02 enero, 2011

El 2011 y los malditos roedores (con y sin sotana)

Por cierto, feliz año nuevo, amigos. Que les acompañe la suerte y que la salud, al menos resista.

Empiezo pesimista, sí. Vitalmente tranquilo, pero moralmente descorazonado. O al revés, no sé cómo deberá decirse. No es sólo porque este año se decide, en lo económico, si pasamos definitivamente a la miseria o más bien nos hundimos sin paliativos en la nada. Dentro de cien o doscientos años los historiadores hablarán de las décadas del espejismo para referirse a ese tiempo, hasta hace un par de años o tres, en que España se tenía por país próspero y con futuro y los españoles marcábamos paquete en cualquier rincón del mundo. Caray, me acuerdo de cómo gritábamos en los aviones que volaban a los lugares más exóticos, cuánto frecuentábamos los restaurantes llenos de tenedores, estrellas y pijos sin mala conciencia porque tenían un primo que dirigía una ONG de ayuda a los delfines heridos, de qué forma arrasábamos las tiendas de zapatos y ropa más insoportablemente caras y mirando por encima del hombro a los menesterosos que seguían vistiéndose en Zara. A tomar por el saco, se acabó todo. Fue un espejismo un paréntesis de nada entre aquella pana, aquellas boinas y aquellas chirucas de los domingos de cuando el franquismo y lo que ya nos va alcanzando ahora, la misma inanidad de seres toscos, el volver a mirarse en el espejo y topar en él al tarugo mal afeitado que soñó que era nórdico, pero sin los modales suecos, o alemán sin la laboriosidad germana, pero que tenía de todo y más que nadie y era el niño mimado de la fortuna. A la porra todo, volvemos a ser pobres sin haber dejado jamás de ser brutos, ordinarios y presuntuosos con chanclas y pelillos. Y ahora, para colmo, nos cuenta todo el mundo que si al menos hubiéramos estudiado un poco, en lugar de dilapidar como nuevos ricos y despreciar a los esforzados, tendríamos con qué salir del pozo. Pero no, no hay redención posible. Belén Esteban, princesa del pueblo. Al carajo todos.

No es que me desmoralice porque tenemos que prepararnos para el hachazo que ha de caer este año sobre nuestros dineros y nuestro nivel de vida; eso, bien pensado, casi me da un poco de morbo, y discúlpenme sentimiento tan vil. Lo que pasa es que ni con prosperidad ni con crisis avanzamos ni un trecho de nada en honradez o en inteligencia, nos rodean más y más los zafios, nos acechan, babeantes, los más brutos, quieren alimentarse de nuestro enfado y nuestro miedo los más lerdos y desaprensivos. Por ejemplo, el obispo de Córdoba. Animal.

Cómo va uno a encontrarse de humor a comienzos de este año infausto, si resulta que sigue mandando Zapatero y si lo más retrógrado y cerril de los (jefes de los) católicos anda diciendo que hay que reconquistar España, tierra de misión. Misión imposible, espero. Zarrapastrosos de los demonios. Vivo en familia de católicos, ya lo he escrito aquí muchas veces, y para nada me molestan, andan con su fe en paz y con sus ritos y sus rezos, sin pretender golpearme a mí por descreído. Pero esos obispajos de rictus resentido, voz atiplada, gafas de culo de botella y finas manos de mecanógrafa antigua me dan muy mala espina. Se ponen nerviosos porque les parece que está llegando su ocasión, otra, como aquella vez; se impacientan de ganas de hacernos santos por las malas, de forzarnos como más les gusta. A ser posible con un poco de sangre; y cebolla. Como quien hace morcillas. Tú al fuego eterno, tú a mi derecha, precioso mío, corazón, cuerpo místico. Malditos.

Por lo visto se manifiestan hoy. Son cuatro gatos, pero hay que ver qué fauces tienen y qué garras. Todavía llevan bajo las uñas restos de piel de más de cuatro inocentes. Entienda esto cada cual como le apetezca. Se van de manifestación, al parecer, porque quieren recristianizar España. Pues que recristianicen lo que quieran, redios. Que se den a la predicación y se entreguen al buen ejemplo, que se nos vuelvan conciudadanos gratos, que se quiten el verbo crespo y no amenacen. Que se trabajen su cielo y que se vayan juntos a vivir en él, pero solos, porque si paraíso es lo que a ellos les espera, yo me pido, firmemente, infierno y condenación eterna. Reclamo el averno en nombre de mis derechos fundamentales, todos, y solemnemente lo digo y lo firmo a tantos de tantos. Pero ¡quién pude imaginarse por los siglos de los siglos a lado de Rouco y de aquel y aquel otro, protegiéndose el lomo y oyéndoles esas cosas! Habrá a quien le guste. Yo ni muerto lo soportaría. Y usted, amigo lector, si se tiene por católico reciba mi más sincera consideración, pero piénselo y dígase si cree que con esa tropa se puede marchar tranquilo toda la vida eterna.

O el obispo de Córdoba. Tengo una pregunta, por si alguno me puede dar luz: ¿cómo se llega a obispo? El de Córdoba dicen que se llama Demetrio Fernández. En una homilía ha soltado esto, el muy burro:

"El “ministro” de la familia en el gobierno del Papa, el cardenal Antonelli, me comentaba hace pocos días en Zaragoza que la Unesco tiene programado para los próximos 20 años hacer que la mitad de la población mundial sea homosexual. Para eso, a través de distintos programas, irá implantando la ideología de género, que ya está presente en nuestras escuelas. Es decir, según la ideología de género, uno no nacería varón o mujer, sino que lo elige según su capricho, y podrá cambiar de sexo cuando quiera según su antojo. He aquí el último “logro” de una cultura que quiere romper totalmente con Dios, con Dios creador, que ha fijado en nuestra naturaleza la distinción del varón y de la mujer".
O cura. Patético.

Qué hacemos, díganme, reímos o lloramos. Este tipo está muy enfermo. Si es cierto que el “ministro” de la familia del gobierno del Papa también piensa así, anda como una chota igualmente. Es probable que al Papa le ocurra otro tanto. Están como las maracas de Machín. Dan miedo. Y asquillo.

Acabo de leer enterita la homilía en cuestión del tarumba episcopal cordobés. Pueden verla aquí y les animo a que la repasen. Qué grima. Las cosas que se dicen en esos templos. Luego hablamos de los imanes y nos parecen peligrosas las mezquitas. Qué estilo, además, qué imágenes, qué dichos. Cristo esposo de la Iglesia, pecado original, donación corporal, apertura a la vida del acto sexual. Qué repelús. Todo el maldito día hablando de sexo, ellos que se supone que no lo usan y que cuando se sueltan es peor, como bien sabemos ya. Tanta familia y tanto cuento, ellos que se lo montan de solterones con gula y sobrina. Tanta preocupación con el placer sexual y tanta obsesión con que no se sienta o no se le dé importancia. Son unos pobres enfermos, unos degenerados de libro, la más perniciosa influencia para ingenuos y débiles de carácter. Y unos gañanes con doctorados y genuflexiones.

Tienen tanto derecho a expresarse como los de cualquier otra asociación o tendencia. Ahora bien, ahora bien. Quizá deberíamos pensar muy seriamente en la protección de la infancia. A lo mejor habría que procurar que los niños no oyeran esas pendejadas maliciosas que les pueden hacer mucho daño, muchísimo. Deberíamos proteger a los menores de las opiniones de esos tarados. A lo mejor voy a tener que replantearme el compromiso de permitir que a Elsa la lleven a misa cuando quieran. O tendré que empezar a ir yo y levantar la mano para pedir la palabra. Esto no es agresivo laicismo, es sentido común. Pensémoslo.

A mí un amigo que es conserje en el Vaticano me ha chivado que la Iglesia pretende que de aquí a veinte años muchos millones de adolescentes y jóvenes cojan asco a su propio cuerpo y tengan ramordimientos al sentir un orgasmo y vayan corriendo a contarle a un señor de negro cada vez que se masturban o que sienten deseo sexual y que otros más se juren célibes y se metan en seminarios o en conventos con los de su sexo solamente o se recluyan en residencias con los de su sexo solamente y se piensen superiores a la gente normal y quieran constituirse en fuerza política y social para que los demás no nos divorciemos ni nos amemos como nos dé la gana ni nos digamos lo que nos pete.

A que asusta ¿eh? Pues así hemos pasado siglos y milenios. Y ahora no vamos a volver a las andadas, ya lo creo que no. Aunque para evitarlo tengamos que tirar al río a algún Demetrio de las pelotas. Para que se les refresquen las ideas y se les baje el calentón y se saquen el sexo de la boca de una puta vez. Para que ellos hagan con su vida y su cuerpo lo que sea, incluso joderlos, pero nos dejen en paz a los demás y no asusten a nuestros niños. Para eso. Al río. Por higiene y sentido común.
P.D.- Por cierto, nada más escribir esta entrada, domingo a mediodía, encuentro casualmente que La 1 de Televisión Española, cadena pública mantenida también con los impuestos de los que no creemos ni tragamos, está transmitiendo en directo una misa desde la Plaza de Colón de Madrid. ¿Es ése el laicismo feroz que reprochan y temen los obispos? Protesto, protesto y protesto. La televisión pública no tiene que transmitir esas cosas. Para eso está las otras cadenas, para que tiren de ellas. O qué. Porque, encima, no nos lo agradecen cuando les damos cancha.

3 comentarios:

Carmen dijo...

Oiga, al final voy a pensar que es masoca. ¿Cómo es posible que alguien pueda leerse un discurso religioso? ¡Dios mío!

Proliferan y subsisten en territorios dejados de la mano de dios, son alimañas. Aprovechan la crisis y necesidad de la gente para abducirlos.
Como dice un personaje de Eco: "Los hombres nunca hacen el mal de forma tan completa y entusiasta como cuando lo hacen por convencimiento religioso".

Por cierto, no llevaría a un niño a misa ni permitiría que lo hicieran, si pudiera evitarlo. Taclaro.

Y mientras la Pajín, prohibe fumar a menos de 100m de colegios, escuelas de danzas, parques infantiles,etc.
Prohibe emitir imagenes en la tele con alguien fumando...
Por dios, si tan exquisitos nos estamos poniendo con el tema del menor que cuiden su salud mental y prohiban acudir a misa a los menores de 18. Amén.

¡Feliz año a todos!

Anónimo dijo...

Vomitivo, como siempre.

un amigo dijo...

¡Si sólo fuera asustar a nuestros niños!

Por desgracia, la evidencia empírica indica que se arriman mucho más. Y que se encubren minuciosamente el uno al otro, comenzando por el amante de las acrobacias descamisadas.

Salud,