10 enero, 2012

¿Pero usted se ha fijado en lo que tiene en casa?

Anda revolucionada la red, y con ella los periódicos, porque un avispado fotógrafo ha conseguido buenas imágenes de Shakira tomando el sol en tanga y mostrando unas nalgas de aquella manera. Que sí, que vale, que está muy bien esa chavala y que lleva las cosas puestas como Dios manda.

En efecto, me he pasado un ratillo contemplando las fotos de la barranquillera y me he deleitado como corresponde. No sé que hace con un futbolista con pinta de soso y pelín psicótico, en lugar de buscarse un buen profesor de derecho, pongamos por caso. Yo le podría presentar a alguno soltero y con buena conversación. Pero tal vez con menos guita, eso sí. ¿Será materialista una muchacha con tan buena materia prima?

Por cierto, tengo un querido amigo que desde hace tiempo planea escribir todo un tratado sobre traseros de mujer y que domina como nadie sus clasificaciones. Le voy a pedir un día de estos que catalogue el de la cantante en cuestión, a ver si resulta que es tan excepcional o si resulta del montón; del montón de los buenos, pero del montón.

A eso voy. Luego de mirar del derechas y del revés las fotos de tal retaguardia, me vino un genuino orgullo casero. Y no solo casero, sino que pongo en un pedestal las formas de más de cuatro señoras de las que uno se cruza con frecuencia, dicho sea con ánimo patriótico y corporativo más que con afanes lúbricos, conste.

Ya sé que me voy a lanzar al estanque de los cocodrilos y que a más de uno pondré en un complicado brete, pero allá cada cual con su suerte o con las consecuencias de sus decisiones. Va pregunta para los amigos varones de este blog. Las damas, si quieren, que se la apliquen también, pero con espejo de por medio y sin complejos ni falsa modestia. La cuestión, caballeros, es la siguiente: ¿cuánto hace que usted no se fija como es debido en los atributos de su contraparte, de su sufrida compañera? Sabemos que hay casos desgraciados, ciertamente, y las víctimas que no sigan leyendo o que se dediquen a algún post de teoría jurídica para aplacar sus furores o, más bien, su furia. Pero yo diría que, en general, somos más afortunados de lo que cabría pensar al vernos babear ante la grupa de Shakira. Digo más, la inmensa mayoría de nuestras compañeras de fatigas –con alguna excepción que muy sinceramente lamento- no tienen tanto que envidiar si sabemos contemplarlas como es debido y si les buscamos la vuelta más favorable.

Convénzala usted para que se arme con un bikini del calibre minúsculo del que lleva la de las fotos. Luego que se coloque así y asá e imagínese, si más le hace falta, que la escena transcurre en Miami y que usted no anda con ese barrigón y todo peludo. Qué me dice, ¿eh?

La suya no cantará igual ni bailará de la misma manera, pero vamos a lo que vamos y la música la podemos poner a nuestra elección en la minicadena. Ahora prepárese un buen güisqui o un gin-tonic con ginebra de calidad, y no con la que sirve a los cuñados, olvídese de la crisis y de los suegros, pídale a ella que no le cuente calamidades de la oficina y relájese. Hasta el mismísimo Piqué podría acabar dudando.

Sí, ya sé que las rutinas matan y que el hábito nos hace monjes, pero ¿acaso piensa que la tal Shakira no tiene también un problemático despertar mañanero? ¿Se imagina ingenuamente que cuando llegue a los años de su señora va a conservarse así como la suya? Hágame caso, esas caribeñas tienen una fecha de caducidad muy cercana, acaban casi todas cargando de panza y desbordando de trasero hasta extremos disuasorios. No como la Maruja suya, que, por mucho que se haya puesto hasta arriba de turrones hace cuatro días, sigue dueña de un no sé qué muy tentador. Más vale que los paparazzi no se la descubran un día en alguna playa del Cantábrico, ya que yate o así no parece que frecuente.

Más digo, si aún duda, tómele usted mismo unas fotos guapas con el atuendo apropiado y por el lado mejor y luego contémplelas con calma y como si fuera la de otro. Verá qué sofocón. O, si persiste en su poca fe, me las manda al blog y aquí le vamos comentando.

PD.- Si me va a rebatir porque su caso es doloroso, le recomiendo que firme sus comentarios como "Anónimo".


10 comentarios:

Exiliado dijo...

El trasero respingón de mi santa supera con cruces al de la artista de la foto. No, no comparto fotos.

Anónimo dijo...

"Yo le podría presentar a alguno soltero y con buena conversación" yo ando solterita, a ver cuando quedamos para las presentaciones. Tengo el mismo culo de la foto¿? bueno no, pero....estoooo, hacen un par de gin tonic¿? ;)

Anónimo dijo...

Pelín machista le ha quedado ¿no?
Entiendo que no tiene mucho de jurídico el artículo, pero aún así...

Anónimo dijo...

Ayer le pregunté a mi esposa: "¿De verdad que tenías esas tetas ya cuando nos conocimos?" Ella me dijo que claro que sí, que ya de jovencita era muy pechugona. Pero en aquel tiempo (y de ello hace ya 28 años) estaba yo tan fascinado con la belleza de su rostro, que ni me había parado a pensar en la gloriosa riqueza de sus tetas (y, desde luego, no podía conocer aún hasta qué punto era embriagador su perfume). Tampoco me había fijado entonces en su maravilloso culo de adolescente, supongo que porque, cuando miraba para abajo, mis ojos no se podían separar de la perfección de sus tobillos. Tengo que reconocer que dos partos con cesárea han dejado tristes huellas en su vientre, y que la delicada cabellera ya no tiene el color de antaño, pero la madurez la ha hecho más sabia en todo, y su sexo parece más sabroso cada día.

un amigo dijo...

Completamente de acuerdo, verdad psicológica profunda; no sabemos bendecir suficientemente la maravilla que tenemos en casa.
Y no sólo en cuanto a goces cárnicos accesibles al más estricto de los vegetarianos, slurp slarp slorp, sino también en ese modelar continuo del puto ego que es probablemente el gran beneficio de la vida emparejá.
Bendición que se puede extender al privilegio continuo dentro del cual vivimos: techo, comida y bebida, libros, música, objetillos queridos, gatos, elefantes, anacondas... Según decían los clásicos, "como en casa, en ninguna parte".

Dicha la de cal, digamos la de arena: somos intrínsecamente polígamos, joder. Lo de la monogamia es una trola relativamente reciente, digamos desde que hay patrimonio que controlar, acrecentar y legar, lo cual viene desde la invención de la puta agricultura y todo lo que trajo consigo - pongamos 10-15.000 años, siendo generosos. Leánse el docto a la par que cachonduelo texto de Ryan y Jethà, que lo deja bien clarito. Durante los cuatro millones de años anteriores de la especie, casi ná (que son los que han determinado fisiológica, neurológica, cognitivamente nuestro ser) vivíamos en tribus de merodeadores bastante pacíficos, no acumulábamos propiedad (prueben Vds. a moverse por la sabana acarreándola), y lo compartíamos todo pero lo que se dice todo, incluyendo el goce y disfrute permanente de los culos vibrantes, rabos palpitantes, coños goteantes, bocas jadeantes, tetas pendulantes integrados/as en la arriba mencionada unidad de organización social (tampoco había televisión en la sabana). Antes que te quiero antes. Y cualquiera que observe con un mínimo de objetividad desapasionada nuestro físico y nuestro comportamiento, que examine la evidencia antropológica aún remanente (las mal adjetivadas sociedades "primitivas"), y que estudie nuestros parientes más cercanos, chimpancés y bonobos, pues sabrá ver que tres y uno, como dos y dos, hacen cuatro.

Y la imaginación, ¡ay señor la imaginación!, es la loca de la casa y por extensión de nuestras fugaces y perecederas vidas, desde mucho antes que Don Enrique Martín Morales, en arte Ricky Martin, viniera a glosar la estimulante combinación de ambas (caribeñamente, tanto para permanecer en línea con las fotos) con salsas, mambos y ditirambos.

Salud.

un amigo dijo...

En sostén de lo argumentado, quisiera referir el cuento picarón, quizás conocido por muchos, que recoge alguna de las verdades profundas del "chico encuentra chica", o de la (siempre inocente) variante combinatoria que se prefiera.


Narraba el tal cuento de uno que por razones de trabajo se encuentra en una ciudad lejana, y que por esas mismas razones se ve arrastrado, un poco de compromiso y sin muchas ganas, a un evento social de esos aburrridísimos. Y ¡oh misterios del destino! apenas llega allí, arrastrando los pies y planeando quedarse lo justo, le presentan una criatura maravillosa, tanto en la corporalidad como en el atuendo como en el comportamiento, de ésas que alteran el ritmo respiratorio incluso del más experimentado y le hacen volver a vivir las emociones primeras de la adolescencia. Y no se para el milagro en el "encantado, encantada". Fluye la conversación inteligente, divertida -incluso con ocasionales chispazos elegantemente turbadores-, fluye y los absorbe, y se encuentran siempre en mayor y mayor sintonía de intereses y sensibilidades. Las miradas hablan aún más que las palabras que manan y manan sin dificultad alguna. Transcurren las horas como minutos. Desde hace mucho conversan solos, porque hasta los más pelmazos han respetado la evidente magia de lo que está allí floreciendo. Y cuando se hace inevitable disolver la reunión los dos concuerdan espontáneamente que no pueden dejarlo así, que hay que continuar la charla iniciada. Sin darse cuenta se encuentran en el aparcamiento, y ella le abre con sencillez la puerta de un estupendo deportivo. "¿A dónde vamos?" "Huy, a esta hora ya está cerrado casi todo. Vente a tomar una copa a casa de mis padres". "¿De tus padres? No quisiera molestar." "Qué va, qué va, nos quedamos en el cenador del jardín, vivimos con mucha independencia". Tras un trayecto silencioso y confortable de duración indefinida, porque la magia del diálogo sigue envolviéndolos, traspasan la verja de una propiedad impresionante, una villa entre extensos prados arbolados, suspendidos sobre el mar que brilla a lo lejos. Ella estaciona el coche con fluida destreza entre dos berlinas aún más lujosas, y lo conduce hacia la parte inferior del jardín, alejándose del noble edificio principal ya oscurecido, señalándole con modestia y naturalidad rasgos de interés del majestuoso parque, y del paisaje que la luna, brillando sobre el mar, revela. Tras algunos minutos de camino por entre cuidados parterres, punteados aquí y allá por esculturas de evidente valor, se encuentran en completa soledad al borde de una piscina espléndida, cuyo espejo de aguas centellea invitante en el aire tibio y perfumado de la noche. Junto a la piscina, refinados pabellones. Ella lo invita a sentarse en unas mullidas tumbonas, en un ángulo íntimo y cobijado, con unas vistas especialmente emocionantes, y desaparece un momento en una de las construcciones. Al poco regresa descalza y sonriente, sosteniendo una botella de magnífico champán helado y dos copas de fino cristal que tintinean entre ellas. Sin decir una palabra, destapa la botella con silenciosa experiencia y llena las copas de elixir burbujeante. Se la ofrece con una mirada cómplice, cargada de mil significados. Sus manos... se rozan.

Cuando recobran la respiración, fuera del tiempo, la luna se ha puesto desde hace mucho, y la espléndida bóveda estrellada parece vibrar en armonía con los indescriptibles éxtasis que acaban de vivir. Aunque la temperatura es perfecta para las pieles desnudas, ella levanta del suelo un blanco albornoz, y se arrebuja sensual y elástica dentro del mismo, abrazándose las rodillas. Él, transportado, no puede apartar un segundo los ojos de tanta y tan increíble hermosura. Con un gesto encantador, ella se muerde levemente el labio inferior, y quiebra el silencio.

"¿Cómo estás?"

"En el paraíso…"

"Pues te propongo un trato."

"¿Cuál?"

"Tú me dices en quién estabas pensando al correrte, y yo lo mismo".


Salud,

Anónimo dijo...

mmm caribeña? que no es sudamericana?, mmmmmmm

Anónimo dijo...

Usted ha salvado mi matrimonio. Bendito sea.

Anónimo dijo...

A pesar de que hago el comentario como Anónimo, estoy muy contento con lo que tengo en casa. Y usted, permítame decírselo, profesor, es un GENIO.

Gracias por su blog.

Anónimo dijo...

un poco clasista.