23 enero, 2012

Fidelidad

Sí, soy un poco futbolero. Ayer vi en el Plus el partido del Madrid y el Bilbao. Cada vez que alguien me cuenta algo del El Gran Hermano (lo último que escuché, en comida familiar de puesta al día de las cosas importantes, es que ahora participa un cura), yo le digo que no miro esas cosas, pero que no me considero con autoridad moral para criticarlas (aunque, en el fondo, un poco sí) porque yo me lo paso muy bien con algunos partidos de fútbol. La droga del pueblo, otra más, de las más potentes, directa al cerebro. Mientras haya fútbol no haremos ni revolución ni reformas en condiciones. Moriremos arruinados y futboleros. No solo me recreé con ese partido un rato, sino que lo vi como se debe, deseando que ganara uno de los contendientes, el Bilbao. ¿Porque soy del Barcelona? Denme tiempo para explicarme.

Puesto que la liga no es tal, sino torneo a dos, en los últimos diez años o así unas veces he ido con el Madrid y otras con el Barcelona. ¿Dependiendo de qué? De cómo me caigan unos y otros en cada temporada. O sea, que no debo de ser un buen aficionado, aunque mantengo una masoquista lealtad a mi querido Sporting, lo que viene a ser como perseverar en fantasías eróticas con la fea del barrio. Pero pensemos.

Lo común es afiliarse a algo de por vida, a un equipo, a una iglesia o a un partido. ¿Hagan lo que hagan y sean como sean? Sí. La adscripción es parte de la propia identidad. Una pena. ¿No cuenta cómo se comporten unos u otros? No, al parecer. ¿No hay evaluación posible? No. ¿Se puede o se debe votar a los mismos o desear su victoria por encima de los comportamientos o las actitudes? Sí, entiendo. ¿Nos despersonalizamos cuando preferimos que venza el menos presentable o el que actúa peor? Esa es la impresión. ¿No hay nada que evaluar, nada que empañe la adscripción predeterminada? Posiblemente.

Pues bien, al margen de que mis razones en esa trivial disputa futbolera sean mejores o peores, meditemos en líneas generales. ¿Cómo nos gusta vernos como individuos que se quieren racionales? Hay dos maneras: el espíritu grupal o el sopesar razones y conductas. Lo del fútbol es un juego y como tal hay que tomarlo, pero en otras cosas resulta importante la actitud. Tenemos que decidir si somos individuos o miembros irreflexivos de una tribu. El tribalismo es la más antimoderna de las actitudes. Entre que su equipo o su partido gane con trampas o engaños o que pierda si merece perder ¿usted qué prefiere? Esa es la pregunta decisiva. ¿Somos autónomos y pensantes o nos gusta ser parte de una masa, acríticos seguidores de una enseña cualquiera? Precisemos más la cuestión, en términos artificiosamente dramáticos: si un rayo pudiera partir a su equipo rival entero o al partido político de sus fobias ¿usted se alegraría?

El sistema jurídico-político que nuestra Constitución dibuja presupone ciudadanos que juzgan por las ideas y las conductas, no fanáticos irreflexivamente alineados; es decir, alienados. El bipartidismo presupone lo segundo y la organización del fútbol actual también. Pero con rebaños solo cabe una paradictadura bipolar.

Se aplica en todos los órdenes de la vida. A más de uno el título de esta entrada le habrá hecho pensar que se trataba de otros asuntos. Pues vamos allá. No hay fidelidad que no se justifique nada más que en comportamientos y actitudes, si fidelidad ha de ser compatible con racionalidad. También en las parejas y las familias. Cuando el amor a la institución reemplaza a la consideración libre y objetiva de las conductas, las lealtades se tornan acríticas sumisiones. Volunaria esclavitud. Ser libre implica asumir el desarraigo, convivir la desubicación, saberse autónomo, quererse dueño de la propia vida y de las fidelidades de uno. Ser libre es la suprema y más exquisita forma de querer. Porque no quiere bien el que no se quiere a sí mismo, para empezar. Quien busque fidelidad incondicional y lealtad sin contraprestación que se compre un perro. Y que lo maltrate. El placer y la dicha son virtud de los independientes. Al menos de los que no se conformen con una vida perra.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo cumplo un tópico, soy mujer y no me gusta el fútbol. Si tuviesen que vivir los futbolistas de lo que yo les veo, morirían por inanición. El fútbol es un pedazo de negocio, alucinante..tan alucinante como la política. Yo quiero creer que existen diferencias en la política. Ser de izquierdas, ser de derechas; pero en realidad, mi vida es mi vida...y soy yo quien intento decidirla..Intento, no la decido. La felicidad radica en poder decidir acerca de la propia vida, hay estudios sobre eso. Y yo no controlo la mía, no puedo hacer lo que deseo, ni trabajar en lo que quiero , ni gastar lo que quiero, ni nada de nada. ¿el dinero no da la felicidad? te permite decidir acerca de tu propia vida y eso es mucho, muchísimo.Aún así, sigo creyendo que hay diferencias, y voto igual cada vez; aún siendo cada vez más los abusos. el bipartidismo de este país crea situaciones como valencia, donde impresentables se lo llevan calentito y situaciones en las que políticos hacen tragar recortes sangrantes, porque toca tomar medidas difíciles, toca...y aceptamos ..anda ya!!

Luis Simón Albalá Álvarez dijo...

Aúpa Sporting. Yo soy del Sporting porque de él era mi padre y porque a mi pueblo llegaba la HOJA DEL LUNES de Gijón y no la de Oviedo. Hoy le faltó un poco de concentración. (Permítase un comentario futbolera en esta página en el día de hoy)