alguien, consultar sobre no sé cuál convocatoria, seguir la pista de algún documento o preparar la memoria de este o aquel concurso. ¿Para qué y para quién? Para mis invitados, colaboradores y demás personal que conmigo tiene alguna relación en este mundo. Todo quisque necesita certificados de todo y constantemente. Invitas a un eximio y querido compañero a dar una conferencieta de nada y se ve obligado -él no tiene la culpa, de verdad que no- a bombardearte con solicitudes durante los cuatro o cinco años siguientes: que si certifícame la conferencia, que si certifícala otra vez, Sam, pero ahora en este impreso que lleva membrete de la Asociación de Filatélicos Redomados, que si vuelve a mandármelo, ya que se perdió por la huelga de correos, que sin pon que la impartí en pelota para que en la acreditación me apliquen los puntos por nudismo telemático, que si entra en la aplicación del ministerio de no sé cuántos para plantar tu huella digital en la certificación de que ya me certificaste la conferencia, que si llama a nóminas para que me manden un papel para la declaración fiscal de que di una conferencia que desgrava por perorata brava, que si perdí el paraguas cuando fui a León y que si no lo encuentras escribe declaración jurada de que me viste con él porque si no mi mujer me mata porque era un regalo de mi suegra, pero si lo encuentras mándamelo a portes debidos y con una declaración de Aduanas Autonómicas Reunidas y pon “frágil” en el paquete. La leche. Ah, y el papel envíalo por fax, escaneado y por correo ordinario. Menos mal que las palomas mensajeras están de ala caída y las señales de humo han pasado de moda, y gracias a los dioses porque vivimos en la era de las comunicaciones. Luego entra en la página de Seur en Facebook y comprueba si lo recibí. Y no te olvides de fotografiar el resguardo del albarán para mandarlo a la auxiliar de mi departamento y que lo grape con la factura de su último liguero, porque tenemos que pasarlo todo por el proyecto y ya sabes que los del Ministerio te van a llamar en marzo para que ratifiques la factura con un juramento por tus muertos y que prendas un trozo de piel de tu escroto como dación a cuenta del porcentaje de trolas con retrovisor. Mecagoentó, ¡socorro!
Además, se precisan sin parar cartas de presentación, versiones siempre nuevas y en sorprendente formato del currículum de uno, relaciones de últimas publicaciones y de publicaciones sin publicar, de últimos proyectos, últimos suspiros y voluntades postmortem. Cada día llega el correo electrónico en el que uno te pide una declaración formal de intenciones, concretamente en checo, el otro un testimonio, el de más allá un dossier y quien menos esperas una carta de esponsales o una postal navideña. Y encima aún hay quien pretende que leas los chistes que te manda por correo electrónico. No puedo más. Quiero dedicarme a mis cosas. Que se acabe el mundo. Que se jodan los equipos, los grupos, las actividades colectivas y el clima en los Polos. Me da igual. Necesito un enfriamiento burocrático global y una tregua de papel. Yo me largo. Si no, me va a dar un día de éstos un ataque de histeria. A lo mejor ya me dio. Hoy, mismamente.
No ha recorrido uno todo este camino de estudio, deshoras y divorcios para terminar así, pegando pólizas y redactando cartas de amor académico a los cuatro vientos. Tengo ganas de volver a leer de los asuntos de mi oficio, de escribir con sosiego y no a salto de mata. También me apetece jugar cada día media hora con mi hija y retornar al cine cuando se pueda, que ahora no. Si valiera una declaración formal de que amo a todos los buenos, invito a todos los inquietos y avalo a todos los competentes, la firmaría y la colgaría en la puerta de mi despacho o en el mismísimo ciberespacio. También autorizo a todos los de confianza para que imiten mi prosa oficinesca y falsifiquen mi firma. Es un garabato de nada. Nadie controla un carajo, tranquilos. Lo que no puedo es dedicar una parte grande de cada día a poner por escrito que qué bonitos son los juanetes de éste o las entretelas de la otra, a redactar un pergamino en el que doy fe de lo que no recuerdo o suscribo lo que me importa tres pimientos. Paso de todo. Ya pagué mi cuota de pliegos y memorandos. A partir de ahora, y salvo casos y causas excepcionales, el que quiera papeles que los pinte y el que quiera peces... Y total para qué, si todo se hace recursivo, recurrente, pez que se muerde guarramente la cola. Pero fruto, poco.
Disculpadme, amigos, por favor. Pero es lo que hay. La alternativa es el manicomio y supongo que no me lo deseáis. ¿O sí? Sea como sea os quiero. Pero os dejo. Sorry. Os recordaré siempre.

5 comentarios:

AnteTodoMuchaCalma dijo...

Me declaro falsificador oficial.

Cristina Garrigós dijo...

Viva Bartleby!

Rogelio dijo...

Eso forma parte de nuestra idiotasincrasia, del modelo de pais que unos y otros llevamos una generación edificando, meros fabricantes de buñuelos de viento carísimos.

Tiene una alternativa:
En una página web ad hoc instale un generador de certificados en el que cada uno de los autorizados se confeccione el modelo de certificado que desee, a partir de la información que de él/ella exista en ese repositorio.

Para ello habrá tenido que digitalizar previamente toda la información necesaria y asociarle determinados atributos (dni, tipo de curso, contenido, duración, etc...).

Tan sólo faltaría solicitar una identificación inequívoca del individuo-a en cuestión.

Puede perder varios días ociosos del verano y comprometer un pequeño capital, pero si es cierto que el tiempo es oro; que lo es; y no quiere acabar como el Rosario de la Aurora con amigos y colegas puede ser una opción.

Michelle Conlleone (que dice el Ante Todo) dijo...

Venga, hermano, que te ha dado el ataque y tenemos una semana sin papeles por delante. Por cierto, ve preparando lo de tus publicaciones para el proyecto de la Junta, que a principios de 2011 tengo que hacer la memoria final. Ah, y con este post (más cosillas de FANECA) te has quedado sin nuevo proyecto del Ministerio (explícaselo a los de tu equipo).
Ahora te llamo y te inyecto el tranquilizante. Abrazos fuertes.

Anónimo dijo...

Como decía un tiu miu "tu tranquilu que yo toy temblando". Querido amigo, en esta cosa que llaman la Universidad española hace ya algún tiempo que el carro pasó por delante de los bueyes. Es lógico que estes mas que harto de hacer papeles y papeles que al final solo valen pa limpiar lo que todos sabemos. Ahora con el invento boloñes y la enseñanza virtual es el tiempo propicio para la pesca de todos aquellos que les va la cosa burocrática, los dibujinos y los cuadrinos a colores. Pero no desesperes, manda los papeles a la mierda y centraté en lo tuyo, que es investigar y dejar escrito para todos obras que merezcan la pena, pues eso es lo único que vale y lo que al final todo el mundo te reconocera.
Un fuerte abrazo