26 mayo, 2010

Gente de peso

Yo le había jurado una y mil veces que jamás la engañaría. Años con la misma promesa en los labios todo el rato. Al fin, me pilló con la asistenta en actitud poco decorosa, el uno sobre el otro y apretados como si nos fuera la vida en el empellón. Sin darle tiempo ni para una lágrima, comencé a jurar que no era lo que parecía, ni cambio ni bandazo, que las malditas circunstancias me habían forzado y que estaba haciéndole a la otra el amor sin deseo y hasta con un poco de grima. Mi amigo Rodríguez Ibarra acudió al quite y le escribió a mi señora una carta en la que le hacía ver cuánta debió de ser la presión de la malvada mucama para que un servidor cediera a sus reclamos y se bajara los pantalones de aquella manera. Decía Rodríguez (Ibarra) que mis jadeos no eran de placer, sino de íntimo sofoco y de incontenible dolor, que aquella manera de mordisquearle el pezón a la muy pelandusca no significaba más que sublimación de las ganas de abofetearla por llevarme al huerto. Y así todo.
Cedió mi mujer y renovamos nuestros juramentos de amor, fidelidad y mutua entrega. Aún le salían pucheros cuando cada tanto recordaba con qué saña había criticado yo a su antiguo novio, tildándolo de mendaz y aprovechado, de inestable y traidorzuelo. “Me dijiste muchas veces que yo no merecía un hombre que me mintiera y que tuviera mal talante”, me repetía. Yo, por calmarla, le aseguré que pondría por escrito mis reforzadas promesas y mi compromiso de amor eterno. Así lo hicimos y le firmé un documento en el que, con encendida prosa, le reiteraba mi cariño sin tacha y el juramento de que nunca más le pondría los cuernos. Lloró de emoción al leer testimonio tan franco y me comió a besos.
Esa misma noche, pasadas las doce, mientras un par de fulanas me hacían una esmerada -y cara- felación, tomé el papelucho y le puse una corrección de errores. Escribí: “Donde dice ´nunca más` ha de leerse ´nunca más hoy`". Firmé con fecha de ayer. El día que vuelva a cazarme le responderé que si no sabe leer o qué. Como me ama, se disgustará un poquillo al comprobar de nuevo que soy un truhán y un cantamañanas, pero no me abandonará. En realidad, de entre tantos pretendientes me eligió por eso, por cabroncete y porque le vacilo como a ella le gusta. Pedazo de putón, si bien se mira.
Por cierto, tengo que llamar a Juan Carlos para ver cuándo nos corremos una juntos. Se la debo. Y eso que sé que anda hablando mal de mí a mis espaldas. Pero a la hora de la verdad ahí está, firme y solidario con los de nuestra clase.
(Dedicado al votante pertinaz de JLRZ. Un punto de vista similar, pero en serio, aquí).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Dr. Juan García Amado?????????

roland freisler dijo...

Anónimo
Le falta añadir - SUPONGO