29 diciembre, 2011

Merecimiento y reparto

(Publicado hoy en El Mundo de León)

Dicen que cerca de la mitad de los leoneses que trabajan por cuenta ajena no llega a los mil euros al mes. Triste e injusto en muchísimos casos, eso seguro. Pero es solo una cara de la moneda. Lo otro que habría que ver es cuántos de los que tienen un buen sueldo se lo curran de verdad y se lo merecen. No sólo se reparte mal cuando no se da al esforzado y productivo lo que por su trabajo le debería corresponder, sino también cuando cobra en demasía el que no da de golpe o se aplica al vil escaqueo. Supongo que es inevitable que, tal como están las cosas, paguen justos por pecadores. Pero, al menos para el futuro o la próxima vez que haya que reducir gastos, deberíamos ir planteando un cambio de sistema.

Pensemos mismamente en los funcionarios. A la hora de bajarles el sueldo o de congelarlo, se trata a todos por igual. Pero no son todos iguales y eso bien lo comprueba hasta el más despistado ciudadano en cuanto se relaciona con la Administración. Sin ir más lejos, en universidades he visto administrativos que no saben manejar el Word con soltura, y otros que juran por sus muertos que no se entienden con una página de Excel. También los hay competentísimos, muchos, y estos son los que acaban haciendo tarea doble: la suya y la de los inútiles. No hay derecho.

La estabilidad laboral de los funcionarios es un logro irrenunciable, sin el que no hay Estado que funcione. Dar a los mandamases de turno patente de corso para poner y quitar funcionarios a su antojo es alimentar las corruptelas, el enchufismo y el marcado de favores. Pero algo habría que hacer. No se puede permitir el parasitismo de algunos, el descaro con que se escaquean o la desgana con que afrontan su labor, mientras ponen cara de ofendidos, acumulan bajas ficticias o amenazan con demandas y pleitos al que les eche en cara su pereza.

¿Solución? El que trabaja y el que zanganea no son iguales y darles el mismo trato es discriminar al primero y conceder privilegio al otro. Al pagar más al eficiente y mejor dispuesto se ahorrará dinero y se garantizará un mejor servicio. Que compitan los capaces con los aprovechados. Sólo hace falta un control real y serio de la productividad. A ver quién le pone el cascabel a ese gato.

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