05 abril, 2012

Sobre recortes en investigación

Las puras cifras, los porcentajes a secas engañan. Por eso cabría una investigación mejor con menos costes globales y por eso es posible una investigación peor aun con mayor inversión. Lo primero ya lo hemos visto alguna vez y lo segundo todavía está por comprobar, pero vamos a hablar de eso.

Comencemos con una comparación no referida a la investigación, sino a la asistencia hospitalaria y sus costes. Llamamos H al conjunto de los hospitales de un Estado E. En nuestro ejemplo, la práctica hospitalaria en H de E viene definida por las siguientes características:

(i) Se practica una política muy generosa de estancias hospitalarias, tanto para enfermos terminales, muy graves, graves, medianos y leves. De resultas, la estancia media anual por enfermo diagnosticado en H es de 30 días. La estancia media por enfermo leve es de 5 días.

(ii) La remuneración de los médicos de H es igual para todos, de modo que no varía para cada uno por razón de ninguna de las siguientes variables: ni por su grado de aciertos en el diagnóstico y tratamiento de sus enfermos ni por su nivel continuado de formación ni por su contribución a maximizar el éxito en el diagnóstico y la terapia con el menor coste de estancias hospitalarias de enfermos.

Bajo esas condiciones, el coste de H en E es de 100.

Ahora veamos dos escenarios, el de aumento de recursos y el de recorte de recursos.

Aumento de recursos.- Se incrementan en un veinte por ciento, pasando a 120. ¿Habrá mejorado automáticamente el sistema hospitalario de E? No necesariamente, ni mucho menos. Todo depende de si al disponer de más medios se eleva o no la eficacia del sistema hospitalario. Y para saber tal cosa habremos de definir los objetivos del sistema hospitalario. Admitamos que los objetivos del sistema hospitalario sean estos dos y por este orden: (a) evitar muertes y curar enfermedades; (b) hacerlo al menor coste posible. Quiere esto decir que si un grado x de éxito en el cumplimiento de (a) se consigue con un coste de n, pero el mismo grado x se podría logar con n-1, entonces el sistema no es eficiente.

Aquel aumento del 20% de recursos para H no será eficiente sin más o necesariamente, sino que habrá que tasar y analizar los resultados en términos de la eficiencia así definida. Si, por ejemplo, el nivel de éxito en el cumplimiento de (a) se mantiene idéntico, el añadido de ese veinte por ciento habrá sido perfectamente inútil (supuestas constantes otras magnitudes, en particular ciertos costes). Por ejemplo, es de esperar esa ineficiencia si la disposición de más medios económicos se usa en H para una de estas dos cosas, o para las dos conjuntamente: (1) para aumentar los sueldos a los médicos que menos trabajan y menos se forman o para aumentar todos los sueldos en idéntica proporción, y (2) para incrementar el tiempo medio de estancia hospitalaria de los enfermos leves.

Recorte de recursos.- Se pasa de 100 a 80. Cabe que, aun así, la eficiencia del sistema H se incremente si los recursos disponibles se emplean conforme a patrones como los siguientes: mayor estímulo, mediante remuneración, para los médicos con mejor rendimiento y “sanciones” retributivas o reasignación de roles para los médicos con rendimiento más defectuoso; reglamentación exigente de las condiciones de ingreso hospitalario y de permanencia en hospital de enfermos leves.

Por supuesto, la situación idílica sería aquella en que se combinaran positivamente las dos variables: crecimiento de recursos en un contexto de maximización de la eficiencia del sistema. Pero lo que quiero mostrar es algo bien obvio: que caben sistemas más eficientes con menos recursos y sistemas menos eficientes con recursos mayores. Por lo cual es un error atender nada más que al montante de las inversiones, sin fijarse en factores tanto o más determinantes.

Si en lo que acabo de exponer y en el ejemplo utilizado hay algo de válido, valdrá igual para el sistema de investigación. En los presupuestos que el Gobierno acaba de presentar se aplica un considerable recorte al gasto en investigación. Por ejemplo, parece que se recorta un 34% en programas de investigación. ¿Por qué será malo este recorte, más que nada? Porque se aplica a un sistema de investigación que es extraordinariamente ineficiente, debido a la mala administración que hace de los recursos disponibles. Y eso tiene dos consecuencias tremendas. Una, que el aumento de la inversión en investigación no incrementa necesariamente la eficiencia o la calidad de los resultados, o no en la misma proporción que aquel aumento. Y dos, que una rebaja de la inversión, en cambio, multiplica la ineficiencia en los sistemas “perversos”, pues no se reconducirá la situación corrigiendo los defectos, sino que se asegurarán las posiciones “defectuosas”.

Déjenme que lo ilustre nada más que con unos argumentos elementales. Se lamenta, en ocasiones como estas, que haya muchos jóvenes investigadores que, ante la falta de recursos públicos para la investigación, tengan que dejar las instituciones que les pagaban y emigrar a otros países. ¿Eso es malo? Depende y explicaré por qué. En los campos en que académicamente me muevo conozco un buen puñado de profesores contratados y funcionarios que forman parte de equipos de investigación financiados con dinero público. Como mínimo, el sistema de investigación de este país no perdería absolutamente nada, y hasta ganaría, si el quince o veinte por ciento se largaran con viento fresco a que los contrataran en alguna (en otra) república o monarquía bananera. Así que no importa tanto cuántos se tienen que ir, sino cuál es la calidad y valía de los que se marchan. Y ahí topamos con nuestro drama: cuando sobra gente se echa a los mejores, especialmente si de investigadores jóvenes hablamos.

Y así llegamos a la segunda tesis, la de que en tiempos de crisis los sistemas viciados aseguran la posición de los menos capaces. Imaginemos uno de esos equipos de investigadores sometido a apreturas de financiación. Son diez, cinco funcionarios y cinco no funcionarios. Las calidades se cruzan así: los dos más inútiles son funcionarios y los dos siguientes más inútiles son contratados; los dos más capaces y que logran mejores resultados son funcionarios y los dos siguientes son contratados. Es decir, si calificamos por orden ascendente de calidad de 1 a 10 (el 10 es el mejor y el 1 es el más inútil), hay un contratado en los puestos 8, 7, 4 y 3 y hay funcionarios en los lugares 10, 9, 2 y 1. Ahora planteamos dos preguntas:

Una: si se pretendiera que el sistema siguiera siendo igual de eficiente (o más, incluso), pese a que los recortes obligan a prescindir de dos investigadores, ¿a cuáles se dejaría sin su puesto? Respuesta evidente: a los que se hallan en los lugares 1 y 2 de la anterior escala.

Dos: si la poda sucede en España, como consecuencia de recortes en la inversión, ¿quiénes se quedarán en la calle si hay que eliminar dos puestos? Ni siquiera podemos afirmar, para nada, que se trataría de 4 y 3, que son los peores de los contratados. No, se dirimiría entre 8, 7, 4 y 3. ¿En razón de qué factores o consideraciones se dirimiría entre esos, que son los contratados? Múltiples, pero todas independientes del mérito, la capacidad y los resultados. Por ejemplo, parentescos y relaciones amorosas en general, adscripciones políticas y político-académicas, presencia en determinados órganos representativos y sindicales, cuotas, géneros y orientaciones sexuales, orígenes territoriales, clase social, etc., etc. Lo más probable: que emigren 8 y 7. Esa es la razón por la que la rebana de la inversión pública, aquí, perjudica la investigación. Si esa rebaja condujera a prescindir de 1 y 2 no tendría dicho efecto.

Otro ejemplito, y acabo por hoy. Se acortan un 34% los dineros para programas de investigación. Pues miren, si hablamos de proyectos de investigación financiados, al menos en los campos que yo conozco o contemplo de cerca se podría reducir un cincuenta por ciento el monto de la financiación que se viene dando, sin la menor incidencia negativa en los resultados posibles. ¿Cómo? Bastaría eliminar la financiación en el capítulo de “viajes y dietas” o someterla a controles extraordinariamente estrictos y ligados a resultados. Una grandísima parte de esos medios en esos capítulos presupuestarios se va en turismo y en viajes a visitar novias y/o novios.

No sigo, pero la conclusión que quería alcanzar creo que ya se ve: en contextos de corrupción científica y académica, con la consiguiente ineficiencia del sistema, el incremento de la inversión en universidades e investigación financia prioritariamente las lacras y las corruptelas, aunque indirectamente pueda salir ganando también algo la investigación de calidad. Y en ese mismo marco decadente los recortes laminan la investigación de calidad, pero mantienen incólume los parasitismos que agotan los medios. Por eso las claves primeras no están en las cifras y los porcentajes, sino en los sistemas de gestión de medios humanos y materiales y de control de resultados. Y esos, que se sepa, no piensa tocarlos este gobierno, igual que no lo hizo el anterior. Porque tocar ahí supondría perjudicar a mucho parásito con carnet o que pelotea a los mandamases.

1 comentario:

Jacobo Dopico dijo...

Casi on topic: Sobre los riesgos del copago en función de la renta. http://politica.elpais.com/politica/2012/04/09/actualidad/1334002109_228825.html